Me quedé quieto oyendo aquel sonido que fluía en el aire. Era un sonido que guardaba ritmo equidistante, profundidad, cadencia, pero sobre todo armonía y sonoridad. Con cautela me aparté del camino procurando no pisar las hojas secas que crujientes, lastimadas y violentas, rompieran con aquel sonido tan único y maravilloso. Seguramente sería un pájaro carpintero, sospeché, aunque no lo conocía en “persona”. Me tragaba la respiración para no hacer ruido. Era mi gran oportunidad de conocer al pájaro carpintero. El sonido cada vez estaba más cerca. Sería una catástrofe que, por negligencia, el pájaro carpintero volara privándome de la alegría de conocerlo. Me sentía muy tenso, contracturado, quizás hasta amoratado por contener el aliento. Antes de avanzar más, me entró la duda: ¿Y si en vez del pájaro carpintero, fuera el “rompecuellos”? Entonces de sería devorado como tantas otras personas de la comunidad por el terrible “rompecuellos”. El sonido se hacía más evidente, el corazón me brincaba como queriendo abandonar la oquedad del pecho. La gente hablaba mucho del “rompecuellos”, pero lo cierto es que nadie lo había visto nunca. Todas las versiones de la leyenda del “rompecuellos” llegaban a la misma conclusión: el “rompecuellos” es un asesino despiadado , rompe los cuellos, separa las cabezas como si fueran débiles calabazas de temporada. Había que extremar cuidados, uno de ellos sería largarme de ahí para nunca más volver. Los valientes son de vida corta, porque no miden cuando van a perder, me dijo una vez tío “Pollo” con esa boca que apestaba a rancio tabaco, a zafra de Mahuixtlán, y a gusanos ce caverna. Un cobarde tiene posibilidades de llegar a viejo, un valiente cuando llega a viejo es casualidad, vociferaba mi amiga Juana “La Tepacha”. Sin hacer caso de los consejos inútiles de gente inútil, decidí conocer al pájaro carpintero, no habría una segunda oportunidad. En caso de que el sonido fuera del pájaro carpintero, que dicha. En caso de que el sonido fuera del “rompecuellos”, seguramente mi vida estaría perdida. Sólo había dos cosas: la alegría de conocer al pájaro carpintero, o la desgracia de morir joven masacrado por el terrible “rompecuellos”. Si moría en las garras del “rompecuellos”, mi nombre pasaría a la historia de las grandes leyendas. Si veía al pájaro carpintero seguramente nadie me creería, podría ser la burla del pueblo y, lo peor, sería la burla de mi novia Flor del Río. En el fondo me seducía la idea de que ese sonido fuera del “rompecuellos” y no del simple pájaro carpintero. Con pasos felinos, como de gato, llegué hasta donde estaba una gran mata de higuerilla que cubría mi cuerpo, pero dejaba asomar los ojos pelones de tecolote. Aparté las hojas del arbusto chaparrón. Y entonces pude ver al pájaro carpintero. Admito que me sentí decepcionado, quizás humillado que no fuera aquel pájaro el “rompecuellos”. Pues ya ni modo, compungí los hombros, tendría que buscar otro motivo para labrarme una vida de leyenda. Vi un rato al pájaro carpintero haciendo su trabajo, y luego lo espanté: ¡Vete!, sigue tu camino, le grité. Con el tiempo, ya en la ciudad, el primer trabajo que encontré fue en Telégrafos. Y todo el día escuchaba al pájaro carpintero con los golpes de la clave morse para transmitir textos. ¿Y el asunto de convertirme en leyenda?, me preguntaba; un pájaro carpintero truncó mis sueños, con amargura me respondía. Gracias Zazil. Doy fe.
Comentario al margen: La publicación: Respuestas Exitosas de la Medicina Alternativa para problemas de próstata, es un testimonio de la investigación acuciosa de Ramón Pereda Terán. Bien hecho Ramón.