Era inevitable perderse el tercer y último debate entre los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton y Donald Trump. Confieso que había una especie de morbo y de curiosidad por ver con qué sandeces iba a salir ahora el insensato y políticamente incorrecto de Trump.
Como lo dije en mi anterior entrega en donde comenté el segundo debate, ¡jamás!, desde que se desarrollaron las convenciones demócrata y republicana para elegir a los candidatos presidenciales de ambos partidos, de que Hillary iba a vencer claramente a Trump, hay una gran diferencia entre el peso específico de ambos contendientes, la Clinton supera al magnate por donde se le quiera ver.
El próximo martes 8 de noviembre, fecha en que se van a desarrollar las elecciones en la Unión Americana para elegir al 45 presidente de nuestro vecino del norte, van a ser una fecha mero trámite. Hillary tiene la elección en la bolsa, Trump, con todo y su comportamiento majadero e impúdico, su calidad de ‘outsider’ anti establishment, que reconozco que en principio atrajo ciertas simpatías entre los electores norteamericanos, no le fue suficiente para superar al talento, inteligencia y experiencia de Hillary, el ‘Background’ como dirían los gringos.
El de antier fue un debate en el claramente quedó evidenciada la asimetría que hay entre ambos. Ella es una mujer de Estado, abogada, especialista en asuntos públicos y él, me apena decirlo de esta manera, pero él es un tipo inculto, rupestre, un hombre de negocios más o menos exitoso, con nula experiencia en los asuntos de Estado, muy mediático sí; que se sabe moverse ante las cámaras y reflectores de televisión, sí; que sabe manejar audiencias, sí; un showman sí, un vendedor inmobiliario exitoso también, pero que no sabe ni tiene la más mínima idea de cómo se conducen los destinos del país más poderoso del mundo.
Y perdón que recalque esto que seguramente le revuelve el estómago a muchos, pero el que esto escribe no le gusta hacerse bolas y tiene muy claro que en el actual concierto geopolítico de naciones, aunque a muchos les pudiera parecer exagerado, pero todos los caminos conducen a los Estados Unidos. Para no hablar de hegemonías, pero tienen una muy clara dominancia en cualquier terreno que usted me diga, desde el industrial, el aeroespacial, en el de las telecomunicaciones, en el de las tecnologías de la información, en el terreno económico por supuesto y su liderazgo a nivel mundial es indiscutible en otros terrenos menos significativos como en el de la industria del cine, en el de la música, etc.
Y no los estoy entronizando de ninguna manera, pero de esta supremacía de la que hablo, los mexicanos nos deberíamos servir para consolidarnos como una potencia media en el corto plazo. Luego entonces, todo lo que pasa del otro lado de nuestras fronteras septentrionales nos debería interesar, si a ellos les va bien, lo más seguro es que a nosotros también nos vaya bien, y para que a nosotros nos vaya bien razonablemente cuando menos en los próximos cuatro años, pues la candidata que nos conviene que gane es Hillary. Por eso no me explico en qué estaba pensando Videgaray cuando convenció al Presidente de que tenían que traer a Los Pinos al insensato de Trump.
En los momentos actuales México tiene dos grandes bujías de las cuales depende en buena medida la marcha de nuestra economía: la primera, el millón de dólares que le vendemos por minuto de productos manufacturados –no de materias primas- a los USA, que es una barbaridad de dinero en donde hay un valor agregado, y la segunda, las divisas que mandan nuestros connacionales que trabajan de aquel lado, y que este año se calcula que manden algo así como 22 mil millones de dólares, que es más de lo que exportamos de petróleo y es más de lo que el país ingresa por turismo del exterior. O sea, perdóneme usted que lo diga de esta manera, ¡Pero ese pinche loco de Trump era un peligro para México!
Qué bueno que Hillary antier acabo de confirmar lo que hemos sabido de siempre, que es una candidata muy superior a Trump de los pies a la cabeza. Ahora sentémonos a esperar a ver pasar el cadáver del magnate el próximo 8 de noviembre, en donde los demócratas van a arrasar con la elección presidencial, seguramente se van a llevar la Cámara Alta y en una de esas hasta la mayoría de la Baja.
Ahora nada más hay que rogar para que el presidente Peña Nieto y la canciller tengan el talento necesario para recomponer la relación con la Clinton y su gobierno.
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