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Comienzo a ver la famosa serie Club de cuervos, río un poco con los pleitos entre Chava e Isabel, protagonistas de la serie, hermanos que tras la muerte de su padre buscan ganar la presidencia del equipo de fútbol, sin embargo aquí la pelea no es justa, Isabel es una mujer inteligente, preparada pero al fin y al cabo mujer en medio de una sociedad machista donde ni siquiera tiene oportunidad de participar por perseguir su sueño, en tiempos modernos se le permite trabajar, pero no ocupar el puesto mayor que antaño era de su padre, en contraste con Isabel hay otros estereotipos de las mujeres: caza fortunas o las esposas que sólo se dedicaron a gastar el dinero de su ex marido. Mismos estereotipos que aunque usted no lo crea seguimos perpetuando en el entorno.
Pienso en los ejemplos cercanos en mi vida de mujeres trabajadoras, que han triunfado en sus distintos ámbitos y que no puedo más que definir como exitosas, luego recuerdo la lucha que han librado constantemente para tener esas oportunidades y que otras mujeres al igual puedan ser reconocidas, veo a mi madre, de quien sólo puedo sentirme orgullosa, pero es inevitable recordar que junto a su éxito pasaron muchas noches de desvelo mientras combinaba un posgrado con su familia, el trabajo y pese al cansancio nunca se da por vencida hasta seguir creciendo, a mis tías desenvolviéndose en ámbitos políticos o empresariales y demostrando que su inteligencia puede ser igual o mayor a la de cualquier hombre, porque el género no es una limitante para aprender y preocuparse por los demás.
Todas ellas, combinadas con un padre que cree en mí y mis sueños son mi inspiración, son el motor que me impulsa cada día, quienes me permiten esforzarme en lo laboral, me han enseñado a luchar por mis derechos y a que mi voz se escuche, sin embargo tengo la certeza de pertenecer a un porcentaje muy privilegiado, por haber tenido acceso a una formación equitativa, donde mi hermano y yo podíamos perfectamente hacer las mismas tareas, vivo en una época donde ser mujer no me excluye de recibir educación y he contado con suficientes oportunidades para alcanzar estudios de posgrado. Mas esta realidad no es la del común de las mujeres. Estamos en una lucha constante por defender nuestros derechos, empoderarnos y reconocernos como líderes capaces de manejar el mundo.
En medio de esta lucha en ocasiones hay confusión, se nos olvida que no buscamos compararnos con los hombres en cada rol de su vida, sino tener las mismas oportunidades en los campos que deseemos desempeñarnos, después de años buscando resaltar como profesionales, hay quienes se molestan por ser encasilladas en el rol de madres, otras que prohíben a las princesas por ser modelos erróneos para las niñas, o las que consideran a Emma Watson como hipócrita por mostrar parte de su seno en una portada, otras la defienden por quitarse la opresión que podría representar un sostén, yo al final diría dejen a cada una simplemente ser. Que sean princesas por elección si así lo desean, que sean empresarias, políticas, emprendedoras, amas de casa, empleadas, pero que el rol que desempeñen sea por elección y no por imposición.
En el mes de marzo mi mayor anhelo es recordar por qué celebramos el día internacional de la mujer, en memoria de quienes murieron exigiendo condiciones justas de trabajo, un trato digno y retomando las peticiones que como género hemos hecho a lo largo de la historia. Más que una fecha de celebración es una fecha para recordarnos las oportunidades que hemos logrado y las que faltan por alcanzar. Aún hay muchas mujeres sin acceso a la educación, como dije antes el ideal sería que cada papel que busquemos en nuestras vidas, sea eso, una búsqueda y no una imposición. En México y el mundo hay millones de niñas forzadas a prostituirse, mujeres que sufren maltrato doméstico y callan por temor combinado con ignorancia, mujeres ultrajadas y asesinadas que quedan en el olvido por impunidad y falta de justicia.
Por todas ellas abramos nuevos caminos, creo que la vida de muchas mujeres cambia con algo tan básico como la educación. Creo en la igualdad de género, donde si bien las mujeres han ganado terreno también ha sido necesario dejar de estereotipar al género masculino, entender que no todos los hombres son villanos, sino más bien aliados. Los hombres también son partícipes del avanzar en nuestro desarrollo, la apertura debe ser dual. Y si bien el empoderamiento que anhelo depende de los sectores privados y el gobierno, es innegable que comienza desde casa, desde cómo nos concebimos en el hogar, como personas capaces o seres indefensos y oprimidos. Lo que inculcamos y aprendemos en la cultura también es reflejo de las acciones.
Fomentemos el respeto, la igualdad, la participación y desarrollo sin importar la raza o el género. Y más allá del discurso exijamos seguridad, preparación, y los medios necesarios para salir a la calle con seguridad sin miedo a ser atacadas, con la certeza de nuestras capacidades y de que los avances logrados son solo el comienzo de un arduo camino.