*La opinión pública es un poder que nada resiste. Camelot

UN DIA EN NUEVA YORK

Lejos de mi aldea, escribo estas líneas a unos 3 mil 364 kilómetros y unas cinco horas de vuelo, en Interjet de Miguel Alemán, que es por donde debo regresar. De Washington pasé por Filadelfia, fui a ver el sitio donde los Padres Fundadores de la Patria dieron los gritos de independencia y donde engrandecieron su honradez, ahora que hay tanta corrupción en el mundo. Una mañana fría, porque ahora el otoño se va y presagia buenas heladas y nevadas, en esta zona que un tiempo, cuando llegaron los colonizadores y fundadores, debió haber sido lugar inclemente para vivir, pues solo había leña para calentarse y ninguna tecnología con la que ahora se cuenta. Tomamos el tren de la terminal de Filadelfia rumbo a Nueva York. Donde esta isla, Manhattan, fue vendida por los indígenas a unos holandeses que les dieron espejitos por oro, unos 60 florines holandeses, o sea, unos 24 dólares, la mitad de lo que vale un café ahora, fundada en 1624 al pie del Hudson, un lugar que volvieron bello, un icono de ciudad de relevancia como es Paris en Europa. Adormilados, bajamos del tren una hora y pico después de dejar Filadelfia. Estos trenes Amtrak son rápidos y no ruidosos, pero nada de compararse con los españoles, los famosos AVE (acrónimo de Alta Velocidad Española), donde lideran en ese tipo de trenes rápidos, después de los de los japoneses. Al descender hay que jalar la maleta, ya viene pesada por los souvenirs, en Filadelfia entramos a la tienda donde te venden gorras, camisetas, campanas y la figura del sitio donde dieron su grito de Independencia, y leyeron el Acta, casi toda escrita por el gran Thomas Jefferson. Firmada por John Adamas, Washington, Madison y amigos que les acompañaron en esa batalla de las 13 colonias.

EN LA TERMINAL

Un negro se apresta a ayudar a jalar las maletas, estamos en la calle, en la pasarela donde se toman los taxis. Desconfío de él, quiere ganarse un dólar de propina pero no dejo que me suba al taxi que él llama, hay que andar a las vivas. Le digo que a otro, así lo hace y le doy su dólar. Llego muy rápido al hotel. Me hospedo en Broadway, la zona de teatros, en un W, estos que son caros y no muy buenos, más bien parecen hoteles de boutique, como les llaman a algunos. Nada comparado al gran Omni de Washington, donde Víctor, de la agencia de Viajes Sotelo, frente a la Alameda orizabeña, me ayudó a conseguirlo, un hotel grande, amplios sus cuartos, exhibí que pueden bailar diez parejas y caben muy bien. Este donde llego apurado cabemos, y somos tres, la ventaja de estar a dos pasos de Times Square te da luego desventajas en las habitaciones, pero así se aprende, manito, diría Minga, una gente de mi pueblo. Todos son buenos, uno puede hospedarse en el alto o bajo Manhattan, tomar el Metro y moverse a donde se quiera. Ahora no hay béisbol, pero hace años que los Yankees no lideran meterse a la Serie Mundial.

A LA CAMINATA

Llegamos, dejamos nuestras maletas en custodia, porque el cuarto nos los dan hasta las tres, y comenzamos a caminar por la fría y bella ciudad. Amanece muy frio y al mediodía el sol pone caliente el panorama, mas noche vuelve a bajar la temperatura y pega durísimo, a unos 4 o 6 grados, que para nosotros, que somos de temperaturas más frescas, es duro. Esta es una zona turística por excelencia, de Times Square parecería que se mueve el mundo, miles y miles cruzan las calles. Comemos y cenamos, aquí se hace a las seis o a la hora que a uno le de hambre, en el Buba Gump, restaurante de mariscos en homenaje a aquella película de Tom Hanks, Forrest Gump. Al otro día, por la mañana, es el desfile de los Veteranos en la Quinta Avenida de Nueva York, desfilan sus soldados, policías y bomberos, muy aplaudidos cada que pasan, desde aquel 11-S hay respeto y admiración, algunos desfilan con sus hijos. Pero a la mitad ya se desencanta, se meten todos los colados, parece desfile de la Feria Expori de Orizaba, autos, bastoneras, periódicos, todos meten su gente cuando debía de ser exclusivamente de soldados y policías. En fin, visto desde la escalera de St Patrick, su iglesia católica, donde nos metimos a darle una rezada a un gran cuadro de la Virgen de Guadalupe, y a pedirle a la Madre de América, la Morenita, como la llamó Juan Pablo Segundo, a pedirle que proteja a los paisanos mexicanos inmigrantes de ese loco que ganó la presidencia para asombro del mundo. Ese desquiciado llamado Donald Trump, que para que no quede duda de cómo viene, y Jorge Castañeda, exsecretario de Relaciones de Vicente Fox, dice que es una verdadera amenaza, Jorge asegura que serán días muy difíciles para México. Días de Guardar, como escribía el gran Monsiváis, días de incertidumbre, o como corrió por allí en las redes sociales, el día que Nostradamus predijo que una bestia vencería a una mujer, y el mundo entraría en apocalipsis. Hay muchos miedo aquí de todos los paisanos, sean ecuatorianos, mexicanos, hondureños, guatemaltecos, y también los africanos, todos los taxistas de Nueva York son africanos, etíopes, egipcios, de Arabia, pues, ellos sienten también el temor de las deportaciones. Voy y camino hacia la Torre Trump, voy a la casa de la Bestia, el que porta en ese pelo color de elote -Orange, le ponen aquí-, el número 666 en su mente, en su frente y su pensamiento. Historia para mañana.

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