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La Jornada

El inicio de la entrevista se retrasa por una visita “sorpresa”. El gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez, reparte sonrisas en la oficina de Manlio Fabio Beltrones.

Malova, como es más conocido, encarna una de las taras de nuestro sistema político. Llegó al poder gracias a una exitosa coalición electoral que él y los partidos que lo apoyaron, PAN y PRD, no pudieron traducir en una exitosa coalición de gobierno. Luego de pelearse con azules y amarrillos, Malova le devolvió el poder al PRI, su partido de siempre, con la mano en la cintura.

-Decían que yo era…

-Amigo de sus amigos- se le intenta atajar.

-No, un gobernador de Manlio- responde Malova, en sus últimos días como gobernador, y se marcha.

La charla informal con el gobernador de coalición da pie al tema del “retorno” de Beltrones al escenario político, luego de unas breves vacaciones tras su renuncia a la presidencia nacional del PRI.

Beltrones mide cada palabra para explicar la propuesta que hace unos días puso en el tablero político: si en 2018 ningún candidato obtiene al menos el 42 por ciento de los votos, ni mayoría en las Cámaras, el ganador estaría obligado a formar un gobierno de coalición con otras fuerzas políticas.

El menú se completa así: el ganador tendría que registrar ante el Congreso un programa común de gobierno y una agenda legislativa. Además, el gabinete tendría que ser aprobado por el Congreso, con excepción de los titulares de la Defensa Nacional, Marina y Seguridad Pública.

Beltrones ha presentado su propuesta en un escenario en que otros también plantean mecanismos para dar “legitimidad” al presidente que resulte electo en 2018, particularmente el Partido Acción Nacional, que busca una segunda vuelta electoral. “Una puerta falsa”, dice Beltrones.

Hombre del sistema si los hay, Beltrones habla de un sistema político mexicano agotado, porque seguimos con un modelo que “funcionaba para el partido hegemónico” y que no ha cambiado, pese a las sucesivas reformas electorales con las que la clase política ha respondido a las crisis, una tras otra.

Beltrones cuida sus palabras. Habla de “una disminución evidente de la gobernabilidad”. Es una manera elegante de decirlo. Los nombres y apellidos aparecen a cuentagotas. Beltrones casi no dirá “Enrique Peña Nieto” porque, afirma, las razones de la ingobernabilidad “no se encuentran solamente en los personajes que pueden estar al frente de las instituciones”. No, el problema, dice, es que seguimos con un modelo político “del siglo pasado”.

“El problema es la gobernabilidad perdida, producto de la fragmentación y de los porcentajes que tienen los partidos en un sistema que se apoya en ellos”.

Va a la historia. De la elección de José López Portillo con más de 90 por ciento los votos a los gobiernos con votaciones menores a 40 por ciento. Y más: a la posibilidad de que en 2018 llegue un gobierno “con apoyos de menos de 30 por ciento, lo que nos obliga a plantear fórmulas para la nueva gobernabilidad que le dé legitimidad al sistema”.

“Venimos de un proceso en el cual supuestamente la legitimidad nos iba a dar gobernabilidad. Ahora la gobernabilidad es la que va a traer la legitimidad. Esto, que parece un juego de palabras, no es un asunto menor”.

-¿Es hora de dejar atrás la democracia ineficaz?

-A la eficacia de los gobiernos, porque los problemas de la democracia se tienen que resolver con más democracia, no con menos democracia, pensando que con eso podríamos lograr la eficacia.

Se trata, dice, de perfeccionar el sistema de partidos para la gobernabilidad. “Algunos quieren encasillar el debate en segunda vuelta electoral o gobiernos de coalición”.

-Entiendo que usted ve complementarias las dos fórmulas.

-El eje principal de mi planteamiento es la gobernabilidad. No hay que confundir los instrumentos con el objetivo. Así es como nos podríamos acercar a un cambio de fondo al sistema.

Tras años de debate, sostiene, en 2014 se logró que los gobiernos de coalición, “aunque fueran potestativos, estén en la Constitución, pero es la hora de dar ese paso que parece solo dependería de construir una ley reglamentaria del artículo 89 constitucional, pero hay otros asuntos que antes tenemos que dirimir”.

El ex presidente del PRI plantea que la formación de un gobierno de coalición sea obligatoria si el ganador de la elección presidencial no obtiene más de 42 por ciento de la votación. “Y el porcentaje no es caprichoso…”

¿De dónde sale?, se le pregunta.

