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Más de dos mil quinientos feminicidios tienen lugar cada año en México, cada dos horas una mujer es asesinada en América Latina, 4 personas mueren al día por culpa de los camiones de doble remolque, durante la gestión del gobierno actual se han presentado más de cinco mil secuestros, y al final pese a las estadísticas y los casos que alarman a cualquiera en México reina la impunidad.
Nombres como Lesvy Berlín, Héctor Gandini, Javier Sicilia y muchos otros, se han vuelto los estandartes del dolor, la injusticia, el miedo, la lucha contra la impunidad. La primera, una de tantas mujeres asesinadas y luego culpada de su propia muerte por las primeras investigaciones; el segundo es el nombre de un padre que movido por el dolor de la pérdida de un hijo ha buscado que se prohíba el uso de camiones de doble remolque, sin embargo su dolor sigue sin tener la respuesta anhelada; el tercero también perdió a un hijo a manos de la violencia, comenzando por la angustia de no encontrarlo para después saber que al igual que miles de padres había perdido a su hijo a manos del crimen organizado.
Los casos de impunidad y violencia ocurren todos los días, el modo de proceder en México ya parece estar establecido en un manual sin sentido, la víctima siempre es culpable y si no es culpa de la víctima tampoco se trata de la omisión en leyes ni de la corrupción que permite a empresas pasar por encima de la constitución, como ejemplo el transitar con vehículos que amenazan la seguridad e integridad de los demás.
En el caso de Héctor Gandini y Javier Sicilia hablamos de padres que han ocupado su dolor para tratar de evitar más tragedias, son figuras representativas en distintas luchas, pero también hombres que gracias a su trayectoria tienen la oportunidad de ser escuchados, y aun así las legislaciones y mejoras buscadas por ambos no se alcanzan. Gandini ha sido vocero del número de víctimas constantes ocasionadas por accidentes con vehículos de doble carga, que evidentemente ponen en riesgo la seguridad de muchos.
Los gritos de Sicilia comenzaron clamando una paz que no llegó y que cada día se ve más lejana con los descubrimientos de fosas y la imposibilidad de identificar a quiénes pertenecían los restos, pero detrás de todos los gritos hay más familias y padres que no pueden ser escuchados, víctimas de los atracos de criminales y también de los señalamientos absurdos en las investigaciones, en México los culpables terminan siendo inocentes y los agredidos de alguna forma son por sí mismos culpables o criminales.
Recientemente en la México-Puebla una familia perdió a su hijo más pequeño, dos de sus integrantes fueron violadas y en la búsqueda de auxilio se toparon con que se les señalaba como delincuentes, la ineficiencia de unos termina siendo responsabilidad de nosotros y por eso a muchos les duele ser mexicanos, pero decir que me duele ser mexicana sería caer en criminalizar a nuestra nación de manera general, a mí no me duele ser mexicana, me duele México, me duele su gobierno y la indiferencia de gran parte de su gente, pero ante todo el dolor prevalece la necesidad de hacer algo, de reconocer la labor de los que no se callan, de quiénes han señalado una y otra vez los errores que hemos cometido como nación, prevalece el orgullo ante las propuestas y la gente que ha defendido a las víctimas y por mexicanos que luchan y trabajan aún tengo esperanzas.
Sin embargo en medio de la esperanza me pregunto, ¿Cuántos más? ¿Cuántas muertes cuesta la justicia? Porque hasta ahora los miles de muertos no han sido suficientes, quizás por miedo o la incapacidad de enfrentar al poder, pero seguimos permitiendo que las mujeres sean señaladas como cualquieras que merecían morir, permitimos que prevalezca la corrupción en la SCT permitiendo que vehículos inapropiados circulen en las carreteras, nos callamos ante los crímenes, secuestros y violaciones de derechos humanos, y mientras los números de alarma aumentan, la corrupción y la impunidad reinan hasta que todos los mexicanos dejemos de lado el dolor y realmente exijamos justicia.