La generación de la segunda mitad del Siglo XX, que vimos caer el Muro de Berlín y la transformación de la Unión Soviética, teníamos la certeza que el Socialismo había llegado a su fin, dado el evidente fracaso que representó el empobrecimiento de los pueblos, la miseria y el hambre de los ciudadanos de los países comunistas y la perdida de las libertades individuales para dar paso a un estatismo agobiante, intolerante y absolutista, donde el Estado era privilegiado por sobre los individuos.
Y así fue en la ex Unión Soviética, en Alemania Oriental y en las ex Repúblicas Soviéticas, donde los pueblos reencontraron su vocación democrática a través de políticas liberales que los han llevado a progresar y a crecer para integrarse a Europa como iguales, vamos, para hablarse de tú a tú con sus antiguos enemigos de la “Guerra Fria” y participar del Desarrollo creciente de una Europa Liberal, fundada en los más altos principios de libertad, fraternidad y legalidad, herencia de la Revolución Francesa.
Mientras tanto, los ideólogos del Socialismo, que no aceptan su fracaso, han influido en América Latina y cifran su esperanza de establecer un nuevo orden socialista en el mundo, en nuestros países hispanoparlantes, incluida España, estableciendo, a través de liderazgos populistas, lo que han dado en llamar el Socialismo del Siglo XXI, Chile, de Bachelet en su segundo periódo, la Argentina de Kishner, Brasil de Lula, Ecuador de Correa, Bolivia de Evo, Cuba y sobretodo la Venezuela del Chavismo, dan cuenta de que el Socialismo no ha muerto y encuentra terreno fértil en pueblos acostumbrados a ser dirigidos por Caudillos, y a seguir ingenuamente promesas de reivindicación social que lo único que han demostrado es su fracaso. Dios nos guarde de que en 2019 estemos hablando en México del Socialismo Populista de AMLO, como Programa de Gobierno.
La lucha por establecer nuevamente el socialismo por parte de los ideólogos de esta corriente de pensamiento, se está dando en el terreno de las ideas, en virtud de no contar con el poder de fuego de las armas, que tuvieron en su momento Mao Tsedung, Lenin o Fidel Castro, por ello, la batalla la están dando en el ámbito cultural, repitiendo incansablemente un discurso antiimperialista y de odio a las políticas “Neoliberales”, a las que culpan de todos los males del mundo, sin reconocer por ningún motivo el fracaso del socialismo y que los países más desarrollados del planeta son los que encabezan el Ranking de los países liberales, donde la apertura comercial, el intercambio de productos, el respeto a las libertades y el emprendimiento individual, los han colocado en una posición envidiable, ejemplo de ello: Finlandia, Suiza, Singapur, Inglaterra y Estados Unidos, entre otros.
En lo personal, no estoy convencido del fracaso total del Socialismo, pues está dando la batalla a través de un posicionamiento cultural sistemático y bien organizado, que, si adicionalmente hiciera énfasis en políticas anticorrupción, erradicando ese flagelo de la sociedad, bien podría evitar la debacle en que liderazgos corruptos sumieron al socialismo del Siglo XX, Pero lo que sí creo es que recetas iguales llevaran a resultados iguales, ya conocidos, donde el pueblo se rebele ante tanta miseria y falta de libertades y oportunidades para progresar, o al menos sobrevivir dignamente. (Ver el caso Venezuela) De tal forma que es la corrupción en que cayeron los líderes socialistas, la verdadera causa de su rotundo fracaso.
El presente artículo no pretende ser una defensa a ultranza de las políticas liberales, ni de las mal llamadas neoliberales, pues no creo que sean la 8ª maravilla, pues han demostrado que, como dicen los filocomunistas, mantienen un orden injusto de países pobres y de países ricos. Sin embargo estoy convencido de que Democracia y Gobiernos Liberales, son las únicas alternativas para que los individuos alcancen la felicidad, empleando la capacidad de emprendimiento de cada quien, sin permanecer en la constante zozobra de que un gobierno populista – socialista, confisque el fruto de tu trabajo, para aplicarlo, la mayoría de las veces a programas ineficaces, que en nada resuelven los problemas sociales y, en el peor de los casos, para que el líder comunista viva como multimillonario.