Cuidado con despertar al México bronco, a la barbarie, al de la estupidez humana, porque si lo despertamos capaz y no se vuelve a dormir, y no es un mal augurio, y no es algo que por supuesto deseo para mi país, pero esa posibilidad siempre está latente sobre todo cuando venimos saliendo de un muy mal año, y este que apenas inicia pinta para ser peor.
Cuando estudiaba Ciencias Políticas en los tiempos de la universidad, había una materia que se llamaba ‘Teoría del conflicto’, en la que se analizaba la fenomenología del conflicto social y se revisaban muchos autores estudiosos del tema. A excepción de Hannah Arendt con su texto clásico ‘Sobre la violencia’, siempre rechacé cualquier trabajo teórico que analizara el fenómeno desde cualquier punto que fuera. Era como un mecanismo natural de defensa que el organismo que es mi cuerpo rechazaba como si fuera el mismo germen de una posible infección, de inmediato entraban en operación cientos de anticuerpos dentro de mi cerebro que atacaban ese tipo de lecturas (‘toxicas’) que, pensaba yo en aquellos años, me van a envenenar la mente.
Solo leí dos textos que me parecen fundamentales: el que ya mencioné de la Arendt, que me parece todavía hoy una especie de Biblia sobre el tema, y ‘Los condenados de la tierra’ de Franz Fanon (con prefacio de Jean Paul Sartré), un autor franco africano que a través de su texto analiza el proceso de ruptura y descolonización de Argelia de Francia, proceso por demás ultra violento, que costó muchas vidas de ambos bandos y que la misma lectura de Sartré es como una apología de la violencia, citaré solo un fragmento de este nada más como para darse una idea de lo que estoy hablando: “Porque, en los primeros momentos de la rebelión, hay que matar: matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido: quedan un hombre muerto y un hombre libre; el superviviente, por primera vez, siente un suelo nacional bajo la planta de los pies”.
¿Y por qué traigo a colación esto?, bueno porque yo diría que en México no hay necesariamente un ejército de oprimidos, pero sí hay un segmento poblacional muy importante que vive al margen del crecimiento económico y del desarrollo (con empleos dignos y bien pagados), que los gobiernos no han sabido sacar de la pobreza extrema, de la exclusión social y de una vida marginal lastimosa, segmento poblacional que nada más ve pasar las bondades de un capitalismo salvaje, inequitativo e injusto. El aumento al precio de la gasolina no les va a impactar directamente porque ciertamente ese incremento a quien más afecta es a los que tienen automóviles, pero también lo van a resentir cuando a las 5 AM haciendo cola para ir al trabajo, cuando se suban al transporte público en lugar de pagar 9 pesos tenga que pagar 12, con un transporte por supuesto indigno.
Y el incremento de los combustibles necesariamente va a impactar el costo de toda la cadena productiva, con el correspondiente impacto en los precios al consumidor. Es reprobable desde todos los ángulos que se quiera ver que una turba irrefrenable vandalice como sucedió en estos días comercios y establecimientos, que agreda a terceros inocentes y amenace acabar con la tranquilidad y la paz social, pero es más grave aún que el estado ponga oídos sordos al reclamo de la gente que demanda más equidad, justicia social y mejores niveles de bienestar y oportunidades en la vida.
Cuidado, porque en cualquier momento puede saltar la liebre por donde menos uno se espera. Los grupos marginados organizados nada más están esperando el momento para hacer su aparición y violentar. El estado y el gobierno deberían ser más sensibles a los reclamos sociales de justicia social.
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