El año que comienza es un año de incertidumbres, más allá de lo que normalmente se presiente cuando comienza un nuevo ciclo anual, debido, sobre todo, a la toma de posesión de Donald Trump, el 20 de enero, como presidente del decadente imperio que él quiere hacer resurgir a costa de una serie de medidas nada alentadoras para México y el mundo.
A nuestro país lo tiene amenazado con regresar a miles de inmigrantes que se encuentran trabajando en su nación y además construir un muro para preservar sus fronteras de toda entrada ilegal.
También tiene proyectado hacer una revisión de los diferentes tratados económicos que tenemos firmado para anular unos y corregir otros de acuerdo a sus interese personales.
Al mundo le ha anunciado que no permitirá más inmigrantes musulmanes debido al peligro que, de acuerdo a su dicho, constituyen para los Estados Unidos.
Pero el peligro mayor lo constituye su decisión de volver a rearmar todo su arsenal nuclear, dando inicio a una nueva carrera armamentista con impredecibles consecuencias para todos.
Otro de sus controvertibles anuncios es reconocer a Jerusalén como capital de Israel haciendo más conflictiva la situación en Oriente Medio.
Simon Fraser, jefe del Servicio Diplomático de Reino Unido de 2010 a 2015 ha declarado a medios internacionales que «La era de la post Guerra Fría de la globalización liderada por Occidente, el predominio de Estados Unidos y el cómodo avance de los valores liberales internacionales ha terminado»
Añadiendo que si el presidente electo cumple varias promesas de su campaña, entonces «estamos entrando en un período de dura y poderosa política exterior: más transaccional, más conflictiva, impulsada por el poder y el interés nacional, en lugar de valores o un concepto de comunidad internacional»,
Lo cierto es que Trump viene, si hace todo lo que dice, a poner al mundo al revés con sus polémicas posturas.
Aún recuerdo que cuando se firmó el tratado de libre comercio la “izquierda” escandalosa de este país decía que estábamos vendiendo al país con ese tratado y Trump afirma lo contrario, lo mismo que ahora se hace con las reformas estructurales.
Con un nacionalismo ramplón, ya pasado de moda, el presidente electo del imperio decadente quiere volver a poner a su país como estaba en el siglo pasado, cuando después de la caída del muro de Berlín y de la URSS se hicieron del monopolio del mundo, sin embargo la vida no se detiene y la historia continúa.
Lo que no previeron fue el descomunal ascenso económico y político de China y la llegada al poder en Rusia de un hombre como Putin, ambos factores han sido decisivos para que la cara del mundo cambie.
Hasta ahora el imperio había trazado la ruta a seguir pero eso ya no se dará jamás.
La primera consideración importante que podemos hacer es que la globalización planetaria actual no es, en absoluto, ya que la primera forma de “globalización” que el mundo haya experimentado , fue la formación de los imperios coloniales en los siglos XVI-XVIII, la revolución industrial y la internacionalización del capital , la propagación de la revolución francesa, las dos oleadas de la colonización : la del imperio americano hispano portugués del siglo XIX, la aluvión comunista de los años 50, la modernización acelerada y el auge económico de los años 60
La segunda consideración que surge es que el nacionalismo es una forma de globalización, que manifiesta una de las facetas de unificación planetario.
En tercer lugar podemos señalar la doble cara de la globalización, como destructora y generadora de identidades, que plantea preguntas sobre la verdadera naturaleza del fenómeno con respecto a la generación de sentido
En resumen: a partir de la resurgencia y vitalidad del fenómeno nacionalista en nuestros días, se encontró con el fenómeno de la globalización.
Si el presidente electo cumple varias promesas de su campaña, entonces «estamos entrando en un período de dura y poderosa política exterior: más transaccional, más conflictiva, impulsada por el poder y el interés nacional, en lugar de valores o un concepto de comunidad internacional», sostiene Simon Fraser.
Probablemente habrá más énfasis en los acuerdos bilaterales (entre dos Estados) en lugar de la diplomacia multilateral, y eso podría dar la sensación de que las relaciones internacionales regresaron a lo que fueron en el siglo XIX.
Porter argumenta que «estamos yendo incómoda y desprevenidamente hacia lo que se consideraba ‘normal’ históricamente en la diplomacia, en la que competimos y colaboramos con otras grandes potencias al mismo tiempo».
Pareciera que este sería el caso con el nombramiento de un amigo de Putin como Secretario de Estado y el hecho de que Obama acusara a Rusia de haber jaqueado algunos documentos secretos para favorecer al candidato republicano.
En cuanto a México lo único que nos pudiera favorecer sería aquella famosa visita que todo mundo criticó, y esta fuera el parteaguas para un punto de partida favorable, si es cierto, como se dice, que fue organizada por el yerno del hoy presidente electo y el entonces Secretario de Hacienda y Crédito Público, ya falta poco para saberlo.