“Si toda la gente se ocupara de sus propias cosas”, dijo la Duquesa con un ánimo áspero, “el mundo se movería mucho más rápido de lo que lo hace”- Lewis Carrol
La percepción sobre el acontecer de la vida diaria, se incrusta en el colectivo ciudadano, me refiero, a que pasan todas aquellas celebraciones sobre las cuales nuestro país se edificó, y en lugar de aplaudir, se señala que mucho del espíritu que envolvía dichos movimientos, ahora se encuentra lejos de su condición fundacional.
Evidentemente, el purismo revolucionario ya no sucumbe en su planteamiento inicial, sino que se sustenta en una visión integradora, en una nación que debería presentarse, resuelta a afrontar los vaivenes del entorno internacional y los requerimientos internos. Laxo fenómeno que describe mejor la ruta y nos presenta posibilidades de lograr una planeación profunda.
Si bien los hombres guían a los pueblos, cabe destacar que en los últimos años México ha alcanzado importantes avances en materia de leyes, instituciones y procedimiento en diversas materias, sin embargo, los hombres nulifican la centralidad virtuosa de dicha dinámica.
Con ello, efectúan que prevalezcan serios obstáculos para el perfeccionamiento integral de la ciudadanía de nuestro país. Factores que, combinados con las condiciones de pobreza y desigualdad, la persistencia de ejercicios autoritarios o clientelares, y las amenazas a la seguridad pública, vulneran el ejercicio de la ciudadanía civil, política y social.
Para dar respuesta a ése fenómeno nos apoyamos en la historia, pero la historia no es nuestro código. Esto no quiere decir que nuestra conducta deba escapar a toda reglamentación, sino que esa reglamentación debe inspirarse exclusivamente en los principios de la razón y justicia.
Prototipo, que está cobijando frivolidades absurdas de mesianismo, y no precisamente fuerza que nutra el superfluo actuar de nuestras instituciones. La dilapidación de la figura pública, es un paralizante temerario ante un contexto externo, convulso y pulverizante.
Ante esa realidad propia, emana una oportunidad de redefinirnos y plantear una agenda de construcción, que dé aroma y sustancia a un ambiente futido y fúnebre.
Mas, cuando nos encontramos próximos al centenario de la Constitución Mexicana de 1917, buen tiempo para dar un giro y pensar en una carta Magna acorde al nuevo siglo, menos obesa y parchada. Ha llegado el momento de hacer otra cruzada con un objetivo mucho más noble y mucho más puro (que los anteriores). La cruzada por la inclusión universal, erigida en la economía social y un verdadero Estado de Derecho.
Hoy la realidad global es muy distinta, y las necesidades avasalladoras. Las penurias sucumben el ingreso real, contraen las jurisdicciones del éxito, y carcomen las mentes de aquellos que han llegado a pesar que cumplir sueños es un estado cursi de la mente.
Hoy el cambio es objeto de preocupación y atención prioritaria, requiere que todos aportemos esfuerzo, y así trasladarnos hacia contextos mucho más amables para la vida diaria. En sí, el ideario se debe recobrar sin visión de futuro no hay tal.
Recordando:
• Si van a cimbrar a México, que sea para edificar, no para romper.

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