ACERTIJOS
Gilberto Haaz Diez
*Las deportaciones forzadas, la eliminación sistemática de pueblos y el desprecio de los derechos fundamentales de la persona, son las tragedias que, desgraciadamente, aún humillan a la humanidad (Juan Pablo II) Camelot.
EL ALCALDE NEOYORKINO
Ayer en un video que circula por las redes y los WhatAsspp, el alcalde neoyorkino tiró un discurso claro, con su dicción perfecta de buen político, asombró a la gente que le escuchaba, lo circulé entre mis contactos. Se llama Bill de Blasio y mandó al carajo a Donald Trump cuando le llegó con sus jaladas de deportaciones. Le dijo, como casi todos sabemos, que en Nueva York llegaron los primeros inmigrantes, la primera oleada de gente que venía a trabajar huyendo de la hambruna de Europa, cuando la papa dejó de darse y el hambre los mataba. Y el pueblo comenzó a engrandecerse. Nueva York no era lo de hoy, con rascacielos gigantes. Tenían chozas y tenían carencias, y la mano dura de esa gente llegó a encumbrarlos, como hacen nuestros paisanos mexicanos y latinos que se matan en el trabajo agrícola, y en los puestos de servicios. La Isla Ellis es ejemplo de esa entrada. Y lo hemos visto en las películas, aquella de Leonardo Di Caprio en Pandillas de Nueva York y en la otra, El Padrino de Francis Ford Coppola, que la ciudad veía llegar a sus nuevos residentes, a sus nuevos hijos. Ese video recorre el mundo y todos aquellos que condenamos al pelos de elote, lo circulamos, es lo menos que podemos hacer. Trump quiere ir en contra de las llamadas Ciudades Santuario, y quiere llegar con la guadaña a descabezar a los compatriotas. Ojalá y un rayo lo partiera, en el camino. Copio a Guadalupe Loaeza, del diario Reforma, que habla de ello:
hace tres días el alcalde demócrata de Nueva York, Bill de Blasio, nieto de abuelos inmigrantes italianos que mide casi dos metros, leyó un discurso en Cooper Union en la Gran Manzana. Palabras más palabras menos, dijo: «He aquí mi promesa a ustedes, como su alcalde. Emplearemos todas las herramientas que estén a nuestro alcance para defender a nuestra gente. Si todos los musulmanes serán obligados a registrarse, tomaremos acción legal, para impedirlo. Si el gobierno federal quiere que nuestra policía separe a las familias de inmigrantes, nos rehusaremos a hacerlo. Si el gobierno federal intenta deportar a neoyorquinos que cumplen la ley sin antecedentes criminales que no tengan representación, intervendremos. Trabajaremos con los concejales de la ciudad para proveer a estos neoyorquinos con los abogados que necesiten para protegerlos a ellos y a sus familias. Si el Departamento de Justicia ordenara a la policía local reanudar las acciones de detener para catear no cumpliremos con esa orden. Si se amenazan los fondos federales para la planificación familiar de la ciudad de Nueva York, nos aseguraremos que las mujeres reciban los cuidados médicos que necesiten. Si judíos o musulmanes o miembros de la comunidad LGBT o cualquier otra comunidad son victimizados o atacados encontraremos a los atacantes y los juzgaremos. Esta es la ciudad de Nueva York. Nada de lo que somos ha cambiado con el día de las elecciones. Siempre seremos Nueva York». Y al finalizar agregó en español: «Somos siempre Nueva York». Lo anterior me dio mucho gusto porque cada vez más vemos en las redes escenas de violencia y xenofobia en restaurantes y supermercados.
LA XENOFOBIA
El día de la elección, quien esto escribe estaba a unos veinte minutos de la Casa Blanca en Washington, todos esperábamos el triunfo de Hillary, lo mismo los grandes diarios que las grandes cadenas televisivas. En el cuarto de hotel, viendo llegar las votaciones por Distritos Electorales, en CNN y Univisión, porque los Padres de la Patria en Filadelfia escogieron este modelo para elegir a su presidente, dándole voto a pequeños estados para que, los candidatos, cuando fueran a pedirlo llegaran a esas pequeñas ciudades casi olvidadas. Eso desgració a Hillary Clinton, hasta el día de ayer en el voto por voto, casilla por casilla, Hillary aventaja a Trump por más de dos millones de votos. Pero ellos así quisieron elegir a su presidente. Ya ocurrió otra vez, Al Gore ganó al vaquero endemoniado, George (Yorchito de cariño) Bush, pero en los distritos el texano lo venció. A veces ni ellos entienden cómo se gana y se pierde, pero esa es la legislación electoral. Esa noche de infortunio para los Demócratas ya no hubo fiesta en la Casa Blanca, la gente no salió como hacía ocho años lo hicieron cuando ganó Barack Obama, aquella noche del triunfo del primer presidente de color, que seguro Abraham Lincoln en su tumba se alegró, muchísima gente salió a vitorear. Ahora nada. Al otro día la ciudad se veía desolada, la gente fue a trabajar con la barbilla en el pecho, y los taxistas, como el que nos llevó a la Terminal Union Station, uno afroamericano y paquistaní otro, nos decían que cómo le iban a explicar a sus hijos el temor de la deportación. Trump es un criminal, si emplea esa política. Lo bueno es que en el camino encontrará gente justa, como ese alcalde neoyorkino, que es ejemplo de grandeza. Larga vida al alcalde neoyorkino.
Ese video de esa conferencia, que dura aproximadamente unos dos minutos, se puede ver en Youtube.
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