¿Les platiqué que tengo tres perros? Sí, para mí ya son más que suficientes pero no tuve remedio. Me fui a vivir a una zona un tanto despoblada por lo que un amigo me recomendó que si iba a vivir ahí me consiguiera un perro. Mientras la casa se construía nos encontramos en la calle un cachorro que resultó cachorra. Estaba sucia, pulgosa, lombricienta y roñosa. La curamos, la llevamos al departamento y la criamos. Al año, ya construida la casa, nos la llevamos allá; se llama Maya. Un día se nos extravió porque un amigo dejó el portón abierto. Hice un relato de la angustia que nos dio verla perdida, de cómo la recuperamos y de lo que ella debió haber vivido en su aventura de más de medio día. Gracias a eso mi amiga Claudia Guerrero, cuya perra labrador había tenido cachorros, me ofreció uno, porque pensaba regalarlos a quienes supieran cuidar sus mascotas; ella leyó mi relato e infirió que yo sabía cuidarlas, por eso me la regaló. Así llegó a casa Azula, una perra labrador hermosa.
Ya tenía yo dos perros y consideré que era suficiente. Se hacían compañía, jugaban juntas y hasta se enfermaron juntas. Pero entonces un perro, que supusimos de la calle, las empezó a visitar. Ellas le ladran a todo, pero a éste le lloraban. A veces llegábamos y el perro negro estaba en la puerta del patio, le compartíamos croquetas y se pasaba las horas con Maya, olisqueándose por debajo de la puerta. Una vez ya era muy noche y el perro no se iba por lo que le abrimos la puerta y así, como inquilino, cada que quería quedarse en casa llegaba de noche y rasguñaba la puerta. Después supimos que el perro tenía dueño, como lo vimos un poco descuidado quisimos cuidarlo; se lo pedimos a la dueña, que ni siquiera vendido nos lo daba. Pero un día la dueña bajó para decir que si queríamos al Toby, porque se llama Toby, que nos lo quedáramos, pues ya le había matado un gato. Así llegó Toby a la casa. Tiene cáncer y se está curando.
Tener una mascota en casa no sólo es buscar compañía en un ser vivo, sino que también significa una responsabilidad de la que debemos estar bien conscientes. Yo por eso al principio no quería mascotas, porque sé la responsabilidad que eso significa. Pero con la edad se va uno volviendo más responsable. Al final uno cree que adopta a las mascotas, pero son éstas las que nos adoptan a nosotros.
Una vez que te das cuenta de la vitalidad, la ternura y la compañía que un perro te puede dar, no concibes que haya personas que les hagan daño. Ni siquiera puedo ver esos videos que luego suben en las redes donde golpean a los perros, donde los torturan o hasta los matan. Pero hay otro daño que las personas, sin darse cuenta, causan a los perros, y ese daño lo originan con la indiferencia.
Kyara, quiero creer que se escribe con “y”, es una perra que vive, si a eso se le puede llamar vivir, en la calle Puerto Vallarta en la colonia Lomas de San Roque. Un día, de regreso de mi taller literario en la Quinta de la Rosas, nos encontramos a una persona que no podía bajar a una perrita labrador de un guayabo. Quisimos ayudarla, pero en realidad la perrita se quería escapar, por eso subió al árbol. La señora no era la dueña, sino la parienta de la dueña. Nos dijo que los dueños vivían en la colonia Revolución, que la perra se queda sola toda la noche. El lugar en que se encuentra Kyara es una jaula improvisada, que no la protege del frío ni de una tormenta de lluvia. El piso de su jaula está lleno de heces fecales, que se ve, hace mucho tiempo, no se recogen. Junto hay una casa que también parece improvisada. Ya que ubicamos a Kyara, nos hemos dado cuenta que nunca hay nadie ahí. Por lo que la perra, cada que pasamos ya sea de día, en la tarde o de noche, siempre está ahí, encerrada, a la intemperie.
Lo que me preocupa, además de la insensibilidad de los dueños, es la indiferencia de los vecinos.
El maltrato animal ya está tipificado como un delito. Según la Ley de Protección a los Animales en el Estado de Veracruz el maltrato se define como: “Todo hecho, acto u omisión del ser humano que puede ocasionar dolor o sufrimiento, en detrimento del bienestar animal, poner en peligro la vida del animal o afectar gravemente su salud, así como la sobreexplotación de su trabajo”. Si bien el artículo 5, en su inciso I de esta ley señala que son obligaciones de las personas “proteger a los animales, garantizar su bienestar, brindarles atención, asistencia, auxilio, buen trato, velar por su desarrollo natural, salud y evitarles el maltrato, la crueldad y el sufrimiento”, en el inciso II se agrega que también es obligación nuestra “denunciar, ante las autoridades correspondientes, cualquier violación a la presente Ley”. Es decir, no basta con voltear la mirada y olvidarnos de que el animal sufre.
A Kyara todos los vecinos la pueden ver, porque está a la vista, a la intemperie. Los niños juegan ahí cerca o bajan por el andador Cerro de Macuiltépec y la pueden ver. ¿Acaso nadie se conduele de su condición? ¿Acaso cuando bajan enchamarrados y a pesar de ello con frío, no piensan que ella podría tener frío ahí encerrada y a la intemperie? Un perro callejero está en mejores condiciones pues busca refugio donde guarecerse. Pero Kyara un día trató de escapar y los dueños la volvieron a encarcelar.
En platica con Jesús Alberto Velázquez Flores, hoy presidente del PRD estatal, pero quien como diputado en la anterior Legislatura impulsó la Ley de Protección a los Animales en el Estado de Veracruz, nos dijo que si vemos un animal maltratado debemos acudir con las autoridades para que conozcan el caso, que por supuesto no implica de inmediato sancionar a los dueños del animal, sino exhortarlos primero a que le den los cuidados adecuados y en caso de que no lo hagan proceder de otra manera hasta que el animal quede protegido.
Cada que pasemos por donde hay un animal maltratado es muy fácil cerrar los ojos, creer que el animal no está ahí sufriendo, no está sintiendo frío. Pero Kyara está ahí todavía, pasando frío, esperando a que las autoridades, a quienes ya les hemos dado la información, hagan también algo.
Armando Ortiz aortiz52@nullhotmail.com