El domingo pasado 9, como muchísima gente en México, puntuales nos sentamos enfrente del televisor para presenciar el segundo debate de los candidatos presidenciales al gobierno de los EUA. Nuevamente se iban a ver las caras Hillary Clinton y Donald Trump. Confieso que estaba nervioso, como si me dispusiera a ver una final entre el Cruz Azul y cualquier otro rival, tratando de prevenirme mentalmente para lo peor, pensaba: “Nada más falta que Hillary se ponga nerviosa ante la impertinencia grosera del mamarracho de Trump”.
Debo recordar que desde el primer debate, después de ver el desempeño de ambos contendientes no me quedó la menor duda de que Hillary no solo iba a ganar al magnate, sino que lo iba a apabullar. Había dudas, escuché y me hicieron comentarios en el sentido de que era muy confiado, de que el republicano en una de esas podía dar la sorpresa, pero siendo sensatos, hay mucha diferencia entre la estatura de la Clinton y la ignorancia supina de un hombre como Trump. Sí rico, correcto, pero un rico sin prejuicios, salvaje, descarnado, de esos que a leguas se ve que es de los que piensan: ¡De que lloren en mi casa a que lloren en la de enfrente, pues que lloren en la de enfrente!
Y la confianza en Hillary viene de que es una profesional, no solamente por el hecho en sí mismo de que es una de las mejores abogadas de su país, sino por el hecho de que tiene una experiencia de gobierno y en los asuntos públicos que su rival desconoce. La política es una ciencia que requiere de preparación, conocimiento de la fenomenología del poder, de los resortes que mueven la geopolítica, de lo que es una relación internacional basada en contextos bilaterales y trilaterales, en el entendimiento necesario que existe hoy en día en la comunidad de naciones, en cómo funciona la economía de un país tan poderoso como son los EUA y el resto de la economía internacional, pero sobre todo en lo que es quizá el conocimiento más importante para alguien que aspira a gobernar a un país como los Estados Unidos, conciencia histórica y del papel que han jugado los Estados Unidos en la historia reciente del mundo.
El domingo pasado se confirmó aquello de que es una competencia muy desigual la que se está dando entre la demócrata y el republicano, no hay punto de comparación entre uno y otro. La verdad es que la contienda por la presidencia estadounidense ha caído a niveles muy bajos, que rayan en la vulgaridad. Trump es un tipo de arrabal, bajo, procaz, ignorante y rupestre, yo diría que hasta corriente. Donald basa su estrategia de campaña en la descalificación, en los desplantes groseros y desagradables, que no duda en humillar, en recurrir a las majaderías y a utilizar a unas pobres mujeres que supuestamente sufrieron acoso sexual, amenazas y que fueron violentadas por Bill Clinton, el ex presidente y esposo de Hillary, total, una campaña repleta de bajezas, escasa de ideas y que ha mostrado el lado más inescrupuloso de un tipo ruin como lo es Donald Trump:
Habrá que esperar al último debate a escenificarse en Las Vegas, pero parece que la suerte de Trump ya está echada, los USA, México y el mundo podemos dormir tranquilos. Ahora nada más falta que los demócratas se alcen con la mayoría en ambas Cámaras del Legislativo. Hillary va a ser una buena presidenta porque es una mujer inteligente, que se ha preparado para ejercer el poder y que sabe para qué sirve.
Enrique Peña Nieto y la corrupción.- Si tuvo una asesoría muy desafortunada el presidente con la penosísima e inesperada invitación a Donald Trump, en donde el trato que como jefe de estado prodigado al magnate fue aún más desconcertante, todavía lo es más que sus asesores lo hayan lanzado al ruedo para hablar –tratar de reflexionar- sobre uno de los temas que más preocupan y más nos lastiman a los mexicanos: corrupción, y sobre todo aquello con lo que salió de que la corrupción es un problema cultural de los mexicanos, algo que tenemos metido hasta la médula y que, a manera de compartir culpas y como para oírse muy bíblico, nos recetó aquello de que nadie se puede quejar de semejante problema porque todos, en esencia somos corruptos y que el que esté libre de culpas que arroje la primera piedra. ¡Por favor, qué falta de sensibilidad del presidente como para sugerir algo así, por supuesto que hay mexicanos honestos, yo diría que la mayoría, que no son corruptos, por Dios! Lo mismo le censuraríamos a Enrique Ochoa Reza cuando dice que la corrupción también está en los de enfrente, o sea en los partidos opositores al PRI. Yo le diría al señor Ochoa Reza que si no le cabe que no trate de repartir culpas. Que el problema para él no son los de enfrente, que mejor trate de limpiar su casa porque el buen juez por su casa empieza.
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