“La feminización de la pobreza es un hecho. La falta de oportunidades de empleo acordes con la formación, otro. El acoso y, cuando cabe, la violencia, otro más. Todo ello para un colectivo cuyo único defecto visible parece ser el no haber tenido la previsión de nacer con otro sexo”.
Amelia Valcárcel.
La presencia de la mujer ha estado implícita en el arte desde el inicio de éste y se refleja en desarrollo del papel que tenía en la sociedad y ante las percepciones de los hombres. Durante el siglo XIX las diferentes corrientes o ismos que abundaron y se hicieron presentes en las distintas maneras de expresión, retoman a esta, haciendo gran referencia de la figura femenina, una de las primeras corrientes que nombra la participación de la mujer seria el Romanticismo y de las últimas el Modernismo.
Al analizar la imagen de la mujer en ambos movimientos se puede notar su transformación a través de los años, aunque tienen elementos en común, como el erotismo y la sensualidad, representados en ambos movimientos, podemos observar en el primero el papel de una mujer “cortés” o pura que se desvanece a través del misticismo ideal. Por el otro lado el Modernismo utiliza una sensualidad dramática inspirada por filosofías del oriente como el tantrismo que se recrean en lo erótico del Simbolismo, de tal manera que la mujer se transforma en figura abstracta, alejada del concepto occidental de la mujer cortés y cabeza de la familia, en este caso se toman ideologías de la época para hacer de la mujer, el pilar de la vida y la sexualidad, donde se encuentra el individualismo. Es decir, el arte y la pintura han servido para analizar a las sociedades y visibilizar la presencia de las mujeres, a mediante ambos se pueden observar las ideologías de una época y de los artistas, los contextos y países sin tener que adentrarse en lo psicológico y sociológico de sus sociedades.
A través de las distintas corrientes se puede ver como la imagen de la mujer se vuelve menos cliché o estereotipada, aunque siempre se va a ver el vínculo entre la mujer y la sexualidad, lo que se puede interpretar como una objetivación de su imagen y cuerpo, es claro que en el arte, las obras más reconocidas son de aquellos artistas, que en el siglo XIX imperaban más que las mujeres, por lo que el análisis e interpretación de la historia del arte universal es sesgada.
El papel de las mujeres en el arte como creadoras de éste y no como musas, requiere de una profunda visibilización, así como una interpretación diferente, si bien es cierto el desarrollo de esta, en cualquiera de las esferas de la sociedad, también es verdad que por décadas no se habló de su participación, dejando que fuera solo el hombre considerado como ente creador. Sin embargo durante el siglo XIX, grandes cambios se fueron gestando, las mujeres ganan derechos sociales, económicos y el crecimiento de mujeres artistas también es un gran logro, aun cuando esto supone ir a contracorriente del modelo femenino, son las mujeres ilustradoras y fotógrafas, quienes comenzaran a ganar espacios dentro de la sociedad de la época y sus reconocimientos profesionales posicionaran a los nuevos movimientos, surgen las sociedades de mujeres artistas, algunas serán quienes de avanzada lucharan contra la discriminación de los organismos oficialistas y otras que aportaran la creación de talleres y escuelas.
Son precisamente las mujeres de vanguardia, artistas, quienes rompen las normas del academicismo, dando inicio a una serie de exposiciones paralelas a las oficiales, en donde, los grandes salones independientes, generarían el marco ideal para la consolidación de un nuevo gremio del arte, espacios donde las mujeres serían apreciadas por hombres y sociedad en general. A finales de los años 60´s los grandes historiadores, intelectuales y artistas apoyados en el movimiento feminista, formularían una reivindicación del rol de la mujer, es decir, redescubren a aquellas mujeres que en la historia del arte fueron calladas, para explorar su aportación y nombrarlas así como a su obra, convirtiéndose en los iconos femeninos, con ello una nueva etapa se origina, donde el reconocimiento y validación del aporte de lo femenino sería más importante.
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