*Oh esa muerte, que tarde o temprano llega porque llega. Camelot

LA MUERTE DEL DICTADOR

Fidel Castro murió como mueren los dictadores, en cama y con las botas militares puestas. Hay muchos ejemplos, Francisco Franco, que murió maldiciendo a Echeverría y para que la historia lo empalmara con nuestro México lindo y qué herido, estiró la pata un 20 de noviembre, el mismo día que celebramos la Revolución. Copio a Francisco Elizondo Mayer, en su artículo ‘Morir en la cama’: “Los dictadores exitosos logran morir tranquilamente en su cama estando aún en el poder. Stalin, después de todos los errores y crímenes que cometió, gobernó hasta su muerte por enfermedad. En contraste, Hitler, a quien derrotó en la Segunda Guerra Mundial, se suicidó. Otros casos exitosos de autócratas que mueren en su cama gobernando son Gamal Abdel Nasser, en Egipto, después de 16 años como presidente; Kim Il-Sung, de Corea del Norte, tras 46 años en el poder; su sucesor e hijo, Kim Jong-Il, tras 17 años; Leónidas Brézhnev, quien estuvo al frente del Partido Comunista de la Unión Soviética 18 años; Mao Zedong, quien disfrutó de 28 años de poder, y Francisco Franco, de 37. Háfez al-Ásad, el padre del actual presidente de Siria, murió tras 29 años en el gobierno, y Hugo Chávez falleció de cáncer tras 14 años como presidente de Venezuela”. Fin del artículo. Fidel Castro muere y en Tuxpan hay recuerdos de cuando partió en el famosísimo Granma hacia Cuba, al grito cumbiero de ‘yo me voy pa’ la Habana y no vuelvo más’. Y no volvió. Tomó el poder y se quedó el angelito 60 años de Dictador, con un poco de ayuda de Camilo Cienfuegos y el Che Guevara. Murió viejo, como escribió el poeta Jaime Sabines: “siete veces mil veces he muerto y estoy risueño como en el primer día. Nadie dirá: no supo de la vida más que los bueyes, ni menos que las golondrinas. Yo siempre he sido el hombre, amigo fiel del perro, hijo de Dios desmemoriado, hermano del viento. ¡A la chingada las lágrimas!, dije, y me puse a llorar”.

LOS 12 PRESIDENTES

Sobrevivió Fidel Castro a 11 presidentes americanos, con quienes riño y aguantó vara, desde Eisenhower hasta Obama: Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, los dos Bush, Clinton y Obama. 12 incluido el electo, el necio y mamón Donald Trump, quien le llamó ‘Brutal Dictador’ y sepulta las esperanzas de un acuerdo. Con Kennedy desarrollaron la Crisis de los Misiles, aquellos 13 días en que el mundo apretó aquellito. En México tuvo un aliado siempre fiel, el capitán y exgobernador de Veracruz, Fernando Gutiérrez Barrios, a quien Carlos Salinas nos lo legó como ‘Hombre leyenda’, y un día la parca llegó por él, pocos días antes de tomar posesión como Senador de la República. Gutiérrez ya no vio la caída del PRI, sino se vuelve a morir. El otro Fidel, Velázquez, decía una frase que se convirtió en leyenda: “Estoy tan viejo que ya hasta la muerte se olvidó de mi”. Así andaba este Fidel, esperando en la cama que la muerte llegara y, como cantó Serrat, la muerte pisó su huerto antes que el año fenecería, y alguien firmó que murió de muerte natural, a los 90 años.

MI ESTANCIA EN CUBA

En 2009, hace 7 años, anduve y andé unos diez días en Cuba. Con mi sobrino, el Infante Gustavo Lila. Paseamos por la bella y pobre Habana, nos metimos por todos lados, donde se podía, en el Hotel Nacional donde crearon historia y Batista celebraba el fin de año, cuando se le aparecieron los fantasmas barbones. Ciro era el chofer, un viejo ochentañero, era tan viejo como Fidel. Lo adoraban, la gente grande estaba con él, los jóvenes les valía. Fue Fidel una gente de claroscuros, en su juventud, revolucionario de ejemplo, y conforme pasó el tiempo, dictador chafa. Su pueblo tuvo carencias no superadas, cuando el mundo se conectaba al Internet, allí faltaba todo. Apenas unos cuantos hoteles Meliá, de los españoles. Para escribir mis relatos, costaba un huevo y la mitad del otro enviarlas vía Internet. A Ciro le dije me llevara a la casa de Fidel, quería tomar una foto. Se negó, dijo: “Ahí no puelo, chico”. Había prohibición de pasar por ahí. Otra, cuando le pregunté si en la noche se podía salir sin peligro, me dijo: “Chico, aquí no pasa nada, si alguien asalta a un turista amanece muerto, ejecutado por Fidel”. Había pobreza, pero había tranquilidad y seguridad. No conocen de drogas ni de narcotráficos ni de ejecuciones, como ocurre en nuestro México. No hay carteles ni esas bandas que maltratan a un país. La ventaja de las dictaduras. O la bebes o la derramas. Dijo Fidel hace años que la Historia lo absolvería. Yo creo que ya no pasa nada con su muerte. El viejito hermano y Obama han abierto las puertas para que, poco a poco, se normalicen las relaciones con sus eternos enemigos, Estados Unidos. Aunque quien sabe con el loco que llegó. Pero Fidel ya no verá ni las Mc Donalds ni los Starbucks café. Irá al panteón de la historia, a reunirse con Gutiérrez Barrios y Camilo y el Che, a festejar; pero también a ver a muchos disidentes escritores, como quien lo espera con amargura y rencor, el gran Guillermo Cabrera Infante, Premio Cervantes 1997, escritor cubano y guionista que, al estar al lado de Fidel, y ver cómo venía de maloso y como desviaba el camino torcido, se exilió a Inglaterra y obtuvo la ciudadanía británica, siempre pensando en la Isla de sus amores, a la que nunca regresó. Cabrera Infante en Bahía de Cochinos vio que eran generales soviéticos los que operaban la defensa, y el creador de Tres tristes tigres, abandonó a Fidel, y lo combatió con escritos. Era el Enemigo Público Número Uno de Castro. Cierro con el poeta Jaime Sabines: “Morir es retirarse, hacerse a un lado, ocultarse un momento, estarse quieto, pasar el aire de una orilla a nado y estar en todas partes en secreto”.

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