Para desencanto de muchos queridos amigos, para quienes Fidel Castro ha sido como un faro de luz por su papel anti yanqui y anti imperialismo a lo largo de la historia del siglo pasado, la verdad es que yo le perdí la fe pronto al líder cubano. Nada más le aguanté cosa de 20 años al frente del gobierno de la isla. Eran los años ochenta y en las reuniones que tenía con amigos tanto en Córdoba como en México, uno de los debates que siempre salía al centro de las reuniones era el por qué Fidel y una vez consumada la revolución cubana, se mantenía en el poder cual vil dictador férreo.
Algunos amigos, paisanos, admiradores de Fidel justificaban su mandato diciendo que su presencia al frente del gobierno cubano era porque “era parte de un proceso, que una vez que la revolución hubiera sentado sus reales en la isla, el barbudo guerrillero dejaría el poder”. “Ah cabrón, pues ¿que 20 años no han sido suficientes para establecer y consolidar el régimen comunista en la isla?, les preguntaba a los amigos y ellos me contestaban casi al unísono: “Sí, pero entiende que el imperialismo yanqui está al acecho y en cualquier momento se puede engullir a la isla, entonces la presencia del comandante es imprescindible para mantener la independencia del pueblo cubano”. Cosas así por el estilo discutíamos, nunca nos poníamos de acuerdo.
Y caray, es que la revolución cubana tuvo su momento y su espacio de tiempo. Nadie le quita el mérito a Fidel de haber derrocado al dictador Fulgencio Batista, de haber revertido la suerte de los cubanos y de hacer una realidad la educación y la salud para millones de compatriotas suyos. Aquella aventura que inició en México, en donde intervino el ex gobernador veracruzano Fernando Gutiérrez Barrios, la salida del puerto de Tuxpan de un grupo de ochenta y tantos guerrilleros que se fueron a la isla para hacer la revolución y todo eso que sabemos de esa historia que jamás hubiera imaginado el mejor de los escritores de ficción, la Sierra Maestra y el cuartel Moncada. Hasta ahí nadie le quita el mérito al comandante.
Pero la utopía del comunismo terminó hace ya 29 años cuando Mijaíl Gorbachov con el glasnost y la perestroika pone fin en la Unión Soviética al marxismo-leninismo, y en 1991 queda oficialmente extinguida la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas para dar paso una confederación de estados y después a los estados independientes que hoy son, o sea hace ya alrededor de 25 años. Y el 10 de noviembre de 1989 fue derruido el muro de Berlín con lo que se punto final a la guerra fría, al mundo bipolar e, insisto, el comunismo tal como lo imaginaron los bolcheviques inspirados en la doctrina marxista-leninista se terminó. No más Stalingrado, no más Lenningrrado, no más la hoz y el martillo en la bandera roja de un país gigantesco que se llamaba Unión Soviética.
Y no hay que confundirse, no me da gusto la muerte de Fidel, pero fue el centro del poder en Cuba desde 1959 hasta el 2011 y, todavía se dio el lujo de heredarle el poder a su hermano Raúl cuyo gobierno concluirá en el 2018. Quien diga que Fidel no fue un dictador miente, y bajo su mandato hubo un control férreo, totalitario y autoritario de todo. En su Cuba no había libertad de expresión, no había libertad de prensa, no había libertad de reunión, no había libertad de culto, no había elecciones libres ni partidos políticos, y no había libertad para los cubanos para que pudieran salir de su país en el momento que se les hinchara la gana. Soy un apologista de la democracia, inclusive más allá de lo que pasó en la última elección presidencial estadounidense.
Y no soy anticomunista, ni antimarxista, pero creo en la libertad y en la rotación del poder, y creo también que el sistema capitalista, por más injusto e inequitativo que este sea es, con mucho, infinitamente superior al sistema comunista. Nunca he creído en las ‘dictablandas’, todo dictador lleva un ingrediente de fatalidad que los ciudadanos de cualquier parte del mundo no se merecen, no nos merecemos, por muy benévolos que sean como gobernantes. Por eso nunca he creído en las bondades que muchos pregonan trajo el porfiriato para México, por eso no creo y nunca he creído en los Franco y en los Pinochet por más orden y disciplina económica y social que hayan impuesto en España y Chile.
Dos últimas cosas, hace poco conversé con un profesor cubano que radica aquí en Xalapa por convenio académico y le hice dos preguntas que ahí quedan. La primera, al cuestionarle que cómo caracterizaba a Fidel sin mayor ambages lo catalogó como un dictador y, la segunda, que cómo le hacían los cubanos para comer carne de res, que es un producto prohibitivo para la gran mayoría de los cubanos, está exento de su dieta diaria, -Pues no es fácil -me dijo-, pero los cubanos siempre nos las ingeniamos para comer res, atropellamos a una vaca, reportamos el siniestro y la destazamos para aprovechar su carne. A todo dar.

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