*Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca son estériles. Camelot

LA BATALLA EPICA

Los titulares fueron contundentes. El País: “La coronación de Neymar”. El diario AS: “Los 549 segundos mágicos de Neymar ante el PSG”. Diario Marca de España: “Plan perfecto de Luis Enrique”. “Apoteósica remontada”. “Marcianos”. “Sois leyenda”. Uno puede comentar y platicar que jamás de los jamases se volverá a ver un juego de la emoción del Barcelona-PSG. Jamás. Cuando faltaban poco menos de doce minutos, el marcador era 3-1 arriba Barcelona. Requerían de 3 para ganar y eso estaba en chino, peor que descifrar lo indescifrable. El estadio Camp Nou guardaba silencio, comenzaban su luto, ese gol que les anotó Cavani eran los cuatro clavos de su ataúd. Se podía oír en la tele el zumbido de una mosca. Los 100 mil aficionados escribían ya el obituario de ese gran club. De repente, a los 88 minutos Neymar les dijo, con permisito, y comenzó la osadía de llevarlos al triunfo. Clavó un tiro libre y no solo eso, cuando Messi vio que el portero adivinó el lado donde tiró el penalti, le dio el sitio a que Neymar lo enfrentara con la prestancia que suele hacerlo, el 10 se rindió al 11. Lo dramático vendría, faltaban 30 segundos para que terminara el juego, cuando el mismo Neymar centró al área y un chamaco canterano, Sergi Roberto, la desvió con el empeine y ese estadio enloqueció. El mundo no volverá a ver otra hazaña de ese tipo. Rompieron todos los records de la Champion. Superó al juego del siglo de aquel Mundial. En cien años se hablará de ese juego. Quienes fueron, debían guardar su tiquet, como yo guardé el que tengo el día que vi debutar a Messi, un 24 de agosto de 2005, cuando en un juego de exhibición jugaron contra la Juventus, boleto que me costó, en aquel entonces, hace 12 años, 65 euros. Lo conservo porque me acuerda que vi debutar a Leonel Messi, un chiquito que ponía a todos de cabeza y que iba sobre la grandeza que hoy tiene, ser el mejor del mundo.

JULIAN RUIZ

Copio a Julián Ruiz, el hombre que más sabe y mejor escribe de fútbol, diario El Mundo en su columna “Cortador de césped”. Va:

“Sinceramente, el Barcelona mereció sobradamente seguir adelante en la Champions. Maravillosa exhibición de fe, de sentimientos futbolísticos, de creer en una formula. Una hazaña histórica que pasará a los anales del fútbol mundial. Aunque Luis Enrique diga que no le importa la historia. Lo cierto es que acertó hasta en el hecho de que podían hacer seis goles. Y lo hicieron. Fue como poner una lápida de función a un Paris St. Germain, que no dejará de pasar siempre como un segundón europeo, aunque se le echen todos los petrodólares del mundo. El París St. Germain demostró ser tan sólo un nuevo rico del fútbol, pero medroso, en modelo pánico, en el abismo de su propio vértigo al poder eliminar al Barça.

Un increíble Barça, que no es que jugara un fútbol pletórico, ni siquiera hizo una exhibición balompédica. Tan sólo luchó con la fe de un equipo que estaba sentenciado y quería combatir a muerte contra su propia muerte.

Cuando el Barcelona, incluso, no necesitó siquiera del mejor Messi. Que hubiese sido del equipo parisino si Messi hubiera tenido uno de sus partidos mágicos. El resultado se hubiera asemejado a un resultado de balonmano. El Barça ni siquiera lo necesitó. De hecho, el Paris St. Germain se hizo caca en los pantalones desde el primer minuto de juego y mereció su propia catarsis, su propia tragedia en el Camp Nou. Jamás vi a un equipo con semejante ventaja ceder su voluntad, su estilo, su estigma y hasta su propio orgullo, hasta llegar al más increíble de los ridículos, asombrado por un pánico que le hacían temblar hasta las piernas de sus mejores jugadores.

Los jugadores son los que ganan y pierden los partidos, pero en este caso Emery es el gran culpable, el mayor miedoso de los entrenadores que he visto en una eliminatoria semejante. Murió de rodillas, implorando que no le mataran. Su prestigio ha caído al vacío. No sabemos si acabará la temporada como técnico del jeque. Y, desde luego, ya no es un entrenador de prestigio. Siempre padecerá el estigma de estos seis goles en Barcelona.

Recuerdo una frase de un escritor, no me acuerdo del nombre, que decía que es imposible que el mundo se quede sin utopías. Es como si placer fuera una tristeza. Hasta el Barcelona demostró que la utopías, incluso pese a la teoría del propio Tomás Moro, siempre existirán para conquistarlas”.

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