Por Ramón Durón Ruíz (+)

Ha una hermosa historia que me encanta: “El sabio que andaba por la vida en búsqueda de su sino, llegó a un monasterio, solicitó permiso para vivir en él. Al siguiente día por la mañana le dieron un letrero, por un lado decía: ‘Hoy estoy negativo, ando de mal humor… ¡No me hagas caso!’; por el reverso, había otro letrero que decía: ‘Hoy estoy positivo, ando de buenas… ¡No me hagas caso!’
Todas las mañanas, como sus demás compañeros del monasterio, se colocaba el letrero frente al pecho. Hasta que cierto día, pasados los años, decidió quitárselo, entonces se dio cuenta que fluía en armonía con la vida, dejo de preocuparse por el ¿Qué dirán? Aceptó la naturaleza de las cosas, se hizo uno con su Divinidad Interior, entonces ascendió en su dimensión espiritual.”
Cuando reconoces que eres mucho más que sólo materia, que eres un ser en crecimiento material, pero en evolución espiritual; encuentras respuestas a las preguntas de la vida, entonces se fortalecen tus dones, se enriquecen tus bienes, como por arte de magia llega la armonía, el equilibrio y la sabiduría a tu vida.
Reconoces que todos poseemos dones y bienes, algunos nos damos tiempo-espacio para ir a su encuentro y detonarlos, otros simplemente lo ignoran; aprendes que estamos hechos con molde diferente, pero del mismo barro, que hay un inacabable soplo Divino en nuestro interior, que nos hermana y nos recuerda que estamos hechos a imagen y semejanza de DIOS.
Cuando tomas conciencia de que a ésta vida llegaste con dos tareas: crecer físicamente y evolucionar espiritualmente, entonces te das a la tarea de ser inmensamente feliz, de cuidar, respetar y disfrutar el templo sagrado que es tu cuerpo, de hacer el cielo… en la tierra, coloreas tu espacio con amor incondicional y desempoderas a ese intruso que es el ego, que sólo busca el oropel imaginario del reconocimiento, lucir y quedar bien.
Cuando tu paso por esta carnalidad lo centras en el amor incondicional, tu vida se redimensiona, compartes tus bienes, dones y visión material-espiritual de la existencia, realizas tareas ordinarias… de manera extraordinaria.
Si te das permiso de amar y ser amado, si te reconoces como parte del milagro de la vida, si aceptas que el amor es la medicina perfecta para todos los males y el bálsamo para todos los bienes, entiendes que amar te conduce a no querer que la gente sea como quieres, si no a comprenderla como es.
Amar, es disfrutar el aquí y el ahora, con los aciertos y los errores, que en el fondo son necesarios para el aprendizaje; amar es recordar, es seguridad, es confiar que lo que viene no sólo es lo mejor, es espectacular para tu vida.
HOY une a los contrarios, atenuar contradicciones, te lleva a trabajar en la paz interior, te conectarás con tu Maestro Divino que acallará tu voz y hará que fluya el amor que hay en tu corazón; te conducirá a no razonar en torno al amor, si no a demostrarlo a la gente de tu vida, que todos sientan su energía liberadora y transformadora, porque ¡el amor es para siempre!
El paso de los años me han enseñado que el centro del humor… es el amor. Parafraseando a Alexander Sutherland Neill el Filósofo afirma: “El buen sentido del humor denota igualdad. Se le excluye premeditadamente de […la política] porque es un elemento nivelador. El humor liquidaría el respeto que […nos exigen nuestros políticos] porque su risa, mezclada con la […del pueblo] los haría demasiado humano.”
Resulta que el párroco del pueblo, en la clase sabatina de catecismo, decidió dar una lección de educación sexual a niños:
–– Muy bien mis queridos niños, en la clase de HOY, les voy a explicar cómo fue creado el primer hombre y la primera mujer.
El niño filosofito levanta la mano y pide la palabra. El Sacerdote le dice:
–– A ver mi niño ¿Qué quieres?
–– Cómo fueron creados Adán y Eva, ya nos los enseñó el Padre Chuyo mejor enséñenos… ¿Cómo fue creado el tercer ser humano?

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