*No preguntes nada, y así no te dirán mentiras. Camelot.

La travesía está muy cantada. Era como aquel viaje de 1492, que salió de Puerto de Palos a encontrar la América que hoy quiere destruir el nefasto Donald Trump. El viaje de Cristóbal Colón y las Tres Carabelas. Pero esto ocurre en Veracruz, por donde llegó el otro Conquistador, Hernán Cortés, cerca de La Antigua, en otro año (1519), y no con la misma gente. En las plenarias de los partidos suelen airearse quienes quieren contender. Ocurrió en Veracruz, lo leo en el portal Alcalorpolitico, adonde llegó un Yunes Senador, Chikinando (Fernando Yunes Márquez), a una encerrona en hotel boqueño, el Doubletree by Hilton, apellido de prosapia que forma parte de la trilogía de los Kennedy boqueños o choleños, que mucho tendrán que ver y decidir en las contiendas que vienen, porque el padre ya ocupa el trono mayor, la silla de Gobernador. Otro hijo quiere la alcaldía de Veracruz, y uno mas, Chikiyunes (Miguel) ser el relevo como en los Yankees de Nueva York, de esa silla que tiene el padre. La única diferencia es que él va por la de seis años, y el padre se sacrificó por una de dos, que poco tiempo es eso para un proyecto de gobierno de sentar las bases a una Nueva Frontera, como la que buscaba el presidente JFK. Tendremos que beber muchos Yunes. Del PRI se van descartando. Eran cinco. Héctor perdió la gubernatura y, aunque quiere ir de nuevo por la segunda ronda, al parecer el otro Yunes (Pepe) va de mano, según cuentan en los Room Situation de Peña Nieto, Videgaray y Meade (Mid), sus apoyos. Como la canción de los perritos, de los 11 que quedaban, ya nomás me quedan tres, tres, tres. Ustedes hagan sus apuestas y cierren las puertas. Aunque los Morena dicen que no los olviden, que van por la chica con su jefe El Peje, para sentarlo en la presidencia y que enfrente a Trump.

EN EL PODER Y LA ENFERMEDAD

Leí un libro de David Owens, donde da cuenta de las enfermedades de los poderosos. La de Kennedy sin duda fue la más escondida y la más publicitada, mucho después de su muerte, la historia clínica más compleja de La Casa Blanca, enfermedad de Addison e hipotiroidismo. El presidente padecía un mal de la columna vertebral y vivía siempre empastillado, dentro de los hospitales, el dolor formó parte de su vida y quizá por eso, porque pensaría de su corta vida, se empiernaba con la Marilyn y con quién se le atravesara. Analiza una a una las enfermedades de Roosevelt, Mitterrand, Johnson, el Sha de Persia, los dos vaqueros Bush, De Gaulle, Margaret Thatcher, Brezhnev, Kruschev, Churchill, a quien le gustaba el pomo y el puro y siempre se le vio así históricamente. Nunca negó su alcoholismo. Hay anécdotas históricas. Esta la recuerdo porque algún día la leí cuando me puse a estudiar la historia de la Guerra de Secesión. Sucede que el presidente Abraham Lincoln perdía batalla tras batalla en contra de los Confederados. No daba una el pobre y relevaba general tras general. Un día encontró al bueno, Ulysses Grant, un militar que llegaba tumbando caña. Grant comenzó a ganar batallas pequeñas. Sus subordinados, otros generales mandones, iban de quejosos con el presidente Lincoln a decirle que chupaba mucho, que agarraba por sus cuentas las parrandas. El presidente, con esa vista de lince y sus barbas impecables, les respondió: ‘Ojalá y tuviera dos Grant, aunque (chuparan) tomaran’. Grant venció a Robert E. Lee y después se convirtió en presidente de Estados Unidos.

SUS HISTORIAS

En el poder muchos de ellos tuvieron enfermedades. Algunos tuvieron otra enfermedad más potente: la embriaguez del poder, contra eso no hay cura. Bueno, si hay cura, cuando se van y solo voltean a ver con nostalgia la poderosa silla presidencial que los abandona. El libro relata la polio de Franklin Roosevelt y los descuidos médicos de sus doctores navales, que lo llevaron rápido a la muerte. De Stalin no sé qué enfermedad traería, porque aún no llego a esa página, pero ese estaba mal del coco, era más sanguinario que Hitler y atrabancado como Trump.

Un libro de Scherer habla de las ‘enfermedades’ de nuestros últimos presidentes:

“Adolfo López Mateos había padecido un aneurisma que a menudo lo apartaba de su trabajo, habitante único en un cuarto oscuro que mitigara el dolor de la migraña. Humberto Romero, su secretario y amigo incondicional, velaba el sigilo sobre asunto tan serio.

Gustavo Díaz Ordaz finalmente cayó vencido por la matanza del 2 de octubre de 1968. Embajador en España varios años más tarde, no resistió a los periodistas que lo interrogaron en Madrid y tocaron el punto de la tragedia. Díaz Ordaz huyó de la Embajada, algún tiempo acéfala. Después fue huyendo de la vida.

A Luis Echeverría lo extravió su megalomanía. Pretendió, en complicidad con el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, sustituir a Fidel Castro como vocero de América Latina. Documentos desclasificados de la Casa Blanca muestran sin retoque a un hombre hecho para la traición.

El 30 de junio de 1982, Día de la Marina, José López Portillo hizo burla de su condición de presidente de la República y, convertido en fauno (favorecedor) persiguió a Rosa Luz Alegría, toda de blanco y atractiva en el sudor que la bañaba. López Portillo, atleta consumado, trataba a su cuerpo como asunto de gobierno, alta prioridad en la agenda cotidiana”.

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