Estamos viviendo en Veracruz una crisis profunda y generalizada, con efectos sociales, económicos y políticos de niveles impresionantes e inéditos. Se trata de una verdadera pesadilla que coloca a nuestro Estado cotidianamente en las notas periodísticas con tonos oscuros y grises, con novedades diarias, con impactos mediáticos que configuran un escenario catastrófico; si existiera la declaración de quiebra en las Entidades federativas de nuestro país, Veracruz ya lo hubiera hecho. El mismo Gobierno reconoce, hasta ahora, la magnitud del problema financiero. Por grave irresponsabilidad y cálculo electoral no lo hicieron en su momento, dejando para el infinito la toma de medidas oportunas para hacer frente a los retos económicos. Estamos ante una monumental y drástica irresponsabilidad y abuso del gobierno, que fue omiso y negligente a la hora de tratar los asuntos financieros del Estado; no planearon, no reconocieron, no tomaron medidas para sortear la crisis, dejaron correr el tiempo, propiciando que todo se complicara. Estamos ante la más grave crisis en la historia de Veracruz, cuya autoría tiene responsables con nombre y apellido, alcanzando al partido del que provinieron los últimos gobernantes (PRI) y a las elites que callaron y consintieron los despropósitos del grupo gobernante en los últimos doce años.

Sin obviar al sistema político, la hegemonía local del PRI y la precaria democracia que nos rige, hay que abordar al fenómeno Veracruzano, de quiebra y desastre, desde las actitudes personales de quienes han estado al frente de la entidad. Creo que la condición humana juega un rol fundamental a la hora de configurar procesos colectivos, sigue contando con gran fuerza la personalidad de quienes toman decisiones públicas. En tanto no haya los controles suficientes será «el estilo personal de gobernar» lo que defina avances y retrocesos en los asuntos públicos. Cuenta mucho la preparación de los sujetos con facultades extraordinarias, su voluntad, su prudencia, su capacidad y su propio equilibrio. Si vemos los resultados que estamos padeciendo en Veracruz, nos fijaremos más en las características de sus gobernantes y representantes populares: cleptócratas, frívolos, simuladores, mediocres, grillos y del montón.

El hubiera no existe como solución a nada, pero si como explicación de todo, como parte de la historia; a estas alturas, todavía en lo más fuerte de la crisis veracruzana, podemos pensar y registrar los momentos claves que definieron el rumbo que tomó nuestro estado. Un acto fundamental es la decisión de Fidel Herrera, de escoger a Javier Duarte como su sucesor, sin importar sus condiciones y solo pensando en que le cubriera las espaldas; a este paso siguieron el aval incondicional de su partido, la división opositora y una elección desaseada. Hicieron depender el futuro de Veracruz, de un fin meramente personal y, si acaso, de grupo. Llegado Duarte, en lugar de reconocer los problemas y plantearse un proyecto colectivo, prefirió simular, borrar a la oposición y superar a su maestro con las variantes de una especie de delincuencia organizada político-empresarial. Hace tres años intentamos sin éxito formar la coalición opositora que hubiera ganado la mayoría del Congreso y los Ayuntamientos, evitándonos los suplicios que estamos viviendo; la tumbaron y siguieron con su fiesta. En la pretensión transexenal, intentando ganar las elecciones de Gobernador, ocultaron la realidad financiera a los veracruzanos, no tomaron medidas y dejaron correr el tiempo hasta que todo estalló. Solo por la alternancia es posible conocer los números reales de las finanzas de Veracruz; de otro modo, si hubiera ganado el PRI, todo se ocultaría, se seguiría endeudando al Estado y pidiendo adelantos de participaciones, dejando para el infinito las soluciones de fondo.

No tengo duda que la condición humana incide poderosamente en el comportamiento de todos, en lo individual y en lo colectivo, y que, sin controles, se desbordan las tendencias más nocivas. Fue un error gigante poner a gobernar a una persona tan limitada en todos los sentidos como Duarte, pero quien lo hizo no pensaba precisamente en nuestro bienestar sino en su perpetuación como factor de poder. Hay momentos claves en la vida de los países, las entidades y las sociedades; cuando se procede correctamente se evitan tantos sufrimientos como los estamos padeciendo nosotros en Veracruz. Si hubiéramos hecho alianza hace seis años nuestro presente sería muy distinto pero se impuso la idea personal de Dante y los compromisos de algunos grupos del PRD; si hubiéramos concretado la alianza hace tres años en buena medida hubiéramos matizado el desastre en que dejaron a nuestro Estado pero se impuso la más grande maniobra fraudulenta en la historia de Veracruz, que incluyo la compra de partidos de oposición, Tribunales y todo medio que les estorbara. No se hizo lo correcto y se dejó pasar una gran oportunidad; en el mismo PRI no hubo contrapesos, prefirieron ver para otro lado y frotarse las manos en espera de las candidaturas de corto plazo.

Nuestro actual desastre, por lo tanto, se vino nutriendo de la megalomanía de Fidel Herrera, la novatez y ambición patológica de Duarte, la flaqueza y corrupción opositora, el borreguismo del PRI, la actitud lacayuna de los otros poderes, el sometimiento de la prensa y la apatía ciudadana. Ahora es distinto, no sin grandes obstáculos se les ganó la gubernatura y se les reduce en el Congreso; por eso sale la verdad a flote, se conoce nuestra realidad financiera y se encaran los problemas de verdad. Hicimos posible una oportunidad para Veracruz, todo un reto descomunal que requiere apoyo social y prácticamente la refundación del Estado, con leyes parejas, transparencia, honradez, eficacia y buen gobierno.

Ufa.1959@nullgmail.com

Recadito: Todo el apoyo a los presidentes municipales que luchan por sus recursos retenidos y desviados ilegalmente por el Gobierno del Estado.