“Fue el porcentaje que nos resolvió la gobernabilidad en el Congreso, e la reforma que hicimos en 1990, después de unas elecciones sumamente controvertidas en 1988”.

-Con 42 por ciento tienes derecho a la mayoría.

-Así es.

-Eso podría llevarnos a un debate acerca de la sobrerrepresentación, como lo vemos ahora con la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México.

-Podría llevarnos a eso o también conducirnos, en el tiempo, no automáticamente, a la construcción de congresos con respeto al promedio porcentual que obtenga cada partido. Pero ese es otro debate, y no es el momento, porque el Congreso ha alcanzado una gobernabilidad plena mediante esta fórmula, que no está a discusión.

Tan es así, sostiene, que a pesar de que hace tiempo ninguna fuerza política tiene 42 por ciento en las cámaras, la mayor parte de las iniciativas presidenciales, de reformas legales o constitucionales, han sido aprobadas, lo que habla de un Congreso “altamente productivo”.

Gobiernos exitosos, en regímenes parlamentarios

Beltrones saca una lista de los 25 países del mundo que tienen los gobiernos “más exitosos” –según un índice elaborado por el Instituto Legatum de Gran Bretaña–, es decir, “los modelos políticos que han traído más crecimiento económico, empleo, felicidad, estabilidad”.

En la lista de los 25, 19 países tienen gobiernos parlamentarios, 2 presidencialistas, uno más presidencialista autoritario, otro más semi presidencial y el resto son autoritarios.

Si un candidato que en 2018 obtuviese más de 42 por ciento de los votos la decisión sería optativa, aunque también podría pasar directamente a la toma de posesión el 1 de diciembre tras la calificación de la elección en tribunales.

La otra ruta significaría que el Congreso ratificara al gabinete, con las excepciones señaladas. Así se conseguiría, sostiene Beltrones, tener “gabinetes de calidad”, porque “algo que importa mucho a la gente es dejar atrás la escuela de aprendices”. Se necesitan “gabinetes de calidad, probados, con los mejores, sin importar que vengan de un partido u otro, de la academia o del círculo intelectual, donde muchos son apartidistas”.

Beltrones reclama “romper con esa inercia en la que nos tiene el actual sistema donde el que gana, gana todo, y los que pierden, pierden todo, y se dedican a fastidiar al que gana. Esa es la regla que nos ha traído el conflicto y los resultados mediocres”.

Propuesta sin dedicatoria

-¿Cómo van a evitar que esta propuesta se vea con dedicatoria, una suerte de desafuero bis, un “paremos a López Obrador a como dé lugar”?

-Una propuesta que supone la obligación de crear un gobierno de coalición a quien no obtenga al menos 42 por ciento no puede parecer sospechosa ni con dedicatoria, como algo distinto a la gobernabilidad, que se ha desgastado y tenemos que reconstruir, no a través de una sola persona sino del conjunto de los actores políticos.

“Cualquiera que la quiera malinterpretar tendría que explicar las razones por las cuales se puede tomar posesión de la presidencia de este país con menos de 30 por ciento de los votos, si no es por un sistema político caduco. Lo cual nos sentencia, durante seis años, a que el 70 por ciento esté intentando obstruir al que tomó posesión.

“Resultaría realmente dramático y enfermizo que alguien pensase que en esta fórmula que busca gobernabilidad y estabilidad se encuentra una dedicatoria”.

-La dedicatoria también se podría ver en la segunda vuelta.

-Con coaliciones electorales no sería una segunda vuelta tradicional, sino la puerta de salida y única para establecer un gobierno que en su momento no quiso hacer coalición.

 

Presidencialismo con un ingrediente parlamentario

-Desde hace unos años usted planteaba esta idea como una “herramienta más para el presidencialismo mexicano”.

-No se trata de migrar de un sistema presidencial a uno parlamentario o semi parlamentario.

-¿Pero si de caminar hacia allá?

-Es ratificar un régimen presidencial con un ingrediente parlamentario que es la formación de los gobiernos de coalición, pero a final de cuentas presidencial. El presidente seguiría teniendo la facultad de nombrar, con ratificación del Congreso, pero también de remover libremente.

Beltrones propone mirar el caso de Estados Unidos, donde más de 400 altos cargos del gobierno son ratificados por el Senado lo que, dice, “ha mejorado en mucho la administración de un país tan poderoso, porque no permite que se vuelva una administración de aprendices.

-A veces ese modelo ha paralizado áreas del gobierno.

-En algunas ocasiones, pero por eso hay que tener instituciones muy sólidas que lleven a cabo el trabajo.

