De manera lamentable se ha vuelto común navegar por las redes sociales y encontrarnos con desagradables noticias relacionadas con la delincuencia, leer diariamente encabezados que nos informan sobre la difícil situación que enfrenta nuestro estado en temas de seguridad e indignarnos al saber que miles de delincuentes caminan libremente a nuestro alrededor.
Lo más común es recriminar al Estado por la implementación de estrategias de seguridad que en muchas ocasiones consiguen ser burladas por aquellos que han hecho de la delincuencia su modus vivendi, pero también es necesario preguntarnos ¿qué estamos haciendo nosotros para combatir la delincuencia?
Sí, nosotros desde nuestros hogares y desde el núcleo de la sociedad, en donde se forman ciudadanos ejemplares o delincuentes potenciales; la familia.
Quienes orgullosamente ostentamos el título de madre o padre de familia, tenemos la gran responsabilidad de educar y forjar el carácter de nuestros hijos, inculcando en ellos valores que se determinan mediante la calidad de comunicación y a través del ejemplo, actuando con honestidad y congruencia, en todos los ámbitos de nuestra vida.
La base de una sociedad justa y solidaria se teje desde el núcleo familiar, asumamos el rol que nos corresponde, cumpliendo con la tarea de educar a nuestros niños para evitar castigar adultos; hablando de derechos, pero también de responsabilidades, tomando en cuenta que la formación no sólo debe ser académica, también debe ser humana.
Por lo tanto la prevención del delito no es una tarea que únicamente corresponda al gobierno, sino que requiere la participación activa de la sociedad.
En este sentido, es necesaria y urgente la implementación de políticas públicas encaminadas a prevenir conductas antisociales desde el hogar, que involucren a padres e hijos, creando conciencia sobre la importancia de la educación para prevenir la delincuencia.
Es necesario actuar de manera proactiva y eficaz, por familias más unidas y calles más seguras.