Estamos todavía en el llamado “Mes Patrio”, y recordaba que hace muchos años, cuando este escribiente cursó la educación primaria, la Historia Nacional –sí, así con mayúsculas y cuando lo escribo procuro ponerme de pie-, de acuerdo con el programa de la Secretaría de Educación Pública, esta asignatura se enseñaba a los alumnos en el cuarto año de primaria.
Y ya les he relatado aquí en otras ocasiones, que tuve el enorme privilegio y la gran fortuna de cursar la educación primaria en una escuela que el exilio español fundó en mi ciudad natal, el glorioso Grupo Escolar Cervantes, fundado en el año de 1940 por un grupo de profesores normalistas republicanos españoles que tuvieron que exiliarse en México –‘transterrarse decía el eminente filósofo republicano José Gaos’-, conjuntamente con esa gran oleada de ciudadanas y ciudadanos que tuvieron que dejar su país al triunfar sobre ellos las fuerzas fascistas de Francisco Franco, en la cruenta guerra civil española.
Yo ingresé muchos años después a la Cervantes y como todos los chamacos de mi edad, recibí mis primeras enseñanzas de la épica Historia Nacional de la mano de un profesor catalán, mi querido y recordado maestro de cuarto año Antonio Bargés Barba, que no solo era un gigante por su porte del maestro clásico que hizo de la vocación magisterial una suerte de apostolado, sino también por toda la sabiduría que su ser encerraba, no había conocimiento humanístico que este hombre ignorara: desde el dominio del francés, el español, el griego, el latín y el catalán por supuesto, hasta la historia universal, la literatura, la historia de España, la astronomía, las matemáticas, la geografía del mundo, pero con un conocimiento profundo de la de Europa, España y México.
Antonio (Antoni), que nació un 18 de diciembre de 1901 en Barcelona, se recibió de profesor en la Escuela Normal de Girona, y fungió como maestro en Lloret de Mar, Vinyoles d’Orri, Esponellà y Cassà de la Selva, todas pequeñas poblaciones de Cataluña. A la ocupación de España por las fuerzas franquistas, es concentrado junto con sus hermanos Luisa y José, primero en Francia y posteriormente en México (1939), escogiendo como lugar de residencia definitiva a la ciudad de Córdoba en donde fundan junto a otros maestros exiliados el Grupo Escolar Cervantes.
Antonio, que tuvo como especialidad la educación primaria, no fue ajeno a ningún campo del conocimiento y abrazó con un virtuosismo notable además de las disciplinas anteriormente señaladas, otras áreas tan disímbolas como el dibujo, la escritura caligráfica, la arqueología, la antropología, y el coleccionismo dentro del cual figuraban en primer lugar la filatelia y los fósiles, pero en especial quiero remarcar el conocimiento que tenía del México antiguo, de sus culturas y de la civilización maya. Bueno pues de la mano de este hombre recibí mis primeros esbozos de la Historia Patria, y de nadie más como él recibí en mi vida el faro de luz del conocimiento de mi país, nadie como Antonio Bargés para narrar cada pasaje de la Historia de México y de sus principales acontecimientos que marcaron nuestro devenir histórico y que dejaron una profunda huella en mi ser.
Baste recordar el 13 de septiembre, fecha señalada como de la defensa del Castillo de Chapultepec ante la invasión norteamericana de 1847, por apenas un puñado de jóvenes cadetes del Heroico Colegio Militar, seis, casi unos niños que ofrendaron su vida por la patria. Ese hecho histórico que según se ha dicho ha sido deformado para resaltar la heroicidad de los cadetes, en la narración del profesor Antonio Bargés adquiría otra dimensión, en donde resaltaba cada uno de los momentos del asalto al Castillo por parte de las fuerzas invasoras y cómo estos seis jóvenes asumieron la defensa heroica por el honor de la patria.
No había un conocimiento de México que se le escapara a Antonio Bargés, así recuerdo que una vez me lo encontré caminando en la calle junto a su hermano José, mi profesor de sexto año, y no terminaba yo de saludarlos a ambos cuando Antonio me preguntó por mi hermana Isabel, que en ese entonces se encontraba realizando su servicio social como médico en el hospital civil de Naolinco y cuando le especifiqué el lugar de inmediato que me pregunta con su inconfundible castellano con acento catalán: ¿Y sí sabes qué quiere decir Naolinco?, a lo que por supuesto contesté que no sabía, “Mira Naolinco proviene del náhuatl Nahui, que quiere decir cuatro, ollin, que es movimiento del sol por lo que quiere decir «el lugar de los cuatro movimientos del sol».
Así era mi profesor Antonio y con él aprendí que hay cosas de la Historia de México que jamás puede uno olvidar.

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