*No hay tierras extrañas. Quien viaja es el único extraño. Camelot
RUMBO A WOODLANDS
Mediodía del sábado. Escribo estas primeras líneas desde el restaurante del boqueño hotel Camino Real, en Veracruz-Boca del Rio, donde en el mar la vida es más sabrosa. 30 grados de temperatura. La calor pega durísima, diría Minga, una gente de mi pueblo. Hay que aguardar porque la entrega de las habitaciones son a las 3 de la tarde, en lo que se van los que salen, como decía Juan Rulfo en Pedro Páramo. Llego al hotel Camino Real, la gran cadena inversión de orizabeños, los hermanos Schettino. A las 3 de la tarde el sol cae a plomo. Me registro, pernocto una noche y voy a una fiesta familiar, ya que Eduardo, pareja de mi hermana Flor, cumple 50 años y habrá truchas y carnitas, y al otro día temprano vuelo a Houston, al paraíso llamado Woodlands, que muchos veracruzanos reconocen y otros recuerdan con tristeza, sobre todo, los dueños de varias de estas casas millonarias, a los que les cayó la guillotina de Winckler, la de la ley. En lo que me registro hago una encuesta Mitofsky, le pregunto al empleado que hace mi registro cómo andan de ocupación. Llenos, desde hace tres días, comenta con alegría, porque si hay impacto turístico hay empleos y hay derrama económica para los dueños y para los prestadores de servicios y para la restauranteria, porque aquí se come de campeonato. Como en pocos lugares del mundo. Lo mismo los mariscos o cocteles de camarones, que las memelas del sanborcito, o del lugar que se escoja. Veracruz tiene un turismo de primera. Los llenos se ven. La jodida, mala y cara autopista de Capufe, lucía con bastante tráfico. Me acordé del inútil secretario de Peña Nieto, Gerardo Ruiz Esparza, ahora que hubo el gran accidente en los límites de Guerrero y Michoacán, donde una pipa de esas de doble carga, explotó y mató a una veintena de una familia. Pero el tipo descarado sonríe, cuando le dicen que hay que terminar con esos tráileres de doble caja, que son un peligro para los conductores que transitan en esas autopistas mortales, donde la SCT lo permite, pero ya le queda poco tiempo a ese inútil secretario, ya se va para nunca más volver. No hay colas en las casetas, la gente ha llegado desde principios de semana. Las placas de los autos revelan que vienen de estados limítrofes: Puebla, Oaxaca, CDMX, Tlaxcala. El mar de Veracruz relaja, las olas dan quietud. Ahora mismo veo unos seis barcos de carga en espera de turno, para poder entrar a este Puerto que pronto será más moderno y con capacidad para muchísima más carga. Obra que inició desde el presidente Felipe Calderón y debe culminar con Peña Nieto. Esperemos.
HORARIO MAÑANERO
Debo dormir temprano. Abordaré un vuelo de United a las 8 de la madrugada, y eso de levantarse a las seis como que da flojera. United, la del vietnamita que apalearon y ahora están en un predicamento, por la demanda que les espera. Del aeropuerto Jara al de Houston, al Bush de papá Bush. De allí por tierra a Woodlands. Es la primera vez que voy a Estados Unidos en la era del presidente Trump. Cuando ganó, en aquel noviembre funesto para Hillary, desde Washington cubrimos ese evento que sorprendió al mundo y hoy lo tiene en el pánico, porque el gordis coreano anda enchilado y como pepita en comal y, después de que lanzaron la madre de todas las bombas, el mundo entró en pánico y temor. Sobre todo que esa frase fue de Sadam Hussein, cuando pronosticó que daría la madre de todas las batallas, y terminaron por apabullarlo y darle un escarmiento con la madre de todas las madrizas. Todos vimos estupefactos hacerle morder el polvo en menos que canta un gallo y el derribamiento de la estatua del dictador, por tanques de los americanos y un pueblo enardecido, le dieron la vuelta al mundo y por CNN y Al Jazera, se conoció que era otro tigre de cartón. Parto a una comida por la tarde. Un evento familiar de Eduardo, a quien se le agradece que los fondos destinados se donarán a los Niños de Casa Hogar la Concordia, porque en lugar de regalos pidió a sus amigos e invitados llevaran lana, para armar un cochinito del ahorro y que nada les falte a esos niños orizabeños. Se le agradece el gesto. Historia que les cuento en estos días.
LA DETENCION DE JDO
Justo al momento de cerrar estas líneas y retornar al hotel, la tarde noche de un Sábado de Gloria, que sería el santo de mi mamita ausente, la jefa Gloria, se anunció lo que algún día tendría que llegar, la detención del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa. Debo decir que sentí feo verle detenido por la Interpol, llevado flanqueado por dos policías en el lobby de un hotel guatemalteco. Sentí feo, porque le conocí y me distinguió con algo de su amistad. Solía llamarme Consiglieri, aunque nada le aconsejé. Eso fue el maleante Enrique Jackson, que solo cobró y lo empinó. Sentí feo por él mismo, por su madre, por sus hermanos, pero más por sus hijos y por su esposa, aunque sé que son casos indefendibles. Sé que muchos abusaron de esa confianza. Colaboradores que hoy luchan contra el brazo de la ley, algunos entre rejas. Gente que le metió mano al cajón indiscriminadamente, hasta dejar a Veracruz en la quiebra. Cuando su caída gubernamental, agacharon la cabeza y negaron al jefe y al amigo, voltearon la vista a otro lado. Es más, algunos, se rumora que lo entregaron, que hablaron hasta por los codos, despepitando todo. Lamentable el caso. Hubo otro que, en su paroxismo de locura y de salvación, acusó, entre las rejas: “Yo no fui, fue Tarek, péguenle, péguenle, que ese fue”, como aquella canción. Pobre Veracruz.
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