El pasado 24 de octubre, el italiano Franco Coppola, el nuevo nuncio, entregó sus cartas credenciales como representante diplomático del Vaticano en México. Como todos los integrantes de la Secretaría de Estado, es un funcionario con larga experiencia en el cargo. El oficio de la Iglesia católica en este campo es reconocido internacionalmente. Han creado un estilo y una escuela en esa materia.

A su llegada, de manera accidental, se enfrenta al tema del derecho al matrimonio igualitario que se niega reconocer un sector muy conservador de la Iglesia católica, jerarcas y fieles, que se sabe impulsa el cardenal de la Ciudad de México, el duranguense Norberto Rivera, que pronto cumple 75 años y por ley de la Iglesia tendrá que dejar su cargo como obispo y pasar a retiro.

La posición del nuncio, en línea con la del papa, plantea que todas las personas deben gozar de los mismos derechos. Y que los obispos y sacerdotes que quieran pronunciarse sobre el tema deben tener experiencia directa en el acompañamiento de homosexuales y lesbianas. Sostuvo también que es necesario dialogar y comprender al otro, para responder a sus problemas.

El nuncio señala a la jerarquía de la Iglesia mexicana y también a los fieles, que el papa ha dado ya ejemplo de cómo tratar a los homosexuales y lesbianas. Es un ejemplo a seguir. Y añade que debe quedar atrás el repetir mecánicamente, dogmáticamente, lo “que está escrito en los libros”, ése no es el camino “para ofrecer a las personas”. El mundo cambia y la Iglesia también, para acompañarlo.

Es clara la diferencia entre el representante del Vaticano y el cardenal Rivera. La primera habla de apertura y disposición a escuchar y la segunda de cerrazón y dogmatismo. Esta intervención del nuncio, forzada por los acontecimientos, señala cómo piensa y cuál va a ser su actitud. De entrada, no se puede negar, existen posiciones encontradas entre quien llega, Coppola, y el que se va, Rivera.

La labor del nuncio Coppola, por encargo del papa, se sintetiza en una gran tarea; hacer avanzar el proyecto de cambio que propone el sucesor de San Pedro. Se sabe, es público, que no existe una buena relación entre el papa y el cardenal Rivera. Éste, en su conservadurismo, ha sido refractario a las nuevas ideas y prácticas que impulsa Francisco. Ellos se sentían identificados con el proyecto conservador de Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Una tarea coyuntural, pero de gran repercusión, es que toca al nuevo nuncio proponer a Roma la terna con los nombres de quien debe sustituir a Rivera en el arzobispado de la Ciudad de México. Éste, por sus actitudes, ha quedado al margen de proponer a su sucesor. La lista va a expresar de manera clara hasta dónde puede avanzar la Iglesia mexicana en el proceso de cambio, de ponerse al día, y de cuál es la verdadera correlación de fuerza del papa en México y Roma.

No es un dato menor, por el peso que el arzobispo de la ciudad, que después será nombrado cardenal, tiene en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). La arquidiócesis de México, por el número de sus fieles, es la más grande del mundo