 

Gobernabilidad disminuida

-Su propuesta lleva implícita la idea de que vivimos en la ingobernabilidad. ¿Cuáles son sus rasgos?

-Lo que veo es una gobernabilidad disminuida, por las distintas fuerzas que no se sienten incluidas y que juntas se saben mayoría, en un presidencialismo planteado desde el siglo XX, con partido hegemónico.

Dado que la mayoría de las encuestas plantean el escenario de un ganador con menos de 30 por ciento de los votos en 2018, dice, es preciso “pensar cuál sería la fórmula para evitar una crisis en caso de falta de toma de posesión de un presidente”.

La propuesta de Beltrones aparece en un escenario en el que también se discute la segunda vuelta electoral, propuesta formalizada por el PAN.

Beltrones se opone a la segunda vuelta electoral directa (los dos candidatos más votados se miden nuevamente en las urnas). La considera “la última puerta para evitar una crisis política y gobiernos estables”. Su propuesta es que, llegado el caso, haya segunda vuelta pero con coaliciones electorales, de modo que en la boleta aparezcan los dos punteros y debajo de la fotografía de cada uno los partidos que los apoyen.

-Se acaba de integrar el tribunal electoral, nuevamente con las criticadas cuotas de partido. Eso lleva a una pregunta que le hicieron en 2011. ¿Gobiernos de coalición o de colusión?

-Bueno, lo que ahorita aparece es la posible colisión, ante la posible falta de legitimidad de un candidato que no tenga 50 por ciento de los votos, que consiga solo 30 y quede 70 por ciento, no quiero decir en contra, pero que por lo menos que no habían pensado darle la confianza para gobernar. El punto es cómo logramos que ese 70 por ciento se sienta incluido en la instalación de un gobierno que discursivamente es para todos”.

-Dice que la segunda vuelta es “la última puerta”. Para el PAN parece la primera.

-Es una puerta falsa. Una segunda vuelta electoral directa a lo único que nos lleva es a disminuir nuestra pluralidad y participación. Nos llevaría casi a suscribir un compromiso con el bipartidismo o cuando mucho un tripartidismo.

Pasar de los pactos voluntariosos a los institucionales

-Decía usted en el sexenio de Calderón: “Aunque sean buenas las propuestas del Presidente, como no las pacta y no hay un sistema que permita pactarlas, hay quienes, de manera mezquina, no las dejan transitar cuando son buenas”. Tuvimos pacto y usted sigue hablando de ingobernabilidad.

-El Pacto por México fue una fórmula que surgió del talento político de quienes ahí participaron y del pragmatismo, que no debe de ser la regla que sustituya a los sistemas institucionales. Se trata de pasar de los pactos voluntariosos a los acuerdos institucionales, dos cosas muy distintas, aunque a algunos les parezca lo mismo.

“La gran decisión que debemos tomar es si seguimos confiando simplemente en el pragmatismo y la posible buena suerte o creamos las nuevas instituciones para darle mayor gobernabilidad y estabilidad a México”.

-Menciono dos males mayores que persisten en México: desigualdad y corrupción. ¿Otra reforma electoral en lugar de una reforma integral del Estado?

-Lo que hemos tenido en México es alternancia, pero nos ha faltado la transición de un sistema político agotado a un sistema político que garantice mayor gobernabilidad. Y gobernabilidad para resolver más rápidamente los problemas más serios que tenemos, de un crecimiento desigual, de corrupción y de un elemento que no podemos perder de vista: la impunidad.

“Para resolver esos problemas necesitamos más gobernabilidad y más acuerdos. No se trata de modificar el sistema electoral mexicano, se trata de darnos un nuevo modelo político para la gobernabilidad”.

-¿Se niega a llamar a su propuesta una reforma electoral?

-Es que no lo es. México no necesita reformas electorales. Lo que necesita es un modelo político funcional, para la gobernabilidad, la estabilidad, que dé legitimidad y que nos haga posible resolver los problemas. Todo lo demás será estar dando paliativos.

En la propuesta de Beltrones, el ganador con menos de 42 por ciento de los votos tendría como plazo el 1 de octubre para registrar en el Congreso un programa común de gobierno y una agenda legislativa. Si el candidato ganador resultara “incapaz” de integrar el gobierno de coalición, habría una segunda vuelta electoral el 15 de octubre. “En la boleta aparecería los emblemas de los dos partidos más votados y los de los que hayan resuelto coaligarse”.

-¿Sería también una propuesta para acotar al presidente, para ponerle límites?

