Dicen que para bailar se necesitan dos, y para negociar igual, se necesita que haya interés en ambas partes. Eso es lo que ha faltado en la presente etapa de nuestra relación con los Estados Unidos; porque Donald Trump no percibe ningún beneficio en negociar con México la revisión del TLCAN, tema al que ha eslabonado sus otras dos amenazas: la deportación masiva de indocumentados mexicanos y la construcción de un muro fronterizo pagado por México.
No le interesa al mandatario estadunidense negociar con México, porque desde su perspectiva, la enorme dependencia comercial ( 85%) de nuestro país con los Estados Unidos no nos deja otro camino que no sea acatar lo que diga su gobierno. Así se lo dijo a Trump su secretario de comercio Wilburg Ross y al mandatario le gustó la idea de utilizar a México como sparring para demostrar a sus votantes su eficaz y pronto cumplimiento de sus promesas de campaña.
La negativa de México a pagar el muro, no le ha caído en gracia al temperamental gobernante, que ha amenazado con gravar las remesas mexicanas a nuestro país, o cobrar un 20 % de impuestos a las exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos, a pesar de que dicho aumento lo terminarían pagando los consumidores estadunidenses. En su cuenta de twitter, desde donde declara, anuncia y se pronuncia contra sus adversarios, Trump también ha hecho referencia a asegurar las cuentas en Estados Unidos de los cárteles de la droga, y como esa, ha señalado otras posibles acciones, mostrando que sus propósitos claros carecen de una estrategia seria que valore los pros y contras de su embestida hacia México.
Paralelamente a su atención obsesiva hacia nuestro país, ni un solo día desde que llegó al poder ha dejado de referirse a México, la vocación de bullying de Donald Trump es de amplia cobertura. En menos dos semanas, se ha dado vuelo firmando acuerdos ejecutivos con efectos en lo interno como en lo internacional, desde la suspensión del Obamacare de servicios de salud en la Unión Americana, hasta un ataque contra terroristas en Yemen con saldo de muertes civiles, pasando por el retiro de apoyos federales a las a entidades «Santuario» del país vecino, que no reportan ni ponen en manos de la justicia federal a los migrantes indocumentados, o la prohibición de entrar a los Estados Unidos a refugiados musulmanes, que ha generado cientos de protestas en aeropuertos y plazas de aquel país. En materia de cooperación internacional, ha suspendido los apoyos económicos a ONGs que atienden la planeación reproductiva y el aborto, además de reducir sustantivamente la aportación de Estados Unidos a las Naciones Unidas, donde era el principal donante, sólo por mencionar algunos.
La respuesta al bullying presidencial no se ha hecho esperar; tanto en las principales ciudades de Estados Unidos como en el extranjero, las manifestaciones de rechazo a Trump son cada vez más numerosas; cada vez son más los alcaldes, gobernadores y legisladores estadunidenses que denuncian la ilegalidad de muchas de sus medidas; mientras en el Reino Unido la ciudadanía reúne firmas de oposición a la visita de Trump; en los países musulmanes éste es visto como el nuevo Fuhrer, y las organizaciones feministas, declaradas enemigas del mandatario, lo consideran una vergüenza para la democracia estadunidense. Aún en los segmentos más favorecidos de la academia y grupos empresariales de Estados Unidos, empieza a haber muestras de clara inconformidad ante los serios riesgos que significa tener a un hombre como Donald Trump en la cima del poder.
Volviendo a su relación con México, si Donald Trump ha dado claras muestras de que no le interesa negociar sino imponer sus condiciones al gobierno de Peña Nieto, éste ya debería tener claro que su interlocutor no es Trump, sino los segmentos que sí le interesan al mandatario estadunidense: los legisladores que pueden aprobar o rechazar sus iniciativas, y los grupos empresariales y de agricultores que corren riesgos de sufrir gravísimas pérdidas en sus negocios por las medidas del Trump. Con esos grupos tendría que estar cabildeando el gobierno de México, al través de los despachos lobbystas de aquel país, para obtener los apoyos necesarios que frenen e impidan la embestida contra México y los mexicanos que propone Trump.
Si como es de prever la conducta del mandatario norteamericano persiste, está en su naturaleza, más pronto que tarde empezará a verse presionado por la junta de acreedores conformada por todos los grupos afectados por sus erráticas decisiones. Querrán cobrárselo. Trump tendrá entonces necesidad de buscar aliados estratégicos, y México, por mil y un razones, empezando por la geopolítica, estará en su agenda.
Ese será el momento de México, para negociar una contrapropuesta a la del mandatario estadunidense. Una de equitativo y respetuoso trato en la relación bilateral. . Mientras esto ocurre, si antes no se precipitan los acontecimientos en el país vecino, recordemos a Nixon y su Watergate, el gobierno del presidente Peña Nieto deberá actuar en base a una estrategia de corto y mediano plazo con los interlocutores acertados. .
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@RebeccArenas