Hace tiempo que dejé de ir al cine buscando encontrarme con un mensaje existencial, o con un cine de autor que, a veces, ni el mismo director le entiende a su propuesta cinematográfica. Hace muchos años años que dejé atrás a los Bergman y Pasolini, es más, hasta el mismo Tim Burton me provoca indigestión con ese cine tan suyo de mundos imaginarios y fantasiosos, salpicados de elementos góticos y oscuros, con protagonistas inadaptados y enigmáticos que tan bien le van a Johnny Deep. La verdad es que ya no estoy para ese cine tan denso que, a veces, lo confieso, no le entiendo para qué más. Ya no me gusta ir al cine a descifrar enigmas o a resolver teoremas, hoy en día me gusta el buen cine, sencillo, palomero, que puedo disfrutar y me deja un agradable sabor de boca.
Por ello me gustó la última propuesta cinematográfica del octogenario (en realidad tiene 86 años) Clint Eastwood, ‘Sully’, que es como la reseña de aquel heroico evento ocurrido el 15 de enero de 2009 que involucró al vuelo 1549 de US Airways, cuando acabando de despegar del aeropuerto LaGuardia en Nueva York con destino Charlotte, Carolina del Norte, el Airbus A320 se vio en la necesidad de amerizar en el río Hudson al chocar poco después de despegar con una parvada de gansos que le inutilizaron al avión sus dos motores, con el consabido amarizaje forzoso sin una sola víctima humana de entre los 155 pasajeros que llevaba el avión, entre ellos los miembros de la tripulación.
Con ‘Sully’ se confirma la percepción que tengo desde hace mucho tiempo, Tom Hanks es el actor de Hollywood más consistente e importante de los últimos 30 años. Es una carrera muy larga que se remonta a los años ochenta, mediados para ser exactos, cuando en los inicios de su carrera como actor protagonizó dos películas (comedias) que seguramente recuerdan muchos de los lectores: ‘Despedida de soltero’ y ‘Splash’. Palomeras, muy menores la verdad, pero en ellas Hanks ya daba muestras del pedazo de actor en que se convertiría en los años posteriores.
Habrá quienes me refuten y digan que es muy discutible mi apreciación, que entonces en dónde dejo a Tom Cruise, a Robert Downey Jr., a Leonardo DiCaprio y a Harrison Ford, pero todavía más, ¡en dónde dejo a los monstruos sagrados del celuloide como son Al Pacino, Robert DeNiro y Jack Nicholson!. Bueno, indiscutiblemente estas estrellas tienen un lugar dentro de la industria cinematográfica, pero Tom Hanks está, para mi gusto, un poquito más arriba. Es un actor que ha mantenido un nivel, sin estridencias y excesos actorales (sobreactuaciones), con un estilo propio en donde inclusive cuando la ha hecho de villano como ‘Camino a la perdición’ (Road to Perdition) de Sam Mendes, en donde personifica a un matón a sueldo (sicario) y es acompañado en el film por un reparto multiestelar: Paul Newman, Jude Law y Daniel Craig. En lo personal no hay una sola película de Hanks que me haya sido desagradable, por el contrario, ‘Buscando al soldado Ryan’ (Saving Private Ryan) es una de mis cintas favoritas.
Pero volviendo al tema de ‘Sully’, la película narra en diferentes secuencias intercaladas y retrospectivas, la hazaña del capitán Chesley Sully Sullenberger, un veterano piloto aviador comercial de US Airways con 40 años de servicio, en donde en una maniobra de solo 38 segundos toma la decisión crucial que lo lleva a intentar amerizar sobre las aguas heladas del río Hudson. A partir de ahí, del rescate con vida y sin lesiones graves de los 155 pasajeros (algunos pasajeros fueron atendidos por hipotermia y una sobrecargo sufrió una fractura), se desata una investigación por parte de la Administración Federal de Aviación (FAA, según sus siglas en inglés), que insistía según sus técnicos especialistas en que a pesar del incidente con los pájaros, con la potencia parcial de uno de los dos motores dañados por las aves, el avión hubiera tenido el suficiente impulso para llegar al aeropuerto más cercano. Finalmente Sullenberger es sometido a un escrutinio rigurosísimo que pone en peligro su carrera de piloto aviador y su correspondiente pensión.
Ya no les platico más, las actuaciones de Hanks y de Eckhart, o sea del piloto y copiloto con muy solventes sin llegar a lo extraordinario, e incluso la de la misma Laura Linney (la esposa de Sully), aunque muchos críticos cuestionan su papel como una esposa vacía y anodina. La dirección de un hombre de 86 años no se queda atrás –nunca ha sido Eastwood de mis directores favoritos-, es bastante solvente y pinta muy bien este hecho que llenó de gloria a la industria aeronáutica norteamericana. Véala, no se va a arrepentir, eso sí primero pase a la dulcería por su correspondiente dotación de palomitas mixtas de sal con caramelo y un refresco grande para compartir el dulce y prevenir la diabetes.
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