El golpe militar que terminó con el asesinato del presidente Madero en 1913 y el asalto al poder de Victoriano Huerta originó el surgimiento de la segunda etapa de la Revolución encabezada por el gobernador de Coahuila, Don Venustiano Carranza, quien llamó a desconocer al gobierno ilegítimo y restablecer la legalidad interrumpida. Ese movimiento cristalizó en el ejército constitucionalista, que logró derrocar a Victoriano Huerta y promulgar una nueva Constitución mexicana, la de 1917 que fue la más avanzada de su época por incorporar por vez primera los derechos sociales.
Los ideales y el Proyecto de Nación contenidos en la Constitución de 1917, nunca cristalizaron y se fueron deteriorando paulatinamente, al grado de que hoy en día la Constitución es letra muerta pues además de ser desconocida por los ciudadanos, nadie la respeta, ni la hace respetar, ni siquiera los que han jurado guardar y hacer guardar sus principios y preceptos y solo recuerdan su valor en los discursos del 5 de febrero cuando se conmemora su promulgación, por cierto el próximo año será el Centenario.
El país se encuentra sumido en una complicada situación política y social, donde la incredulidad y desconfianza en las instituciones es pan de todos los días, lo que nos lleva a razonar sobre la necesidad de construir un nuevo proyecto de nación que en el Siglo XXI unifique a los mexicanos para alcanzar un mejor futuro.
Sin embargo, no hay mucho que pensar al respecto pues la tarea ya la hicieron los grandes pensadores de principios del Siglo XX, cuyas progresistas ideas quedaron plasmadas en el Texto Constitucional, el preclaro pensamiento de grandes hombres como Luis Cabrera, Francisco J. Mujica, Juan Sarabia, Antonio Díaz Soto y Gama, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, y en general de todos los Constituyentes de 1917 dieron origen al Texto Constitucional que hoy nos rige y que, de haberse aplicado y respetado, nos habría llevado a vivir en un país progresista, moderno, con liderazgo internacional, con paz interior, con una ciudadanía educada e instruida y con gobiernos democráticos, respetados y respaldados por todos los ciudadanos, al nivel de las grandes potencias consideradas del “Primer mundo”.
La comunicación en nuestros días, con el uso de las redes Sociales ha experimentado el mayor avance en la historia, desde la invención del Telégrafo, las Redes Sociales cuentan con mayor credibilidad que cualquier otro medio de comunicación y representan un arma extraordinaria para posicionar en el imaginario colectivo las ideas y conceptos que nos lleven a consolidar un verdadero cambio.
La Sociedad está hablando de la necesidad de un cambio, de una nueva Revolución para derrocar a un gobierno y encumbrar una nueva corriente que nos gobierne y modifique el estado actual de las cosas, en este escenario, es de razonar si la nueva Revolución que se plantea, debe hacerse por la vía violenta, con armas de fuego, y mi parecer, es que, una generación de patriotas mexicanos derramó ya la sangre suficiente por este país. Que efectivamente es necesaria una Revolución, pero las armas a utilizar deben ser las de las ideas y conceptos contenidos en la Constitución, además de la utilización responsable e inteligente de los medios modernos de comunicación para lograrlo.
Basta con analizar el art.39 del texto Constitucional para ilustrarnos sobre la potencialidad de la sociedad para generar el ansiado cambio: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”
Lo anterior no debe interpretarse como una carta de impunidad para que una muchedumbre asalte el Palacio Nacional y desde ahí decrete la instauración de un nuevo gobierno, pues la misma Constitución establece los mecanismos para la participación del pueblo en las grandes decisiones nacionales como son las Elecciones Constitucionales, Plebiscito, Referendum e Iniciativa Popular y establece además un Sistema de División de Poderes Federalista y Representativo mediante el cual, en teoría, el pueblo está representado en el H. Congreso de la Unión, amen de la Consulta Popular para la Planeación Democrática.
Así las cosas, remitirnos al Texto Constitucional y exigir su plena y cotidiana aplicación, nos llevaría a ser una mejor nación, por lo que no debemos andar buscando en la destrucción de las instituciones nacionales la solución de los problemas del país, más bien es fortaleciéndolas y retomando los principios fundamentales que les dieron origen como muchos problemas se resolverían.
Impulsar pues, una Revolución Constitucionalista, no para derrocar al tirano usurpador, cuya existencia es demasiado subjetiva, ya que no es una persona o un poder únicamente, sino todo un Sistema, corrupto, anquilosado y envejecido, que no ha sabido reaccionar y ponerse a la altura de una sociedad cada vez más informada, combativa y contestataria.
Antes de que se dispare la primera bala, resultaría conveniente para la Clase Política hacer un intento por retomar los principios Constitucionales perdidos y olvidados por aquellos que los han relegado, ignorado y basurizado.
Por el bien del país y por un futuro viable para México, bien vale la pena un intento por volver a la normalidad democrática por tantos años postergada. En las condiciones actuales sería la única posibilidad de salvación para un Sistema que se hunde, aparentemente sin remedio.