A lo largo de una vida de 90 años, hay muchos y no un solo Fidel Castro (1926-2016). A todos les es común la idea de que hay personas, él es una de ellas, que tienen un papel crucial en la historia. Para Castro, actuar de cara a la historia le fue siempre muy importante. Le es común también la construcción y el manejo de su imagen, para convertirse en mito.
El primer Castro, el de 1953 a 1958, es el revolucionario que fracasa en la toma del cuartel de Moncada, es encarcelado, al ser liberado se exilia en México donde organiza el movimiento guerrillero. El 2 de diciembre de 1956, en el Granma, arriba a las costas cubanas. Los rebeldes en la Sierra Maestra se consolidan y crecen. El 1 de enero de 1959 el dictador Fulgencio Batista, derrotado, huye del país.
El segundo Castro, el de 1959 a 1961, es el líder revolucionario triunfante que inicia, el 16 de febrero, la construcción del nuevo gobierno y el nuevo país. Es una revolución liberal de corte nacionalista y popular lejos del marxismo-leninismo. Castro genera muchas expectativas a nivel internacional sobre las posibilidades de vencer las dictaduras y construir una nueva sociedad.
El tercer Castro, el de 1961 a 1989, es el gobernante de un país con el que Estados Unidos rompe relaciones. Vienen los intentos por derrocar la revolución triunfante y asesinar a su líder. Castro, entonces, se define como marxista-leninista y se alía con la Unión Soviética. En el marco de la Guerra Fría, los distintos gobiernos soviéticos financian el proyecto cubano. En 1962 ocurre el conflicto de los misiles. Los soviéticos deciden retirarlos. Castro radicaliza sus posiciones. Es la época donde tiene mayor influencia. Interviene en la política mundial con el apoyo a las guerrillas en América Latina y lo procesos de descolonización en África y Asia.
El cuarto Castro, el de 1990 al 2006, es un gobernante con poderes absolutos incapaz de reaccionar a los nuevos tiempos. Mientras que los dirigentes de la Unión Soviética, después Rusia, China y Vietnam inician la transformación de su organización económica y política, para hacer frente a los nuevos tiempos, Castro permanece inamovible. Ya no tiene la fuerza de un revolucionario, de un innovador social, que crea nuevas alternativas. Las críticas sobre su gobierno autoritario, algunos dirán dictatorial, crecen a nivel local e internacional.
El quinto Castro, el del 2006 al 2016, es el de un hombre enfermo que por su estado de salud debe dejar el poder en manos de su hermano Raúl. Primero sólo de manera interina, pero a partir del 2008 en forma definitiva. Es un hombre a la sombra dedicado a celebrar el mito que él mismo construyó. Recibe en su casa a las grandes personalidades que vistan Cuba y que como una concesión y un privilegio se les concede entrevistarse con el mito todavía en vida.
La figura de Castro es contradictoria y en ella se une la imagen del revolucionario que derroca a la dictadura y propone una sociedad nueva caracterizada por la justicia y la solidaridad con la del dictador implacable que se aferra al poder y al modelo económico y social que creó a pesar de que es evidente que éste no funciona y resulta incapaz de hacer realidad el nuevo mundo que pregona. Él fue inspiración para muchos revolucionarios en América Latina, pero también en otras latitudes del mundo. Sin duda fue un hombre que, se quiera o no, marcó con sus ideas y acción el siglo XX. La historia, como él quería, lo va a recordar.
Twitter: @RubenAguilar