*De la Ilíada: Los hombres somos cual las hojas. El viento las esparce por la tierra y la floresta hace germinar otras, y las primaveras se suceden. Así nace y se extingue toda generación de hombres. Camelot.

LA SUSPENSION (PARTE DOS)

Cuando la guillotina de Insurgentes Norte (sede del PRI), se dejó a caer a medias, con solo una suspensión de derechos al gobernador de Veracruz, algunos rebuznaron, protestaron, querían más, querían sangre en el ruedo como en la época de los romanos, cuando el César con el dedo pulgar señalaba quién vivía y quién moría. Cito a Raúl Del Pozo: ‘Esto de la asistencia de los gobernantes a los estadios es también una reminiscencia romana, la alegoría de Nerón en el circo máximo, sobre la gran cloaca, con su sala para descabezar un sueño y el baño para las abluciones’. El día transcurrió y en los noticieros nacionales comentaban esa guillotina que descabezaba. Metían su cuchara. Desde los más críticos y avezados y ponzoñosos, hasta los tranquilos. Uno de ellos lo fue el panista Diego Fernández de Cevallos, que con Pepe Cárdenas arremetió en contra de Javier Duarte. Eso es normal y está bien, siempre fue panista y el color azul lo invoca a arremeter contra los priístas. Aunque con Papá Salinas se cuadró y se volvió modosito, como gatito de angora o siamés, chiquito y querendón. Hoy soplan vientos en contra. Se leen declaraciones de personajes del mundo de la política y sindical, que, cuando llegaba el ciudadano gobernador a sus tierras, eran un tapete Luxor. ‘Señor’, le decían cuadrándose como a su comandante en jefe. Las horas del gobernador, eran las horas de ellos. Los tiempos del gobernador, ellos se sumaban a ese tiempo. Aduladores y serviles, se les veía en las giras gubernamentales. Y en los grandes convivios. Le ofrecían incienso y mirra, como los Reyes al Patrón. Diputados y alguno que otro alcalde, hoy le dan la espalda. Sabedores de que, cuando vivía sin los líos que hoy le han llegado, era su sol, como aquel Rey Sol. No había pradera donde sus caballos no cabalgaran. En los nueve círculos del infierno de Dante Alighieri, los desleales ocupan el lugar más al fondo. Quemados y achicharrados en ese infierno. Nada hay como una deslealtad. ‘Amo la traición, pero odio al traidor’, lo dijo Julio César, un verdadero Emperador. Lo dijo Mateo, en el Salmo bíblico 24:10: “Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán”. Remato: ‘Ningún búho tiene miedo de la noche, ninguna serpiente del pantano y ningún traidor de la traición’.

Hace años, en mis archivos de hemeroteca, he guardado esta anécdota del Rey Alfonso XIII. La utilizo cuando veo deslealtades, traiciones. Sucedió así:

EL REY ALFONSO XIII

Cuando el rey de España, Alfonso XIII, la noche del 14 de abril de 1931 se disponía a partir al exilio, un ayudante de campo hizo saber al Monarca que en el salón del duque de Génova, unas cincuenta personas le esperaban para decirle adiós. El rey se mostró sorprendido por esos leales, los considero gente valiente, pues a las afueras una chusma lo abominaba y detestaba. Cuando los vio se impactó más; hombres de miradas crispadas, mujeres sollozando, incluso niños agarrando las faldas de sus madres, para despedir a don Alfonso. Eran los empleados de la casa del rey; lacayos, camareras, chóferes, cocineros, cocheros, y también algunos alabarderos que se habían vestido de uniforme de gala.

El rey los vio. Desconcertado, preguntó a uno de los suyos:

“No veo aquí a ninguno de mis grandes, a ninguno de los que jugaban al polo conmigo, a ninguno de los que me pedían cargos y honores. No los veo”.

“Los grandes, señor”, respondió el acompañante, “los que se jactaban de jugar polo y de cazar con el rey, los que habían obtenido favores y prebendas no eran sus amigos. No eran más que cortesanos, esa muestra bastante mediocre de la especie humana”.

COLOFON

Ya lo dicen los célebres, bellísimos versos de Macbeth:

“La vida es una sombra que pasa, un mal actor que se agita y pavonea en sus minutos sobre el escenario y que luego desaparece; es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa”.

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