Malos tiempos vienen para los mexicanos de parte de Trump y su política de proteccionismo fascista, sobre todo para nuestros compatriotas que residen en territorio Estadounidense. Básicamente nos enfrentaremos a mayores restricciones en la frontera común y una política dura contra los mexicanos sin papeles que trabajan en ese país. Lo del muro es retórica, es el símbolo escogido para aglutinar a sus simpatizantes y sintetizar su pensamiento y oferta de campaña, ahora de gobierno. El ascenso de Trump a la presidencia dibuja un escenario de incertidumbre mundial, cambio de reglas e invitación a lo inédito. Trump desafía los avances que se venían logrando, lentamente, en el orden internacional en materias como derechos humanos, equidad, medio ambiente, paz y libre comercio, entre otros.

Más o menos va quedando claro lo que representa Trump, ahora sabemos que no está jugando, cree en lo que venía diciendo y lo va a poner en práctica. Es la visión de un personaje acostumbrado a mandar, autoritario, que se mueve en la élite económica, que no entiende de derechos humanos ni de la democracia; para el somos inferiores y el pretexto ideal para sumar entusiastamente a su bloque de apoyo. Va a emplear el poder para intentar ponernos de rodillas y fijarnos las condiciones de una relación favorable para su Gobierno.

El gran problema es lo que haremos nosotros, si tendremos el liderazgo necesario y la capacidad de unirnos para enfrentar al renovado imperio. A las agresiones contra los intereses nacionales de México, deberíamos responder adoptando una postura digna, no negociable, sin eufemismos. Urge la convocatoria presidencial y/o del Congreso de la Unión para un auténtico Pacto por México, que nos dé unidad básica, fortaleza y rumbo ante las hostilidades agraviantes de Trump. El sentido de patria y nación está vigente, hay que desempolvar los grandes ejemplos de nuestra historia. Escudriñar en nuestras fortalezas y reunirnos en torno a lo que nos une.

El problema es real y está a la vista, no hay manera de obviarlo y, menos, de omitirlo; lo enfrentamos con fuerza e inteligencia o lo vamos a pagar muy caro. Aquí no debe haber medias tintas ni cálculos de poder local, no es asunto de partidos; los expulsados no son de un color político, las mercancías varadas no saben de siglas. Hagamos todo para que nuestros paisanos no sufran, para que no se desintegren familias, para que no sean vejados y para que no vengan a engrosar las filas del desempleo en su propio país.

De los preparativos del anunciado encuentro entre Peña Nieto y Trump, hay que extraer algunas lecciones: en primer lugar la contundente confirmación de la agenda anti mexicana del Presidente gringo, sin cuidar formas y con estilo artero, en seguida su empleo del Twitter como medio casi oficial de comunicación y los titubeos penosos de la diplomacia y presidencia mexicana. Cuando se discutía si era o no conveniente asistir a ese encuentro, Trump, prácticamente lo cancela. Estamos ante una conducta abusiva y grosera ante la qué hay que responder con dignidad y el despliegue de toda una política internacional que implique búsqueda de aliados y la generación de múltiples iniciativas tanto de defensa como de ataque.

Reivindiquemos el orgullo nacional, la identidad de lo mexicano, fortalezcamos al Estado, abramos paso a la democracia plena, tengamos diálogo y acuerdos básicos entre todos, apostemos a lo nuestro y, si hace falta, acudamos a la letra de nuestro himno nacional. Un México unido es mucha nación para quien sea.
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Recadito: El decoro no está en la ropa; lástima.