En tiempos tan oscuros nacen falsos profetas
Joaquín Sabina
En economía y relaciones internacionales, lo que yo creo, o lo que me parezca bueno, no tiene que ver con la eficacia de mis aspiraciones, de tal manera que un aumento en los aranceles por parte de USA a los bienes y servicios producidos en México, ineludiblemente lo pagará el consumidor de USA.
Vayamos un poco al pasado; la documentación existente menciona que cuando se negoció el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) el referente ineludible era la Comunidad Europea, hacia allá se proyectaba el proceso integrador.
Los otroras nacionalistas mexicanos, que tanto ponían en tela de juicio la eficacia del proceso de apertura económica y su incidencia en la velocidad de las transacciones, hoy la defienden, en fin.
Desde un comienzo la integración entre México, Estados Unidos y Canadá fue concebida como una empresa modesta en comparación con la Comunidad Europea, las diferencias eran abismales, íbamos saliendo de una crisis de gran calado y entrabamos a una nueva receta de política económica.
Le dimos cara a esos retos, y muchas ramas de la industria mexicana se han vuelto cada vez más competitivas pese al limitado ambiente organizacional del país.
Es una nebulosa y atomizada vinculación entre América del Norte, donde las prohibiciones no inhibirán el avance del proceso de integración, la dinámica comercial hunde sus raíces en el consumo y sincretismo paulatino.
Por otro lado, el TLCAN ha sido la política económica más exitosa en varios sexenios. Los estados de la República que pudieron subirse al tren de la exportación de manufacturas crecen con mayor rapidez, tienen menos informalidad y en consecuencia menos pobreza.
Más que un muro, dice Pardinas, el puente más sólido que tiene México para alcanzar el desarrollo pasa forzosamente por la integración comercial de América del Norte. Al ver las cifras del TLCAN pareciera imposible frenar esa locomotora sin descarrilar los vagones donde viaja la prosperidad de ambas economías.
Por ejemplo, nuestro país consume 15% de las exportaciones globales del vecino, pero si observamos los datos a nivel estatal el promedio nos dice muy poco.
Diversos estudios del Colegio de la Frontera Norte, mencionan que Texas y Arizona, dos estados que votaron por Trump, envían más de 35% de sus exportaciones totales a México.
Es altamente peligroso contraer el dinamismo de la relación comercial entre México y Estados Unidos sin dañar severamente la economía de estos estados fronterizos.
Los especialistas mencionan que si Estados Unidos abandona el TLCAN la relación comercial con México quedaría regida por las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo cual implicaría aranceles con rangos del 2% al 8% sobre las exportaciones mexicanas. Sin duda esto afectaría la velocidad del intercambio comercial pero difícilmente desviaría dramáticamente la trayectoria de mayor interdependencia económica.
El riesgo más inminente en los próximos meses será la incertidumbre económica que genera el comportamiento del Gobernante estadounidense.
Este enfrentamiento puede debilitar a Trump, pero si Peña Nieto hace suyo un discurso nacionalista, elevaría sus expectativas de aceptación en algunos puntos porcentuales.
Ahora emergen nuevas condiciones, mismas que van más allá de los ataques de estos primeros días. Hoy México es un país más abierto que paradójicamente puede salir al paso por las reformas estructurales de aquel inicio de sexenio.
En todo esto, río revuelto…, en el cual la diversificación y la lógica económica deben reinar; sino, podríamos tener un Trump mexicano que al igual que a nuestros vecinos, nos diga lo que queremos oír, sin que nos lleve por buen camino…….
Recordando:
Consumir lo nacional es importante, más no suficiente, nos presentaríamos como lo que criticamos.