*Ni el pasado ha muerto ni está el mañana, ni el ayer escrito. Antonio Machado (1875-1939) Poeta y prosista español. Camelot
EL PRIISTA QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO
Suele la vida y las circunstancias, llevarte por caminos complicados, inciertos, a veces con buen viento a favor, otras, en contra. Lo dice la canción: los caminos de la vida, no son como imaginaba, no son como yo esperaba, y reflejan una realidad. Leo en una nota de portal, que Dante Delgado Rannauro, cuando se sintió incómodo a una pregunta, reprendió al reportero y le dio, aseguran, una cachetadita de cariño, nada de un zape como el que le dieron a JDO. Luego señaló que era peor que un priísta, cuando otro le dijo: “parece priísta”. Todo porque el dueño de Movimiento Ciudadano (MC), postula a Pablo Anaya (Canaya) Rivera, quien fue secretario de Salud del gobernador apañado, y eso no gustó a muchos. Dante asegura que Anaya está más limpio que el rio Julieta de Tierra Blanca, impoluto, dirían Kamalucas y Minga. Que a su candidato no lo señalaron en esos vericuetos legales de salud. Y va por todo con ese Canaya. La verdad es que el mundo de la política no conoció más que candidatos y funcionarios emanados del PRI. En ese partido los criaron y destetaron, con ellos todo, sin ellos, nada. Les enseñaron a apañar del erario y a salir por piernas, cuando llegaba la guillotina. Todos los que acunaron nuevos rostros y partieron renegando un día cuando las candidaturas ya no les llegaban: Yunes, Cardenas, Dante, Porfirio, hay cientos de políticos que mamaron el aprendizaje en el PRI y hoy andan tan campantes en otros partidos, o en otras funciones.
LISTO ENTRE LOS LISTOS
El más listo de todos lo ha sido Dante. Cuando se dio la media vuelta y le sacó la lengua al presidente Ernesto Zedillo, formó un partido político nacional, antes llamado Convergencia para la Democracia, cuando vio que la democracia no era rentable, se fue por uno más corto: Movimiento Ciudadano. En el PRI se amaban y odiaban, algunas veces practicaban la antropofagia. Algo similar a lo que comenta Raúl del Pozo de Borges, cuando le preguntaron a Borges si en su país había caníbales, contestó: «Ya no. Nos los comimos a todos». Se alió con el amoroso AMLO y quien sabe por qué dejaron de funcionar como mancuerna, parecían Starky and Hutch. Una alianza ahora rota, cuando el tabasqueño va imparable rumbo a la presidencia de México y Dante podría haber sido con él un buen secretario de Gobernación. Disfruta, además, de las millonarias nóminas suculentas a los mismos partidos registrados, pone y dispone en todo el país desde regidores a alcaldes y candidatos a gobernadores, solo le falta nombrar al aguador de los Tiburones Rojos, tendrá tiempo para convertirse en un De Gaulle o en un Churchill. Todo se lo debió a aquel priísta que todos llevan dentro. Donde aprendieron las mañas buenas y las malas. A Gobernar a veces hasta con la vista, como solía hacerlo. Un día un llorón precandidato priísta llegó a su poderosa oficina y le dijo, con lágrimas en los ojos: “Me hicieron trampa, Dante”. Él le respondió: “Debiste haberlas hecho tú, también”. El gobierno de cuatro años de Dante, a la salida del hombre leyenda, Fernando Gutiérrez Barrios a la secretaria de Gobernación, está lleno de incidentes. Fue un buen gobernador, dijeron hasta sus rivales. En esos años sentó las bases para lo que hoy es Boca del Rio, emporio turístico en la hotelería, restauranteria y plazas comerciales. Cuando la salida de Gutiérrez Barrios se daba, Dante aguardaba la señal en Xalapa, en la secretaría de Gobierno el humo se tornaba a veces blanco y a veces negro, como en la Capilla Sixtina cuando eligen al Papa. Salinas y Gutiérrez Barrios negociaban el interino. Quién se quedaba. Si melón o sandia. Se cruzaban apuestas. Las cartas estaban en esa mesa de póker.
Al final, el hombre leyenda se salió con la suya.
De repente, sonó la red y escuchó las palabras mayores. Sonriendo colgó.
Aguantó la respiración y le habló a su segundo de a bordo, al hombre de sus confianzas, Gerardo Poo Ulibarri, padre de la criatura que hoy es alcalde de Veracruz.
Le dijo, como en el brindis del bohemio:
-Viejo, ¡ya chingamos!
Esa frase contundente, era que tomaría el interinato del gobierno de Veracruz, nomás por 4 años.
Historias que se supieron. Historias que se contaron. En aquel tiempo era un priísta convencido. Hoy, ahí anda, caminando por la gran República Mexicana y cargando a cuestas a su partido político y aseverando que, a veces, se comporta como el priista que todos llevan dentro. Fin de la historia.
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