El 26 de abril por la mañana, a días de cumplir 100 días en el cargo, el gobierno del presidente Donald Trump hizo público que Estados Unidos se salía del TLCAN. La noticia provocó la reacción inmediata al interior de ese país, sobre todo entre de los agricultores y ganaderos, y en los gobiernos de México y Canadá.

The Washington Post ha hecho un esfuerzo por reconstruir lo que sucedió ese día y lo que provocó que una decisión del presidente Trump, al parecer imprevista y desbocada, horas después fuera la contraria. El jueves 27 entrevistaron a Trump y otros integrantes del gabinete.

Al empezar a correr la noticia, que pronto se hizo mundial, dirigentes de organizaciones estadounidenses de productores de granos y de carne empezaron a llamar a sus contactos en la Casa Blanca manifestándose en contra de la supuesta decisión presidencial.

El tenor de las llamadas es que sus agremiados habían votado por Trump y éste no podía poner en riesgo sus ventas a México, su principal comprador, que en el 2016 importó 18,000 millones de dólares en productos agropecuarios y esa cantidad tiende a crecer.

Los productores de maíz amarillo viven de las ventas a México, en el 2016 exportaron 16 millones de toneladas por un valor de 2,600 millones de dólares. Los productores de carne de puerco 1,400 millones de dólares y los de lácteos 1,200 millones de dólares.

A la llamada de los dirigentes de las grandes organizaciones de productores de granos y carne siguió la de cientos de sus afiliados que hicieron presión directa, en el marco de una estrategia, sobre la Casa Blanca.

El presidente de México y el primer ministro de Canadá, al conocer la noticia, hablaron y acordaron tener una misma posición ante el gobierno de Trump; si se anuncia de manera oficial el abandono de Estados Unidos del TLCAN ambos países no volverían nunca más a la mesa de negociación.

De acuerdo con The Washington Post, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, el de Agricultura, Sonny Perdue, y su yerno y asesor, Jared Kushner, hablaron con Trump, para ponerlo al tanto de la posición de los dirigentes agropecuarios, de los productores y de la postura compartida de México y Canadá.

Trump, dijo el periódico, “ya tenía todo listo para terminar el tratado. Ansiaba terminarlo. Lo iba a hacer”, pero dio marcha atrás ante los argumentos que se le dieron del impacto económico y político que su decisión tendría al interior de Estados Unidos y con sus vecinos.

La reconstrucción de los hechos realizada por The Washington Post plantea que Trump ya había decidido cambiar de opinión cuando el primer ministro de Canadá y el presidente de México lo llamaron, para manifestarle su preocupación y buena voluntad para renegociar el TLCAN.

Trump sostuvo en su retractación que “he decidido que en lugar de cancelar el TLCAN, que sería un gran shock para el sistema, vamos a renegociarlo” y añadió que “si no puedo hacer un acuerdo justo para Estados Unidos, voy a cancelar el TLCAN. Pero vamos a darle a la negociación una buena y fuerte oportunidad”.

Otra versión plantea que la idea de la ruptura del tratado era un proyecto del consejero Steve Bannon, en el entendido de que ésta gustaba a Trump, pero el sector realista, encabezado por Gary Chin, jefe de los asesores económicos, consiguió demostrar lo absurdo de la idea y Trump dio marcha atrás.

Este episodio pone a la vista, una vez más, de un lado las distintas posiciones en pugna que están presentes en la Casa Blanca, los ultraderechistas y los realistas o pragmáticos, y también la personalidad bravucona, veleidosa y contradictoria de Trump. Es cada vez más difícil que los gobiernos y los medios lo puedan tomar en serio.

Twitter: @RubenAguilar