En el año 2000 se dio en México un hecho que marcaría la historia contemporánea de este país. El Partido Acción Nacional ganó las elecciones presidenciales teniendo como abanderado a Vicente Fox Quesada; llegaba el tan anunciado gobierno del “cambio”. Pero no hubo tal cambio, todo fue un gatopardismo a la mexicana, ese pregón que dicta que para que las cosas sigan igual hay que inventar un cambio.
De 2000 en adelante no publiqué un solo libro, aunque llevaba publicados seis libros al hilo. Ante la desilusión me refugié en una apatía que se prolongó por más de diez años. Sin embargo, para ser honesto nunca dejé de crear. Escribí cuentos, dos intentos de novela que tendrán que cuajar algún día y nada de poesía porque no soy poeta. Durante ese periodo participé, obligado, en dos concursos literarios. Debo confesar que en el primero me sacaron del certamen, en el segundo gané con mi nombre un quinto lugar. En ese mismo obtuve con otro cuento un premio nacional y un monto considerable en efectivo, sólo que no pude gozar de ese reconocimiento porque, habiéndome sacado en el primer concurso, en el segundo decidí participar con un “heterónimo” que es quien se debía llevar la gloria, pero como no la merecía no asistió siquiera a la ceremonia de premiación; eso sí, el monto en efectivo lo cobramos.
Para ese entonces ya había comprendido que no se podía vivir de la literatura, por lo que decidí dedicarme plenamente al periodismo que había venido ejerciendo desde hacía más de diez años pero de manera muy tímida. En 2012 participé en el Certamen de Periodismo del Club de Periodistas de México AC con un reportaje sobre tráfico de influencias y corrupción en la Secretaría de Turismo de Veracruz. Con ese reportaje me hice acreedor al Premio Nacional de Periodismo 2013.
Ya para entonces tenía escritos varios cuentos, tenía el título del libro y la promesa de publicarlo. Uno de los que esperaba con ansiedad este libro era mi hermano menor. Desafortunadamente murió tratando de salvar a una persona de ahogarse en el mar, es por ello que a él está dedicado Todos estamos muertos.
Esta obra estuvo lista desde años atrás, pero no tenía intenciones reales de publicarla. En una ocasión cuando ya estaba completa le conté a la poeta Silvia Tomasa Rivera un relato de espantos que tenía en mente. Al terminar ella me hizo jurar que el libro no se iba a publicar sin ese cuento; un año tardé en terminar “En el umbral”. Ya cumplido el juramento la noticia de un grupo de jóvenes de una célula criminal, abatidos a balazos por el ejército, me llamó la atención. Curiosamente conocí a una persona que acaba de zafarse de ese grupo criminal. Mientras agradecía a Dios por haberse salido a tiempo, este joven me relató la historia de un miembro de ese grupo, de cómo pasó de vendedor de Biblias a extorsionador y secuestrador, de ahí surgió el relato “Cuentas saldadas”.
Este volumen de cuentos es un relato extenso, fragmentado, de la primera década del siglo XXI, desde la caída de las Torres Gemelas, el World Trade Center Nueva York, hasta la muerte de Michael Jackson y las decenas de muertos arrojados frente al World Trade Center Boca del Río. Este volumen de relatos puede ser el muro de lamentaciones de una generación que creyó en el cambio y que se desilusionó, pero prefiero que sea una ventana por la que nos podamos asomar a nosotros mismos para entender qué fue lo que pasó. El volumen es el compromiso de un escritor con esta realidad que nos azota, que nos acompaña, que nos lacera.

Postdata1: Habrá preventa de Todos estamos muertos