Al escuchar la palabra violencia de género, es probable que pensemos en agresiones, golpes, e insultos, sin embargo esto es efecto de acciones previas; este tipo de violencia en muchas ocasiones comienza de manera silenciosa, casi invisible y en muchos casos es ejercida por personas insospechables debido a la cercanía o a los lazos afectivos, hecho que provoca que estas situaciones irregulares no sean identificadas a tiempo.
La permisividad y pasividad ante la violencia de género, tiene como fondo un problema estructural, la pervivencia de una sociedad patriarcal y la influencia de una cultura machista, en donde en el imaginario colectivo persiste la idea de la inferioridad femenina.
Si bien es cierto que los prejuicios en contra de las mujeres son muchos, las dificultades reales a las que nos enfrentamos cotidianamente son mayores; escalar personal y profesionalmente en un entorno permeado por el machismo y la misoginia no es una misión sencilla y si a ello sumamos lo cuestionado que resulta el éxito de una mujer por el simple hecho de su condición de género, el escenario se torna aún más complicado.
Y es que para aquellos que basan su actuar y pensamiento en arcaicos estereotipos que denigran al género femenino, resulta inadmisible que una mujer logre abrirse puertas por sí misma y destaque gracias a su trabajo y capacidad intelectual.
Aunque también es común escuchar aquella frase que dice que el peor enemigo de una mujer es otra mujer, lo que nos ubica en una situación de confrontación, constituyendo un estereotipo más.
La lucha contra los estereotipos y la violencia de género debe comenzar por nosotras mismas apoyando a otras mujeres, aunque el mundo cada vez se vuelve más individualista, resultaría reconfortante saber que cuentas con la empatía y el apoyo de alguien más.
Por ello, es necesario llevar al terreno de la práctica la sororidad, construyendo una red de apoyo mutuo que nos conduzca hacia el bienestar y empoderamiento femenino, reconociéndonos como iguales y aportando a la causa de género.
Tanto mujeres como hombres debemos realizar un examen de conciencia para reconocer si con nuestras acciones hemos contribuido al arraigo de la cultura machista y saber si estamos dispuestos a participar en la construcción de una sociedad más igualitaria, solo de esta manera será posible lograr una verdadera equidad de género.