El problema para Estados Unidos, para México y para el mundo es que ha llegado a la silla presidencial de la Unión Americana un tipo con un ego insuflado, con una alta estima, revestido de una divinidad –según se ve él a sí mismo-, que no hay quien, desde su perspectiva, sobre la faz de la tierra que sea capaz de igualar su egolatría y genialidad.
En pocas palabras, para entender a Donald Trump hay que tener idea de lo que es un Narciso, o sea, llevar las capacidades amatorias de uno mismo a niveles superlativos (el súper yo). Trump no es un narciso en potencia, ¡él es el narcisismo en persona!
Un narciso, que entre paréntesis es una ‘enfermedad’ psicosomática que padecen muchos políticos, es aquel que piensa y está convencido de que por encima de él no está nadie, desde el punto de vista físico, intelectual, mental, creativo, espíritu, palabra y obra, o sea, lo más cercano a un dios.
Y esta percepción del presidente de la Unión Americana se refuerza conociendo parte de su trayectoria personal como la de empresario. A él nadie le puede enseñar nada porque todo lo sabe. Como hombre hecho a sí mismo (para decirlo clásicamente, un self-made man), nadie le puede ni le tiene que enseñar nada porque él, casi casi con sus propias manos construyó, casi de la nada, un emporio inmobiliario y de negocios que, no cualquiera.
A Trump, para hacer chiles ni Clemente Jacques. Pero para acabarla de amolar es, además de todo lo anterior, un súper macho, un auténtico fauno mitológico, lascivo y voluptuoso. A Trump nadie lo supera en su belleza exterior, ni las tres mujeres con las que se ha matrimoniado: Ivana Trump, Marla Maples y Melania Trump, tres mujeres de excepcional belleza, porte y presencia (sensualidad) que, sin embargo, se encuentran uno o dos escalones por debajo de él. Nada más había que verlo con el trato que le dio a Melania el día de su entronización y cuando fue recibido al pie de las escalinatas de la Casa Blanca, siempre él por delante, incapaz de tener un gesto de caballerosidad, cortesía y elegancia con su bella mujer, para más Obama y su esposa Michelle le manifestaron un trato atento a la que en pocas horas se convertiría en la Primera Dama de los Estados Unidos.
No solo México sino el mundo entero están en una encrucijada porque va a ser difícil tratar a un tipo como Trump: ególatra, egocentrista, egoísta, ‘exquisito’, con un claro trastorno de personalidad en donde se mezclan su natural narcisismo con una personalidad esquizoide, esquizofrénica, temperamental, incapaz de tener un gesto de altruismo, de nobleza, de sencillez y de sensatez.
Por eso se da el lujo de mentir, por eso la ‘posverdad’ (post-truth) en su discurso, que más que eso debiera llamársele la anti verdad, en donde “los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamados a la emoción y a la creencia personal”. ¡Cuidado!, el narcisismo es lo contrario de lo que podríamos llamar una ‘personalidad demócrata’, o sea, un narcisista no puede ser un demócrata por definición, y haciendo una inferencia, lo contrario de un demócrata es un autócrata. Así empezó Hitler, identificó a los judíos como los enemigos sumarios de los arios. Y con esto no nos quiero comparar con los judíos, pero ¡cuidado!
Es pronto para hablar de un antes y un después de Américo, pero… Correcto, para quienes ven con los ojos entrecerrados a la obra material –y en todos los rubros del quehacer público- que ha desplegado Américo en Xalapa, yo diría que, a lo mejor sí es prematuro hablar en este momento de un ‘antes y un después’ de la gestión del alcalde de la capital, pero todavía le faltan 11 meses de gestión. Lo que más llama la atención en estos tres años de trabajo de Américo es el equilibrio que hay en cómo ha venido atacando su administración los grandes problemas y rezagos urbanos de Xalapa. Hay obra por muchos lados de la ciudad, no solo en donde se ve: avenida Orizaba, avenida Américas, Rébsamen, Pípila, Sarabia, Zaragoza, Primo Verdad, Enríquez y Leandro Valle (estás últimas programadas para este año); colectores pluviales en colonias, pavimentación y mejoramiento urbano en la periferia, rescate del IMAC –hace como 25 años viví por Coapexpan, y todos los días veía la situación de abandono del edificio-, el ‘Hay Festival!, pista de ciclismo de ruta en el parque El Haya, restitución de red de agua potable, etc. Sí, estamos de acuerdo, nada es suficiente, pero yo que tengo poco más 30 años de vivir en Xalapa destacaría tres obras que habían estado ahí, olvidadas por decenios: Pípila, en el tramo de la terminal de autobuses de Naolinco, Sarabia, en el tramo de 20 de noviembre a Américas y a Pípila, y está última de Américas a 20 de noviembre.
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@marcogonzalezga