Abrí los ojos y vi la hora. ¡Quiero quedarme en cama!, pensé; sin embargo, tenía una cita y el día anterior fallé porque me había desvelado.
Presurosa me cambié y aceleré el auto para llegar puntual. Cinco para la siete. Ya había una larga fila. Esperé otros quince minutos mientras escuchaba quejas de la impuntualidad de la persona que entregaba las fichas. ¡Están tomando el café! Alcancé a escuchar.
Poco a poco la fila avanzaba y la incertidumbre se apoderaba de mí, ¿iré a alcanzar ficha?
Me tranquilicé cuando faltaban cinco personas, pues era la número 23, y al parecer al día entregan 25; sin embargo, al joven delante de mí no le dieron ficha, pues no llevaba ninguna identificación oficial.
Para que te entreguen una ficha de corazón y te hagan la primera muestra para donar sangre en el IMSS, debes presentar una identificación original con fotografía (credencial de elector, licencia, cartilla o pasaporte), decir el nombre del paciente por el que vas a donar sangre, su fecha de nacimiento y el número de cama si es que está hospitalizado; si te falta alguno de estos datos simplemente te darán las gracias y te dirán que regreses al siguiente día.
Es importante mencionar que si es paciente externo del IMSS, es necesario que se lleve la solicitud de transfusión; y si es foráneo, la hoja de requisitos de su hospital de referencia.
Ya habían repartido 25 fichas, pero repartieron otras 5 ¡excelente! ¡más sangre!
Posterior a las fichas, dos señoritas con batas blancas empezaron a dar una plática con algunas láminas en rotafolio. Explicaban el proceso de la donación de sangre ¡y sus requisitos! pues no cualquiera puede donar.
Para empezar, se debe tener un ayuno mínimo de 8 horas y no haberse desvelado.
La edad para donar debe ser entre 18 y 65 años de edad.
Tener un peso corporal mínimo de 55 kilos.
No acostumbrar prácticas sexuales de riesgo, es decir, no ser sexoservidor(a).
No ser adicto a las drogas.
Sentirse bien, no tener síntomas de infección aguda como gripa, tos o diarrea.
No haberse vacunado durante el último mes.
No haber padecido hepatitis.
No estar menstruando, embarazada, en puerperio o lactando.
No haber tomado medicamentos 10 días antes, ni ingerir bebidas alcohólicas, ni fumar 48 horas, previas a la donación.
No tener tatuajes ni perforaciones recientes, no haber sido transfundido, ni cirugías en el año previo… ¡Aaah! y sobre todo, disponibilidad de tiempo, pues se necesita media mañana para todos los pasos que implica el proceso.
Al terminar la información, nos fueron llamando uno a uno donde almacenaban nuestros datos en una base: nombre, domicilio teléfono y la pegunta obligada ¿es su primera vez?
Siguiente punto: Pasar a la muestra de sangre y al análisis de las venas, donde me indicaron el brazo de la muestra y el de la donación. Y la pregunta se repite ¿es su primera vez? Sí. Saca una muestra de sangre y me recomienda tomarme un jugo embotellado no natural, pues contiene mayor cantidad de azúcares.
Ahora, a esperar el turno para la toma de signos vitales: temperatura corporal, presión arterial, peso y antes de la donación, a consulta rápida con una doctora.
Las preguntas son ahora sobre mi salud: ¿infecciones? ¿enfermedades? ¿vacunas? ¿intervenciones quirúrgicas? ¿sexo seguro? ¿Considera su sangre segura? Y la clásica ¿es su primera vez?
Híjole, creo que ni mi novio de mi primera vez preguntó tanto. ¡En fin! ¡Todo sea por donar vida!
La señorita salió y me nombró por fin. Amablemente me pidió colocarme en un reclinable, tomó la liga y la colocó alrededor de mi brazo, más fuerte de lo que recordaba. Me pidió leer una información plastificada sobre el proceso antes, durante y después de la donación de sangre. ¡Estoy Lista! De inmediato una gasa con isodine limpió el área sobre mi vena, y empezó a colocar una aguja más gruesa de lo normal. Respiré profundo: “¡Ay, mi primera vez!”
La aguja entró y la sangre empezó a salir hacia una bolsa que permanecía sobre un aparato que mezcla la sangre y controla el volumen de la extracción.
“Serán 450 mililitros”, me dijo Esmeralda; es la cantidad segura que se puede extraer de una persona con un peso de 50 kilos.
“¿Por qué no tienen televisión?”, fue mi pregunta ¡Relajaría al donante!, mientras salía mi sangre hacia la bolsa. “Ya la hemos pedido, pero desafortunadamente no nos la han otorgado”, contestó otra voz.
Déjeme comentarle que no era la única donante en ese momento. Había tres personas más, entre ellas un joven que pidió agua. “¿Se siente mal?”, le preguntaron. El joven respondió negativamente. “Le prepararé un café”, contesta una enfermera. De repente, una doctora les dice que lo ve pálido y que no está bombeando la sangre como debiera. Un interno corre a tomar su presión y notan que está baja. Sacan una paleta de dulce y se la dan, mientras mueven el reclinable de tal manera que los pies queden en alto… dicen que empieza a sudar frío, pero logran relajarlo. Insisto: ¡Deberían tener un televisor!
¡Listo! Me piden vuelva a respirar. “¿Como la primera vez?” Se ríen. Me quitan la aguja y les pido me enseñen la bolsa con mi sangre. ¡Qué emoción! Creo que me miran discretamente y sonríen ante mi entusiasmo. ¿Se imagina usted si no hubiera donadores?
Si llegó hasta estas líneas le agradezco y le pido que si tiene la oportunidad de donar sangre, lo haga; y si no puede, comparta este mensaje para que otras personas pueden hacerlo, pues diariamente mucha gente la necesita como los que sufren accidentes o los enfermos, como la niña Alexia Zúñiga Martínez, de 12 años de edad, internada en el IMSS Norte de la ciudad de Veracruz, quien necesita de 3 a 4 donadores diarios por la leucemia que padece. Puede comunicarse con su mamá, Gladys Martínez, al teléfono 2291299703. Sangre tipo O+
Lo mejor de donar sangre es que después de ello, me fui a comer unas deliciosas tortas cordobesas. Ahora, a esperar, pues puedo volver a donar en 2 meses.
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