A unos días del súper martes 8 de noviembre, fecha de la elección presidencial en los Estados Unidos, se encendieron los focos rojos ante un aparente empate técnico entre los candidatos presidenciales, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, los mercados mundiales se pusieron nerviosos, las bolsas de valores igual y el peso cedió ante el dólar norteamericano. Perdón que vuelva al tema, a mí también me preocupa por supuesto una inesperada victoria del tipo este que no merece ni siquiera que se le trate como persona.
Pero aunque probabilísticamente aún sería posible que ganara las elecciones presidenciales del próximo martes, esa posibilidad es, por fortuna, muy remota. Contra todos los pronósticos, yo he venido insistiendo desde las convenciones de ambos partidos mediante las cuales se eligieron a Clinton y a Trump, respectivamente el Demócrata y el Republicano, el desdichado este no tenía con qué ganarle la elección a Hillary simplemente porque aun reconociendo que es un tipo que se sabe vender mediante un discurso incendiario pero hueco, el tipo es un indocto, antimexicano, extremista, radical, xenófobo, misógino, racista y fundamentalista, y la Clinton es una profesional, preparada, mujer de Estado, con experiencia en los asuntos públicos y que sabe para qué es el inmenso poder de que goza el Primer Mandatario de la Unión Americana.
Y mi percepción no es voluntarista o un acto de fe. Siempre he confiado en que el pueblo norteamericano, al menos la mayoría, está compuesto por una población preparada, con un buen nivel cultural y que difícilmente iba a elegir a un tipo como Trump, por más mediático, anti establishment y estridente que este sea, y para ello acabo de leer un proyección de resultados que hace la calificadora Moody’s Analytics, que prevé que Clinton va a sumar 332 votos del Colegio Electoral contra 206 de Trump. En un ejercicio de prospectiva basada en una combinación de condiciones económicas a nivel de estados e historia política de los EUA, ha anticipado correctamente el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses desde que Ronald Reagan superó a Jimmy Carter en 1980.
Finalmente y para que veamos el próximo martes con optimismo razonable –por supuesto hay que partir de que se podría dar un resultado imprevisible, cosa que es muy remota-, a la fecha ya casi 25 millones de norteamericanos han emitido su voto y todo apunta a que Hillary lleva una ventaja cómoda hasta el momento. Ahora bien, de que no hay que confiarse pues es cierto, y mal harían los demócratas con Hillary a la cabeza si pensaran que la elección ya la tienen ganada. Dice un dicho que la confianza mató al gato y yo estoy seguro que en el cuartel general de Hillary lo que menos priva es la confianza.

No estoy yo para contárselos, ni ustedes para saberlo.- Pero a propósito de que en julio pasado se cumplieron catorce años de que se fundó el Colegio de Veracruz (oficialmente se creó en el año 2002), les voy a contar algo que muy seguramente ignoran y que es bueno ir clarificando. En febrero de 1999, el que esto escribe presentó a la consideración del recién ungido como gobernador del estado, Lic. Miguel Alemán Velasco, un proyecto vía oficio mediante el cual proponía a su gobierno la creación de una institución de enseñanza e investigación de excelencia a la que llamé Colegio de Veracruz. El proyecto que fue recibido y sellado en la oficina del gobernador, pero jamás tuvo una respuesta oficial de la atención y gestión institucional que mereció por parte de la oficina del gobernador –luego me enteré que fue turnado el proyecto a la Secretaría de Educación estatal-, en donde evidentemente alguien se lo apropió y lo gestionó para que el Colver fuera fundado nada más tres años después de que yo presenté el proyecto original al gobierno del Alemán Velazco. ¿Qué cosas, no?, nunca falta un alma caritativa con visión que le ve futuro a las buenas propuestas, aunque sean ajenas. Tengo el oficio de recibido por si alguien quiere constatar lo que estoy afirmando aquí.
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