Al margen de que todavía se encuentra uno por ahí a quienes piensan que México estaba mejor durante el porfiriato que después de la Revolución Mexicana, la verdad es que hoy, con todos los problemas que el país puede tener actualmente y que todos conocemos de sobra, no hay un punto de comparación entre uno y otro periodo, a pesar de los pesares.
Para empezar soy de los que creo como decía el maestro Jesús Silva Herzog allá por los años sesenta en un célebre ensayo, “la Revolución Mexicana es un hecho histórico”. El último presidente genuino del movimiento armado de 1910 fue el Gral. Lázaro Cárdenas del Río y no como él mismo se autodefinía, José López Portillo (“Soy el último presidente de la Revolución Mexicana”). Los regímenes de Manuel Ávila Camacho a la fecha pueden ser todo menos considerados como resultado de aquella gesta histórica y épica, y lo digo muy al margen de que al país lo hayan gobernado tanto priistas como panistas. Dentro del PRI hubo presidentes que se corrieron a la derecha más extrema y conservadora.
Los presidentes desde Manuel Ávila Camacho pasando por Miguel Alemán Valdéz y Adolfo López Mateos hasta Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari por el sello de sus gobiernos estaban muy alejados de los principales postulados de la Revolución Mexicana. Decir que sus gobiernos eran resultado de ese movimiento armado era más como un cliché para tratar de legitimar y darle una identidad a sus gobiernos que por otra cosa. La RM se terminó con el michoacano. Ni instituciones creadas por gobiernos priistas como el IMSS, el ISSSTE, el Infonavit y otras creadas con un genuino sentido social pueden ser consideradas revolucionarias, simplemente son el resultado de políticas públicas entendidas estas como la “respuesta del estado a una demanda social”, así de simple y esto mismo lo hubieran hecho los panistas o los perredistas.
Pero bueno, saliendo de esta percepción que habrá quien comparta y no la opinión de quien esto escribe, la Revolución Mexicana sí fue un gran movimiento armado de carácter épico, una revolución social, nacionalista que buscó transformar al país, que buscaba –y lo logró- derrocar a un gobernante autoritario, tirano y dictatorial. Además, logró instaurar un régimen democrático, quizá uno de los principales legados de la RM y llevó la educación pública de carácter popular a las grandes masas de mexicanos que durante el porfiriato y buena parte del siglo XIX habían permanecido marginados de esta garantía social. Lo anterior sin contar con la reforma agraria que repartió grandes extensiones de tierra entre millones de mexicanos desposeídos de su patrimonio original. Se podrá discutir que el ejido como forma de organización social de la tierra fue un fracaso, pero eso fue posterior, eso nada tuvo que ver con la reforma agraria como uno de los grandes postulados de la gesta armada de 1910. El fracaso de la organización ejidal se debió básicamente a la incapacidad de los gobiernos posteriores a la revolución que no supieron –o no quisieron- hacer de la figura del ejido una entidad productiva del campo, granero de la nación.
Finalmente, otro de los grandes saldos favorables que deja la RM es la ‘revolución’ cultural que generó y que se vio reflejada en la literatura (la novela de la RM), la pintura (el muralismo), el cine, e inclusive en la academia, no hay que olvidar que casi todos los actores centrales del movimiento armado de 1910 han sido objeto de grandes estudios por parte de académicos e investigadores universitarios, tanto aquí como en el extranjero, desde Villa, Zapata, Cárdenas, Obregón y Elías Calles, pero en general, la RM significó una renovación y un refresco de diferentes movimientos alternativos en materia cultural que subsisten incluso hasta nuestros días.

De las Bellas de Noche.- Causó cierta polémica mi anterior entrega. No faltó quien me criticara por considerar a Lyn May una belleza. Bueno, con todo respeto, en gustos se rompen géneros. En lo particular tengo gustos un poco más sutiles, no soy tanto de formas exuberantes en cuanto a la belleza femenina se refiere, pero no soy de los que discrimina y creo que en las vedettes que brillaron allá por los años setenta y al menos la primera mitad de los ochenta, pero estas damas tenían legiones de fieles seguidores y sus presentaciones en los diferentes centros nocturnos en que trabajaban era un éxito asegurado para los empresarios del medio. Por supuesto que hoy en día estas señoras reflejan el paso del tiempo que a nadie perdona, pero hay que reconocer que siguen conservando algo o mucho de la señorial presencia que atrajo, insisto, a miles de seguidores.

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