Por Ramón Durón Ruiz (+)

Ese viajero inagotable y talentoso fotógrafo Nicolás Bouvier afirmó: “Uno cree que va a hacer un viaje, pero enseguida se da cuenta que es el viaje el que lo hace a uno”

En días recientes he tenido la bendicion de viajar –reconcer que cada viaje hace de mi un hombre diferente– y participar como conferencista en distintos eventos.

En el primer Congreso Regional de Tanatología a invitación del Dr. Raúl Carrillo García; en León Guanajuato, con la empresa Vaqueras, invitado por Rubén Cabrera Gómez; en el D.F. con el personal de la SCT invitado por el Oficial Mayor, Maestro Rodrigo Ramirez Reyes; con el personal Sindicalizado del Poder Judicial de la Federación XIX circuito, invitado por el Mag. Gonzalo Higino Carrillo de Léon y el Lider de la Seccion 49 Lic. David Mancilla Nava; en la Secretaria de la Contraloría General del Estado de Sonora, invitado por la C.P.C Guadalupe Ruiz Durazo.

Los viajes dando conferencias por el país, hacen que el Filósofo vaya con los ojos del alma dispuesto a aprender, a gozar cada instante de la vida, disfrutando mi tarea, fijando mi atención en lo que haré, siempre adelante, porque la vida es lo que viene… no lo que fue.

Viajar, es andar el camino para reencontrarnos con el eterno caminante del universo que somos, es descubrir el cambio, algo nuevo, distinto a la distancia; viajar es la eterna paradoja de la búsqueda interna, es auto explorarnos; es sondear paisajes humanos y al final de nuestro camino volver –con el alma enriquecida– al punto de partida.

Viajar con intensidad para disfrutar espacios, geografías, paisajes, entornos, que nos llevan a adentrarnos en nuestras raíces, distintas y distantes; viajar, es embelesarnos con nuestra cultura, emborracharnos de sabiduría, es empaparnos en la esencia del alma nacional enriqueciendo nuestra bagaje espiritual, descubriendo la inagotable riqueza de la cultura popular de nuestra tierra.

Viajar, es mantener el espíritu abierto y la curiosidad despierta, para adentrarnos en la creatividad, colores, diversión, amor, ingenio, texturas y suave picardía del colectivo social, es disfrutar nuestra gastronomía.

Viajar, es encontrar paisajes donde se detiene el tiempo o hasta parece que se regresa, es encontrarnos con una cultura milenaria que imprime en cada color, sabor o textura la sabiduría de un pueblo que frente a la tragedia, ha aprendido a amar y a reír.

Viajar, aprender a pensar distinto, es encontrarnos con paisajes suspendidos en el tiempo, con el alma festiva, con bellas postales en donde se entremezcla la nostalgia, la modernidad, la tradición el glamur, que hacen de nuestra patria un fragmento del paraíso.

Viajar, es valorar a nuestra gente, llena de ritos, mitos y leyendas que atrapan, cautivan, encantan y fascinan. Viajar, es asombrarnos con miles de rostros que comunican una historia que enorgullece; es encontrarnos con paisajes donde se refugia la magia de la solidaridad.

Viajar, es ver el universo con amor; es ejercitar el alma para descubrir miles de imágenes, sabores, ruidos, voces, signos y señales que se comunican de manera mística con nosotros, susurrando al oído secretos centenarios; es escuchar la tradición oral de un México mágico que con su cultura popular es un faro que llama a disfrutar la tierra firme.

Un proverbio árabe afirma: “Quien vive, ve; pero quien viaja…ve más” para este Filósofo viajar, es ver la majestuosidad del nuevo amanecer pleno de pasión con entusiasmo; es encontrarnos con nuestros sueños de niño; es descubrir la vida, –la nuestra y la ajena– es hacer una rica fusión de ambas; es regresar a casa y valorar el calor del hogar.

Resulta que llega un periodista con el campesino de Güémez y le pregunta:

–– Filósofo: ¿Por qué viajas tanto por el país dando conferencias?

–– ¡POR HAMBRE…‘ABRÓN!

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