*¿Qué importa saber lo que es una línea recta si no se sabe lo que es la rectitud?. Séneca. Camelot.
TERCER DIA DE ELECCION
Es lunes, víspera del proceso que tiene cautivado y asombrado al mundo. Hay más corresponsales extranjeros que estrellas tiene la noche. Por doquier se les ve. Escribo esta cuando faltan 18 horas para la elección y Mamá Hillary está en Filadelfia, en discurso que une al del presidente Obama, que acá llegó a apoyarla en ese cierre de campaña, con la señora Obama, Michelle. Es un día de otoño con viento fresco. Por doquier anduvimos, hoy tocó al Mall National, donde se une el Capitolio, el Monumento a Jefferson y El Obelisco, Monumento a Washington. Y remata en el Monumento a Lincoln, un viaje que tenía pendiente a ese sitio donde las cuatro veces que he venido, no llegaba. Impresionante el Monumento, visitado por miles, en esa hora que allí estuvimos, el Lincoln Memorial, se le conoce. El presidente, sentado, con sus largas manos de leñador ve hacia al frente, sabedor de que dio su vida para que este país no se dividiera y hoy son lo que son, el Imperio más grande del mundo, que haya conocido el ser humano, superior al de Roma. Y al Imperio japonés y al que le pongan enfrente, muestra al presidente de forma pensativa, mirando al este hacia la Piscina Reflectante y al Monumento a Washington. Una de sus manos está cerrada, mientras que la otra está abierta. Debajo de ellas, las fasces romanas, símbolos de la autoridad de la República, están esculpidas en el relieve del asiento. La estatua se levanta a 6 metros de altura y tiene 6 metros de anchura. Fue moldeada por los hermanos Piccirilli de Nueva York en su estudio del Bronx a partir de 28 bloques de mármol. Obama y los Clinton se despiden en el evento que dieron en Filadelfia, donde los Padres Fundadores de la Patria le dieron vida a esta nación. Aquí están todos ellos, representados en Monumentos o en historia, Washington, Adams, Jefferson, los tres primeros que sembraron las bases y que, el más listo de todos y más honesto, John Adams, cuando terminó de construir la Casa Blanca, dijo una oración: “Ojalá y que esta casa sea siempre habitada por un hombre de bien”. Llegan miles al Monumento. Allí dentro están dos discursos señeros de Lincoln, y aquí mismo Martin Luther King soltó lo de ‘Yo tuve un sueño”. El discurso de Lincoln, el de Gettysburg, cuenta la historia que lo escribió con una vela en un escritorio, al pie del campo de batalla. En apenas tres minutos, en diez oraciones y menos de 300 palabras, inmortalizó ese campo de batalla: “«Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación; concebida en libertad y consagrada al principio de que todos los hombres son creados iguales. Correcto y apropiado que hagamos tal cosa. El mundo apenas advertirá, y no recordará por mucho tiempo lo que aquí digamos; pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Nos corresponde antes bien a nosotros, los vivos, consagrarnos a la inconclusa empresa que los que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien nosotros los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún nos queda por delante: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron la última medida colmada de celo. Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, bajo Dios, renazca en libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, jamás perezca sobre la Tierra.». Eso mismo está escrito en una de sus paredes.
AL CAPITOLIO
Brincamos al Capitolio y llegamos a la Casa Blanca. Que la han cerrado por completo y solo de a lejitos se logra ver. Vigilancia extrema del Servicio Secreto. Hay que rodearla para tomarse las fotos por los dos lados, sus dos frontispicios, donde se avizora el Salón Oval y la parte principal. Al tomarnos una foto, Rico, el amigo que no es rico, dejó en el suelo un morralito con los suvenirs, en menos que canta un gallo, como cuando Flavino salió por piernas huyéndole al Chikiyunes de Casa Veracruz, así de rápido llegó un agente del Servicio Secreto, una vez les mataron un presidente (JFK). No quieren otro. Allí mismo brincamos al hotel Hay Adams, donde los corresponsales del mundo alquilan la azotea, porque de allí se ve la Casa Blanca en toda su dimensión. Entramos a su bar ‘Off the Record’, léxico de periodistas. Solo vimos a una guapa conductora de CNN, los y las mexicanas aun no llegaban, era temprano. Allí quedamos con el abogado Jorge Reyes Peralta y su señora esposa, de ir a cenar. Nos llevó como buen guía washingtoniano, a uno extraordinario, La Tarberna del Alabardero, en el 1776 de Eye Street. Cerca de donde un taxi de Uber nos llevó. Unas entradas de pulpo en las brasas, una paella superior a las de la misma Valencia y un corte de carne de primera, escanciada con un buen vino, y las pláticas de la política, hizo que las dos horas se nos fueran de rapidito. Todos en espera de que mañana sea el Súper Martes. Un orujo, o algo parecido nos hizo olvidar que el tiempo se acerca y que la madre de todas las batallas llega, muchísima gente ruega que Hillary se levante con el triunfo. Hicimos un enlace desde La Casa Blanca, a Crónica y XEJF Radio Max, desde la misma Casa Blanca, como si fuéramos Loreto o Joaquín. Pero lo hice así, para acordar de mis tiempos del Radio, cuando la vida era una tómbola, tom, tom, tómbola.
Mañana vemos quién gana.
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