Por un lado don Alfonso Romo habla muy bien de López Obrador en la revista Forbes, señalándolo como un sujeto congruente que quiere el bien para México. “Andrés Manuel me cayó muy bien, por cierto, es un hombre muy sencillo, sensible, inteligente, muy culto” dijo el multimillonario empresario que elabora junto con otros personajes de la política, la cultura y la empresa en México, el proyecto de nación que habrá de presentar López Obrador en las elecciones presidenciales de 2018. Pero por otro lado viene López Obrador a acusar a Yunes Linares de querer imponer a su hijo como alcalde de Veracruz. López Obrador, queriendo dictar la plana a los periodistas de Veracruz exhortó a los periodistas a que cuestionaran sobre ese tema a Yunes Linares.
Sin embargo, cuando los periodistas quisieron abordar el tema de los personajes oscuros y deleznables que buscan que Morena sea su plataforma para conseguir alguna alcaldía, ahí el líder y fundador de Morena les dijo que ese tema no le interesaba, que más le interesaba hablar de la dinastía Yunes en Veracruz. Como los periodistas insistían sobre los aspirantes de Morena entonces Andrés Manuel les dijo que insistían porque estaban bien maiceados, porque Yunes Linares le daba “maíz con gorgojo” a los periodistas. Esto bastó para que Yunes Linares se le fuera encima a López Obrador llamándole loco; pero AMLO no está loco, si acaso, como sucede a muchos de sus seguidores, tiene sus ratos en que se equivoca rotundamente.
Andrés Manuel López Obrador pudo ser presidente de la República en 2006. Lo tenía todo para serlo. También tenía en contra mucho para no serlo. Vicente Fox consiguió que el Consejo Coordinador Empresarial articulara una guerra sucia deleznable en contra del tabasqueño, poniendo en la televisión pública videos en donde se le comparaba con los peores dictadores del mundo. El IFE de entonces, presidido por Luis Carlos Ugalde, fiel a Elba Esther Gordillo, no hizo nada para detener la guerra sucia.
La única respuesta que tuvo el equipo de campaña de López Obrador fue poner a la abuelita de la literatura mexicana, Elena Poniatowska, a decir que no fueran feos y que respetaran la contienda electoral. López Obrador tampoco hizo nada, antes bien la campaña lo volvió arrogante.
El problema de Andrés Manuel López Obrador es que nadie se atreve a decirle que se ha equivocado. ¿Acaso ve usted a Cuitláhuac García diciéndole a AMLO que Manuel Huerta está dejando entrar a ratas y cucarachas a la casa de Morena? No, Cuitláhuac está pendiente de los gestos de AMLO, de su movimientos y conducta para imitarlo lo mejor posible; al final el diputado federal termina siendo una calca oscura de López Obrador. Nadie puede decir a López Obrador que se equivoca, nadie se atreve, igual pocos creen que se equivoque. Pero ya se ha equivocado.
Dos veces fue candidato presidencial, dos veces tuvo a cretinos como contendientes, dos veces él tenía el mejor proyecto de nación y dos veces, por sus errores, lo hicieron perder. Nadie le dice a López Obrador que se equivoca, porque es humano y los humanos se equivocan.
Ahora bien, la cosa no está como para que la Comisión Estatal de Derechos Humanos o la inexistente CEAPP se rasguen las vestiduras y exijan a López Obrador que se disculpe. El tabasqueño no lo va a hacer, es más ni los va a tomar en cuenta. Tanto Derechos Humanos como la Comisión de Periodistas deberían estar ocupadas en sus verdaderas labores. Más madrazos, amenazas, infamias y agresiones recibimos del gobierno pasado y de los mismos “periodistas”, y ni Derechos Humanos ni la Comisión han metido la mano por nosotros. Antes bien siempre fueron instancias omisas. Tampoco es como para que los periodistas que se sientan aludidos se pongan a llorar por el agravio, porque aparte, según se sabe, Yunes Linares no está maiceando a nadie, y si lo hace debe ser a muy pocos; ya lo decía don Alfonso Salces, director del periódico Notiver, “los Yunes no le dan agua ni al gallo de la pasión”.
Armando Ortiz aortiz52@nullhotmail.com