«Su inteligencia, audacia y pragmatismo lo llevaron rápidamente a la cúspide del poder político, económico y militar, sin haber escalado peldaño a peldaño, por eso ahora sufre «mal de montaña», por eso se ve borracho de gloria desafiando al mundo como vulgar tirano. Pone a prueba la calidad humana de su pueblo y la fuerza de las instituciones yanquis, pero, sobre todo, la capacidad de defensa de personas, grupos y gobierno de todo el mundo». Lo escribe Fernández de Cevallos en «Milenio».