Sin prueba alguna, el presidente Donald Trump, vía Twitter, acusa al expresidente Obama de haber ordenado que se le espiara y grabara las conversaciones en la campaña presidencial. De inmediato el vocero del expresidente y el que fuera director del FBI negaron la acusación.

El actual director del FBI solicitó a la Casa Blanca desmentir esa afirmación, porque no era verdad. Lo dicho por el presidente nunca mide el efecto secundario de sus mentiras, pone en duda la integridad de la institución. El vocero presidencial, días después, para salir del paso, contradijo lo afirmado por el presidente.

El efecto inmediato que buscaba esta nueva mentira de Trump era desviar la atención de la prensa y de la opinión pública sobre cómo altos funcionarios del actual gobierno, gente muy cercana al presidente, se relacionaron de manera ilegal con el embajador ruso en Estados Unidos. Por el momento desvió la atención, pero la investigación continúa.

La gran prensa de Estados Unidos demostró que Trump en la campaña mintió en 80% de lo que dijo. Las mentiras siguen en la presidencia. No hay duda de que ese va a ser el patrón a seguir. No va a cambiar. Cada vez que considere que mentir tiene rentabilidad política va a recurrir a ello.

Mentir va a ser una de las características fundamentales de su gobierno. Es parte central de su estrategia política y también de la de comunicación, que son parte de un todo. Lo que dure esta gestión la prensa, nacional e internacional, y también la sociedad de Estados Unidos y del mundo se van a enfrentar a esta realidad.

Poner la mentira al centro, como columna vertebral del discurso de un presidente, no se había dado nunca antes de esta forma. Es un dato inédito de la política estadounidense y del mundo. Estamos en presencia de un nuevo fenómeno de la política, el discurso y la comunicación.

Para Trump la mentira es un valor de primer orden. En su pragmatismo, más allá de cualquier consideración ética, ésta constituye un poderoso instrumento que debe ser utilizado a discreción. Le permite articular la narrativa que quiere, para construir el mundo que mejor le acomode.

La prensa de Estados Unidos y del mundo se enfrentan a un gran reto de cobertura periodística. Debe registrar las excentricidades, las mentiras de Trump, que son noticia, pero al mismo tiempo advertir, es fundamental, que éste miente. De otra manera se convierten en caja de resonancia, en instrumentos del presidente.

En este horizonte, los medios mexicanos deberían tener un especial cuidado en la cobertura de las declaraciones de Trump y los funcionarios de su gobierno. Hasta ahora, en lo general sólo replican lo dicho por éstos sin hacer ninguna apreciación crítica que señale si eso es mentira o algo imposible. Su cobertura tiende a ser sensacionalista y no busca la veracidad. Trump le impone su agenda.

Twitter: @RubenAguilar