*De Keats: “La vida tan sólo es un día, una frágil gota de rocío en su peligroso camino desde la cima de un árbol”. Camelot.

LOS TURISTAS QUE SE VAN

Nada hay peor para un país, para una ciudad, para una Metrópoli, que de repente te dejen de llegar los turistas. El mundo del turismo es una constante de ingresos. Recuerdo cuando una vez, estando en París, los Estados Unidos de Bushito le metieron un boicot a los franceses y no solo dejaron de ir unos dos millones de gringos, andaban más enojados que Héctor Yunes y comenzaron a tirar a las atarjeas, en Brooklyn y donde pudieran, el vino de los franceses. Un guía se quejaba de la baja de turistas y de la poca chamba, mientras nos llevaba rumbo a la Torre Eiffel, allí donde el mismo Adolf Hitler, en Trocadero, se tomó aquella foto señera. Cuenta la historia que, tras lograr una de las hazañas que más anhelaba de la Segunda Guerra Mundial —la ocupación de París—, Adolf Hitler visitó la capital el 28 de Junio de 1940 en compañía del escultor Arno Breker y los arquitectos Albert Speer y Herman Geisler. Se dice que su estancia en el lugar se inició a las cinco y media de la mañana y duró solo tres horas. Posó con la Torre a la espalda, como yo lo hice, solo que la foto mía sin bigotito ni uniforme militar. Existen algunos mitos que rodean la visita de Hitler aquella mañana. Uno de ellos dice que el Führer quiso subir a la torre Eiffel, pero la résistance cortó los cables de los ascensores y esto le impidió el acceso: ¡Si quieres subir, por las escaleras!

Sin embargo, Albert Speer, en su libro de memorias del Tercer Reich, relata las paradas turísticas que realizó con Hitler aquel día; la primera visita que hicieron fue a uno de los edificios más emblemáticos de París y uno de los más admirados por el Führer: la Ópera de Garnier. La segunda parada fue en los Campos Elíseos, la Madeleine, el Trocadero, la Torre Eiffel —donde se tomaron la famosa fotografía—, entre otros. Se dice que después de ver el Arco del Triunfo con el monumento al Soldado Desconocido, Hitler y su séquito se dirigieron a Los Inválidos, donde el Führer contempló en silencio la tumba de Napoleón para luego declarar que ese momento estaba siendo el más bello de su vida.

El tour finalizó en Sacre Coeur en Montmatre. Hitler, cual turista emocionado, le confesó a su arquitecto, entrañable: «Poder ver París ha sido el sueño de toda mi vida. No puedo expresar todo lo feliz que soy al ver cumplido hoy este deseo». A partir de ese momento, Hitler y Speer entraron en un «estado de éxtasis», como el propio Speer lo calificó (Fin del breviario cultural de Wikipedia)

LOS BOICOTS

Toco el tema porque en Nueva York, después de las locuras del ‘pelos de elote’, que riñe con todo el mundo, el alcalde y los organismos comerciales de la Gran Manzana, anotan que han dejado de llegar 300 mil turistas y eso les representa pérdidas por 600 millones de dólares. La verdad, uno que es constante viajero y rola por sus ciudades, ahora da miedo ir. Este Trump ha quebrantado la armonía y la convivencia. El año pasado, leo en El Universal, la ciudad atrajo 12.7 millones de extranjeros, que sumando a los turistas locales arrojan la suma de 60.7 millones de turistas.

EN MC ALLEN

Ayer mismo, viendo este merequetengue de Trump, llamé a Silvia, mi contacto en Mc Allen, la mujer que me lleva y trae cruzando la frontera de Reynosa en el cruce de Kika de la Garza. Me dijo lo que imaginaba, que se había caído 30 por ciento el turismo y que en Mercedes, donde está el Outlet y se vive la vida loca, como Ricky Martín, están despidiendo empleados. Lo malo de eso es que los empleos son de los mexicanos. El 99 por ciento son mexicanos. Qué pena por las medidas de este dictadorzuelo de petatiux, pero, como dijo Cristina Pacheco, aquí nos tocó vivir, acá de este lado puro mexicano. Están checando los celulares y cuidado con un meme del presidente. No solo te lo quitan, allí mismo te rompen la Visa americana y hay que esperar unos cinco años para pedir otra, como le pasó al actor Carlos Bonavides en Houston, lo mandaron de regreso casi en AU o ADO. No había Flecha Roja, sino por allí. Gachos. Por eso ahora no voy, hago turismo en mi aldea aunque, como dijera Humprey Bogart en Casablanca: “Siempre nos quedará Paris”. Allí entra uno con pasaporte mexicano.

Visítenos: www.gilbertohaazdiez.com