Con una hambruna declarada y otras tres en camino, la directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Ertharin Cousin, urgió hoy a evitar un recorte en los fondos a la cooperación internacional y actuar para que 2017 no sea un “año histórico de hambre”.
En una entrevista con Efe días antes de dejar su puesto, la estadounidense confiesa que cede el testigo a su compatriota David Beasley, antiguo gobernador del estado de Carolina del Sur, en un “periodo crítico para el mundo, no solo para la organización”.
El próximo director ejecutivo deberá aumentar los recursos del PMA, que ha tenido que ampliar todas sus actividades “para evitar un año histórico de hambre”, asegura Cousin, que pide además acciones amplias y conjuntas de la comunidad humanitaria, desde donantes hasta gobiernos y organizaciones no gubernamentales.
Acaba de tener su última audiencia con el papa Francisco y, metida de lleno en la mudanza, reflexiona sobre sus cinco años al frente de la agencia de la ONU que proporciona ayuda alimentaria a los más vulnerables.
Dice haber visto que “son más cosas las que unen a las personas que las que las separan. Cualquiera quiere dar de comer a sus hijos, educarlos, acceder a la sanidad, vivir en un sitio seguro y tener una oportunidad para mañana, lo que permite tener esperanza y eso es el núcleo de la humanidad”.
“Tenemos la habilidad de construir el movimiento de la gente que reconoce las similitudes que compartimos para superar la tendencia a la xenofobia y nacionalismo de algunos líderes”, subraya.
Aunque no da detalles de su nuevo destino, la que fuera también embajadora de Estados Unidos ante las agencias de la ONU en Roma en tiempos de Barack Obama sí adelanta que acepta “apoyar la voz de los estadounidenses en el Congreso” de EEUU ante la intención del presidente Donald Trump de recortar fondos a la ONU.
Cousin puntualiza que “esas amenazas todavía no se han materializado”, entre ellas -cita- la de reducir el presupuesto para una organización como el PMA, que en 2016 recibió 2.000 millones de dólares de EEUU, una tercera parte de todas las contribuciones.
“Esa amenaza no representa la generosidad del pueblo estadounidense”, asevera.
A esas dificultades se añade la “lenta” respuesta -según sus palabras- de la comunidad internacional tras la declaración en las últimas semanas de la hambruna en varias zonas de Sudán del Sur y la alerta de que suceda lo mismo en Somalia, el noreste de Nigeria y el Yemen.
Este último país, uno de los más pobres del mundo y con 17 millones de personas que pasan hambre, “no está recibiendo en absoluto el nivel suficiente de apoyo financiero que necesita”, según Cousin, que en su última visita este mes pudo apreciar cómo el conflicto “se ha vuelto parte de la vida” de la población y quienes antes podían permitirse comprar alimentos ahora son incapaces.
Mientras, apunta que en Somalia han aumentado los fondos en comparación con la anterior hambruna de 2011, si bien el número de personas que potencialmente requieren ayuda es mayor que entonces (ahora hay 6,2 millones que no saben si podrán comer).
Y en Sudán del Sur y Nigeria la hambruna también se ha visto marcada por la falta de acceso a las poblaciones afectadas por la violencia y la falta de alimentos, situación que se repite en Siria, Irak y otros lugares.
“Las crisis alimentarias están complicándose por los conflictos”, enfatiza.
Lo corroboran los últimos datos de la ONU, según los cuales unos 108 millones de personas sufren inseguridad alimentaria severa en el mundo y en nueve de las diez peores crisis humanitarias el conflicto representa un factor determinante.
Si hace 15 años el 80 % de las situaciones que el PMA afrontaba eran emergencias de respuesta rápida como inundaciones, sequías y huracanes, frente al 20 % de crisis prolongadas, ahora esas cifras se han invertido y la mayoría de los casos están relacionados con los conflictos, el cambio climático y los efectos del fenómeno de El Niño.
La forma de distribuir la ayuda también ha variado y, en sus cinco años dirigiendo el PMA, la estadounidense explica que han intentado potenciar los mercados locales aumentando del 5 al 35 % el porcentaje de asistencia alimentaria en forma de dinero o cupones.
La agencia ha pasado a comprar más a los pequeños agricultores y actualmente obtiene un 80 % de sus alimentos de países en desarrollo.
“Debemos movernos más allá de la respuesta a las emergencias porque así no estamos construyendo la resiliencia que necesitan las poblaciones para superar la falta de lluvias. Una sequía no debería resultar en una hambruna”, sostiene Cousin.
E insta a invertir de forma sostenible y facilitar los medios a las personas afectadas por tantas crisis para que al menos tengan la oportunidad de cambiar sus vidas y no seguir dependiendo de la ayuda externa año tras año.