*La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. Camelot

CALUMNIA, QUE ALGO QUEDA

Por siempre, la calumnia servía para denostar. Se usaba en diversas formas, desde las comunicaciones de lavaderos, hasta los panfletos. Hubo mucha gente que panfleteaba, por calumniar a algo o a alguien. Jamás esos bárbaros escudados en el anonimato pagaron con brillantes sus pecados. Cuando algunos periódicos comenzaron a enviar señales malas, las demandas se ponían a la orden del día. Napoleón decía que ‘el mal de la calumnia es semejante a la mancha de aceite: deja siempre huellas’. Voltaire llegó a decir: “Calumniad, calumniad, que algo quedará”. Yo creo que el más grande calumniador y pinocho mentiroso de la historia fue Joseph Goebbels (estos canijos eran muy inteligentes, lástima que usaron su inteligencia para la maldad, Goebbels fue doctor en Filosofía en la Universidad de Heidelberg), político y orador alemán. Ministro de Propaganda del Führer, el lugarteniente de Hitler que le veía todo lo de medios. El Elías Assad de aquella época, pero sin maldad, éste sin cash solamente. Lograba decir: “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil”. Así engañaba a su patrón este sujeto criminal, si viviera en estos tiempos, habría hecho al Cruz Azul campeón de la Liga MX, con sus mentiras, aunque no llegaran ni a semifinales. Calumnias ha habido muchas y algunas muy famosas, todos recordamos aquella entrevista en la cual no se dijo nada de lo que la gente aseguraba que ocurrió y escuchó. Cuando Jacobo Zabludovsky entrevistó a la doña, Maria Félix y dicen los televidentes Goebbels de la época que la María le dijo que era maricón, o puñal, después de que él le habló de sus restiradas en lo facial. Fue mentira, nada de eso ocurrió, pero había gente que juraba por la virgen de su pueblo que había visto la entrevista en el Canal de las Estrellas. Fue una leyenda urbana, de las grandes mentiras, que se fue propagando poco a poco hasta que, como Goebbels, se juraba que era verdad.

EL TEMA DE LAS MENTIRAS

Toco el tema de las calumnias, porque ayer noche circulaba en las redes sociales un hecho que, solo de leerlo (ler, dice el secretario Mayer), se mostraba insólito. Decía que un picudo funcionario de este gobierno, muy prepotente y sácale-punta-al-lápiz, había llegado a un cine VIP de sala jalapeña y, con el poder de sus guaruras, había ordenado que sacaran a toda la gente, como estilaban los borrachos alcaldes priístas en un tiempo que, al llegar a las cantinas sacaban a los chupamaros que allí bebían. Pues este correo en redes sociales, vía WhatsApp, juraba que el funcionario había hecho salir a los pocos asistentes y les invitó las palomitas combo, porque iba con sus cuates a ver una película, faltó que pusieran qué cinta era, si de misterio o a la Eliot Ness o Sherlock Holmes, porque su función es del área de la procuración de justicia. Cuando me llegó el segundo correo, le contesté al amigo que eso era una jalada, que ni lo circulara, no supe quién fue el que escribió ni en qué sitio se publicó, pero si así están, pobres de ellos. Eso, a estas alturas de la vida, no puede ocurrir. Nadie lo intentaría so pena de perder su chamba. Hay tantos teléfonos celulares que son cámaras de video, que seguro lo filman a la hora de andar haciendo esos arguendes, y en vivo vía Facebook o Periscope. Las redes así son, funcionan para bien, pero a veces también para mal, corrobora aquello de que ‘Calumnia, que algo queda’, el viejo refrán que desvela el mal en todo su esplendor. También Maquiavelo aconsejaba al príncipe cómo precaverse del ataque del poderoso: al enemigo que no puedas destruir, no lo hieras. Es famoso aquel consejo que Maquiavelo dio al príncipe: ‘si no eres amado, sé al menos temido’. Hay que aguantar vara cuando eso ocurra. Decía Sócrates que era mucho peor padecer una injusticia que cometerla. Cito a Raúl del Pozo: “Mientras los animales no se rebelen en la granja, no ocurrirá nada. En las historias antiguas y en los libros sagrados las bestias hablaban. En la Biblia, la serpiente fascina a Eva con el Árbol del Bien y del Mal. También habla la burra de Balaam y los palos se convierten en serpientes. En la vida real, a excepción del loro que habla al oído del pirata, de los grajos que se posan en los hombros de los balleneros, los animales no hablan. El hombre es el único homínido que se comunicaba con mímica y gruñidos, aserraba el aire y decía: «Ugh»”. Y despido este espacio con una frase del poeta y escritor cubano, Alberto Eliseo: “De una calumnia nunca ha surgido un solo argumento válido. La diatriba es vicio de mezquinos”. Eso, pues.

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