Me equivoqué como muchos otros observadores alrededor del mundo.
Es que siquiera pensar –imaginarlo-, que un sujeto de las características de Donald Trump pudiera ganar la elección presidencial en su país era un despropósito.
Hasta hace dos o tres meses adelantar que el empresario iba ganar las elecciones del pasado martes, perdón, pero era más un deseo voluntarista, que una construcción prospectiva sin ningún sustento lógico.
Los tres debates fueron ganados por Hillary, dos con suficiencia abrumadora, el primero y tercero, en el segundo los analistas dieron un empate entre los dos contendientes. En los tres vimos a una candidata preparada, estudiada, a una profesional conocedora de los asuntos de Estado que fueron parte central de los cuestionamientos planteados por los moderadores. Por el contrario, vimos a un Trump primitivo, corto de ideas, ignorante, de los asuntos públicos, improvisado, proteccionista, irascible, intolerante, inculto, poco inteligente y demagogo, haciendo gala de su misoginia más extrema.
Lo reconozco, me equivoqué, pero es que no había por dónde ganara. Sin duda pesó más el provincianismo rural, poco educado y rupestre de un sector de la sociedad de los Estados Unidos, de raza blanca, conservadora y ultrareligiosa por encima del segmento más progresista, plural, pro globalización, aperturista y preparado de la sociedad.
Repito, ni en el pensamiento se podía concebir siquiera que un sujeto como Trump pudiera ganar. Pobre de nuestro país sí, pero pobre el mundo ante la incertidumbre y desazón que genera un sujeto con graves problemas de inestabilidad emocional, poco equilibrado mentalmente, ególatra, misógino, sexista, racista, xenófobo y demagogo como ese. No soy muy dado a este tipo de expresiones, pero que Dios nos proteja y nos agarre confesados, los Estados Unidos deberían estar avergonzados con el mundo, han elegido a un hombre que podría desencadenar los peores demonios, una suerte de apocalipsis.
Siempre he sido consciente de que en democracia se gana o se pierde, esa es la naturaleza del juego democrático. Pero hoy la democracia, ese gran sistema que los griegos concibieron hace poco más de 2,500 años como el gobierno del pueblo, y que los norteamericanos perfeccionaron desde la misma fundación de su gran país hace 242 años, hoy, esa democracia nos ha quedado mal, nos ha jugado la peor de las jugarretas, una mala broma que ha puesto en vilo el futuro de la paz mundial.
Trump es un sujeto ignorante de la política política, de política exterior, de geopolítica, de comercio mundial y relaciones internacionales y de militarismo. Es muy probable que su visión del mundo vista a través del prisma de los negocios privados, en donde los principales resortes para un negociante son ganar-ganar le dificulten su relación con los nuevos contrapesos a nivel mundial, es decir con China, Alemania, Rusia y la India, y es muy probable que haya un impasse en la relación con Cuba y la dificulte con Corea del Norte.

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