-Bueno, es un presidencialismo moderno, que el presidente quede fuera de las ocurrencias. Yo no propongo la segunda vuelta como solución, solo sería una puerta de escape si no hubiera talento para acordar.

 

Muchas voces, pocas bombas

Beltrones se remonta a la reforma política de 1979, encabezada por Jesús Reyes Heroles, con la que “se logró incluso acabar con los movimientos guerrilleros, con la inclusión de todos. Muchas voces en las cámaras y pocas bombas en las calles, eso fue lo que nos trajo el reconocimiento de la pluralidad. La guerrilla no se acabó cuando los mataron sino cuando los metimos. Así es como surgieron los plurinominales. Hoy, atentar contra la pluralidad es regresar al conflicto que nos trajo durante muchos años la falta de reconocimiento de todas las formas de pensar. Diría George Santayana: Pueblo que olvida su historia corre el riesgo repetirla”.

A la crisis de 1988, dice el ex gobernador de Sonora, respondimos con reformas electorales “que surgieron de los acuerdos que pudo hacer un gobierno, pero al no haber cambiado el modelo político, para 1994 ya teníamos nuevamente el problema”.

En ese último año, repasa, se dieron el alzamiento en Chiapas, los asesinatos políticos y “la invitación al voto del miedo”. “No obstante, no tuvimos un presidente que fuera votado por más del 50 por ciento. A ello volvimos a responder con una reforma electoral que vio fortalecerse al IFE. Llegamos a 2000, donde nuevamente nos aparece el problema de un sistema político agotado, pero que no se percibe con toda claridad porque el fenómeno de la alternancia en la presidencia ocultó el problema, que tuvimos un presidente electo con 42 por ciento. Es como a las enfermedades las enmascara una dosis de cortisona”.

En su recuento, Beltrones recuerda las dificultades para que Felipe Calderón tomara posesión en el escenario de menos de un punto de diferencia en la elección. “Fue un verdadero triunfo, una hazaña de responsabilidad que muchos actores políticos tuvimos que suscribir, para que protestara en el Congreso”.

-Solo se administraba la crisis.

-Sí, no se resolvía el fondo. En 2012 tuvimos también un presidente electo por menos de 40 por ciento. Y si fuera nada más por su partido político, por el 32 por ciento. Y no nos dimos cuenta, otra vez, porque entró en actividad el talento político para construir un pacto que sumara pragmáticamente a las principales fuerzas para hacer que las reformas de fondo se dieran. Pero más tardamos en hacer las reformas que nuevamente en perder la gobernabilidad por la riña político electoral.

En cada elección los mexicanos “cruzan los dedos”

“No deseo ver un escenario más agravado que el de 2006 en 2018. No lo merecen los mexicanos, Por eso es la hora de que cada quien defina su posición y diga cómo se puede modificar el modelo político mexicano. Si alguien tiene una fórmula distinta que ataque este problema, que la diga”.

-Este gobierno la tenía: el Pacto y un rediseño del gobierno, con dos super secretarías.

-Pero no del sistema. Fueron deseos y voluntad de un solo hombre y algunos que lo acompañaron, pero no el cambio de fondo del sistema político que es el que está agotado, de tal suerte que en cada elección la mayoría de los mexicanos termina cruzando los dedos y diciendo: ‘Ojalá este si nos salga bueno’”.

-Para algunos la salida sería la restauración de la presidencia imperial, y más de uno vio rasgos en esa dirección en el gobierno actual.

-No lo vi así. Respeto enormemente los acuerdos alcanzados en el inicio de esta administración, en los que participé. Pero no dejaron de terminar enseñándonos que lo que está agotado es el sistema político, no la imaginación de los gobernantes. Al presidente Enrique Peña Nieto, con todas las críticas que pueda tener como cualquier otro gobernante, se le tendrá que reconocer la voluntad que puso al principio de su gobierno para que las cosas pudieran acordarse y sucedieran, con las reformas de fondo.

-¿Qué le decían los panistas cuando planteaba esta fórmula en el sexenio de Calderón?

-Muchos de ellos se acuartelaban en la explicación de que faltaba voluntad política de los actores y yo insistía, como ahora, en que no era cuestión de voluntarismo, sino de sistema, de uno que tenga reglas y premie los acuerdos, no que los castigue.

“Pero como no tenemos ese sistema, cualquier acuerdo cae en el sospechosismo natural o la acusación, como aquello de la concertacesión malhabida. Es la hora de actuar con grandeza. De lo contrario, estoy seguro de que viviremos un 2018 en el que muchos de los que no hayamos sido capaces de construir una nueva fórmula nos vamos a arrepentir”.