No puedo pasar por alto este día por múltiples razones, mi vida ha estado ligada a la palabra, en los momentos estelares de ella la oratoria ha estado presente. Guardo con aprecio una fotografía en donde estoy dando la mano a Don Lázaro Cárdenas, el gran estadista mexicano quien fue sin duda alguna el mejor Presidente de México del siglo XX, siendo yo un niño de 9 años esa fotografía capturó para siempre uno de los momentos que han dejado profunda huella en mí; era el 19 de marzo d 1968, El entonces Presidente Gustavo Díaz Ordaz realizó un recorrido desde el día 18 de marzo para celebrar el 30 aniversario de la expropiación petrolera y Cárdenas venía en la comitiva, visitaron Poza Rica para el acto oficial e inaugurar obras y escuelas, fueron a Gutiérrez Zamora a inaugurar el puente sobre el río Tecolutla que antes se cruzaba en chalán, y al día siguiente fueron a Martínez de la Torre a inaugurar mi escuela primaria “Centro Escolar Patria”. Ahí pronuncié ese discurso de bienvenida que me ha acompañado toda la vida, el Presidente me mandó a llamar y me hizo algunas preguntas, la última fue la mejor: ¿Conoces a este señor? – me dijo, – yo era de estatura pequeña y fui levantando la mirada para ver a la persona que el Presidente me indicaba, recorrí toda su enorme fisonomía, recuerdo sus impecablemente planchado y elegante traje gris Oxfor, llegué a su enorme papada y a su vetusto pero recio rostro, en ese momento pensé que era un gigante el personaje que estaba frente a mí, y en verdad lo era. No, – le respondí – yo había visto su imagen en mi libro de texto gratuito, pero ahí tenía bigote y pelo negro y ahora el pelo era gris y más escaso, fue impactante para mí escuchar las palabras del Presidente -¡Ah! Pues te lo presento, es mi General Don Lázaro Cárdenas. – y le di la mano.
Gracias a las enseñanzas de mi madre y mi padre gané muchos concursos escolares de oratoria y también de declamación, en la primaria, la secundaria, la preparatoria y la universidad, gané también tres campeonatos nacionales de oratoria y para ganarlos tuve que perder media docena de ellos a lo largo de 10 años, pero fue así como recorrí el país y sus escenarios, el Poliforum Cultural Siqueiros, el Museo de las intervenciones de Churubusco, el Alcazar del Castillo de Chapultepec todos en Ciudad de México, el Teatro Macedonio Alcalá en Oaxaca, el Instituto Cultural Cabañas en Guadalajara, el Teatro de Tuxtla Gutiérrez y muchos en otros estados más.
También desde muy joven comencé a enseñar a la niñez y la juventud siguiendo el ejemplo de mi madre Luz María Escobar Acosta, todas las tardes en casa mi madre y yo recibíamos a la niñez de muchas escuelas de Xalapa y Coatepec, luego comenzaron a venir de otros municipios, y todo sin cobrar un peso por ello, esos niños y niñas crecieron cosechando triunfos en los concursos escolares, luego crecían y seguían ganando y una veintena de nuestros alumnos ganaron alguna vez los premios nacionales, incluso internacionales de oratoria.
Pero no fue esa mi mayor contribución, siento que lo que más hizo que valiera la pena, dedicarle por años las tardes para enseñar a la niñez y la juventud de mi estado, es que les enseñábamos oratoria como toda una forma de vida basada en valores, en el valor de la verdad, en lo imperioso de cumplir con la palabra empeñada, en la importancia de ser congruente, de llevar una vida acorde a lo que se predica, en poner la palabra al servicio de la humanidad. Enseñar en valores no garantizaba que todo el alumnado fuera el día de mañana gente de bien, pero si garantizaba que la mayoría lo serían y que esta herramienta para la vida que es la palabra, les abriría las puertas de la vida profesional, personal y social, además de darles la posibilidad de poder hacer algo bueno para la sociedad en menor o mayor escala pero que al final de la vida es lo que hace la pena haberla vivido.
Me tocó ser asesor en el Congreso de la Unión y estar presente en la sesión correspondiente en el Palacio Legislativo de San Lázaro cuando se decretó que el primer viernes de marzo de cada año se debe celebrar en México el Día Nacional de la Oratoria, excelente iniciativa que ojalá sirva para revivir la esencia misma de ella que va más allá de que alguien asuma un liderazgo, que hable bien, con propiedad y con convencimiento, sino que además sirva para que se hagan mejores las personas y que se sepa guiar por el camino del bien, pues en esta época en que vivimos, se ha perdido el valor de la palabra y es utilizada impunemente para confundir, engañar y para causar daño a la sociedad, cuando los pueblos encuentran malos oradores pueden caer en el abismo.
Sea este texto para toda la gente que conoció esta faceta de Rubén Ricaño Escobar, saben que lo hice con amor y sin mayor interés que el de servir, felicito a los nuevos oradores que tendrán la enorme responsabilidad de darle un nuevo rumbo a este país y bienvenido sea el Día Nacional de la Oratoria.
rubenricano@nullcmdmexico.com