Hay quienes se despiertan y lo primero que hacen -¿o hacían?- es encender un cigarrillo y fumárselo para que se les aclare la mente. Otras, entre las cuales me encuentro yo, lo primero que hacemos es prepararnos un buen café y a partir de ahí empezar a pensar. Finalmente, en esta nueva época hay otra clase de gente que se despierta y lo primero que hacen es jalar el Smartphone para ponerse a ‘tuitear’.
De esa clase de gente es el nuevo presidente norteamericano, Donald Trump. Él ni fuma, ni bebe café negro apenas abre los ojos, para él lo primero es tuitear, lo que no tendría nada de malo, lo malo es que tuitea una sarta de imbecilidades, cosas impensables, ocurrencias, como dicen por ahí, cosas para empezar el día chingando al vecino que es nuestro país.
Y el problema mayúsculo en este caso es se trata del presidente de los Estados Unidos, el todavía país más poderoso sobre la Tierra. Este hombre, que de política, de diplomacia y de las mínimas reglas que implican el orden internacional y la geopolítica (pesos, contrapesos, equilibrio, relaciones bilaterales y trilaterales, comunidad de naciones, etc.), logró imponerse como presidente de su país gracias a un sistema electoral que le otorga el triunfo a quien obtiene mayoría en los colegios electorales y no en el voto popular. Hillary Rodman Clinton le ganó al magnate la elección por más de 2 millones de votos populares, pero aquel se alzó con el triunfo porque ganó la mayoría de los colegios electorales, 304, contra los 227 que obtuvo la Clinton. Un sistema obsoleto e imperfecto por donde se le quiera ver.
Como quiera y como diría el clásico: ‘haiga sido como haiga sido’ ahora el mundo tiene instalado en la cima más alta del poder mundial a un hombre irracional, demagogo, populista, xenófobo, racista, blanco supremacista, inestable emocionalmente y así en ese tono podría seguir calificándolo, cuyos parámetros para hacer política son impredecibles, porque además es un mentiroso consuetudinario que raya en la mitomanía, que es capaz de un día decir una cosa y al otro día desdecirse sin el menor rubor o cargo de conciencia. El tipo es de esos que piensan que la moral es el fruto que da el árbol de las moras y en su diccionario no aparecen las palabra ética, honestidad y sensatez sino todo lo contrario.
El problema también es que todo lo que prometió en campaña con el fin, según él, de que nuestro país pague por haberse aprovechado de la buena fe de los estadounidenses al haber firmado un tratado de libre comercio que ha sido muy perjudicial para su país, porque, otra vez según él, les ha robado empleos a sus compatriotas y la gran industria norteamericana se ha instalado en México dejándolos sin fuentes de empleo, lo que constituye una tragedia para los EUA, con ‘el peor tratado comercial de la historia de su país’, pues nos lo está cumpliendo, punto por punto.
Ya dio la orden para que se construya el muro y reiteró su intención de que México lo pague. Ya incrementó el presupuesto de la patrulla fronteriza para que cuente con más elementos que vigilen e impidan la internación ilegal de nuestros compatriotas a su país, y así por el estilo, a pesar de los intentos de ‘sensibilizarlo’ del presidente Peña Nieto y de Videgaray para que, según ellos, el tipo viera las bondades del TLC y de que no somos tan mala onda como él cree.
No hay fórmulas o recetas para tratar a un tipo como éste, es un laberinto, una serpiente encantadora de bobos, es un acertijo que como dice una cosa, dice la otra. Tremendo galimatías que es el tipejo. Yo creo que la mejor fórmula si así se le puede llamar a una forma en la que podría ser tratado, es en desenmascararlo de sus mentiras, de sus supercherías y de pararlo a tiempo con un ‘¡No señor Trump, así no son las cosas, usted ayer dijo tal o cual cosa y ahora se está desdiciendo o contradiciendo!’. Eso siento que le faltó a la Hillary, ponerlo en su lugar en los debates, exponerlo al escarnio nacional, utilizar la ironía, la burla y mostrarlo al mundo como lo que es, un embaucador, un tipo hábil para engatusar a la gente pero nada más.
Decía mi mamá que lo cortés no quita lo valiente, y Peña Nieto así ese es el trato que le debería prodigar al sonso, tratarlo con cortesía pero haciéndole ver sus mentiras y locuras: ‘No presidente Trump, las cosas no son así como usted las plantea, con todo respeto difiero de su criterio’ y de ahí pa’l real, a ver quién traga más pinole. Pero el presidente se achica –estamos jodidos, de por sí es pequeño el hombre- y acalambra, se ‘enclocha’ como quien dice, hay que ayudar al pobre hombre para que agarre valor.